En lugar de balas, el teniente Kojak disparaba frases gloriosas. Eso fue parte del encanto de un policía bien trajeado, punzante, que no dejaba pasar una, prefería un chupachups a un puro habano y que revolucionó el mundo televisivo con su imagen y su personalidad
VALÈNCIA.- Theodopulos ‘Theo’ Kojak no era un poli cualquiera. De hecho, a medida que la década de los setenta avanzaba, la televisión hacía lo posible para que sus polis se salieran de los estereotipos del género. En lugar de limitarlos a que fueran vestidos de uniforme y pegando tiros, se les intentaba conferir un carisma que les hiciese especiales. Por aquel entonces teníamos al inspector Colombo, siempre metido en su gabardina y con aire de despiste, al dúo intergeneracional de detectives formado por Karl Malden y Michael Douglas en Las calles de San Francisco, sin olvidar a Frank Cannon, un expolicía metido a detective privado, de edad madura y con sobrepeso, encarnado por William Conrad, protagonista de la popular Cannon.
Precisamente, Theo Kojak fue el proyecto televisivo que tomó el relevo de Cannon en la programación de la CBS. Calvo, cínico y sagaz, impecablemente vestido con trajes de tres piezas y un sombrero Bailey Gentry, el teniente Kojak no tardaría en catapultar a la serie que le dio vida al número uno de los programas más vistos en Estados Unidos en 1973. Con él había nacido algo más que una estrella televisiva: había surgido un nuevo tipo de estrella televisiva.
La historia de Kojak comenzó casi de manera casual. Fue creación de Abby Mann, reputado guionista que venía de trabajar en Hollywood y ganarse un Oscar al Mejor Guion adaptado por su trabajo en ¿Vencedores o vencidos? (1961). Para la televisión trabajó en telefilmes basados en crímenes reales. Uno de ellos, The Marcus Nelson Murder, tenía entre sus personajes a un detective que respondía al apellido de Kojack. Poco después, y con una letra menos en el apellido, Kojak se convertía en protagonista de su propia serie, escrita y coproducida por Mann. Su protagonista era un teniente que operaba en el sur de Manhattan y se especializaba en mantener la ley en barrios conflictivos que conocía bien porque él había crecido en uno de ellos. Kojak compartía con el actor que lo encarnaba, Telly Savalas, raíces griegas, y eso, en una época en la que lo griego —desde que Jackie Kennedy se casó con Aristoteles Onassis— tenía su encanto. Y eso que por aquel entonces no sabíamos que Savalas era amigo de un tal Giannis Anastasakis, de cuya hija pequeña era padrino, una niña que años después se hizo famosa bajo el nombre artístico de Jennifer Aniston.
Kojak era un tipo duro de la calle pero leía a Poe. Metía en la cárcel a prostitutas y camellos, pero empatizaba con ellos porque había convivido con gente así desde su infancia. Pocas veces en la historia de la televisión se ha dado una simbiosis tan perfecta entre un actor y su personaje. Sí de acuerdo, Colombo ya existía, pero tenía aspecto desastrado y guapo precisamente no era. Tampoco es que Kojak lo fuese, pero Savalas se encargó de conferirle un poderoso atractivo. Porque el teniente, pelón como una bola de billar, hacía de su calvicie un poderoso fetiche. Gracias a Kojak, estar calvo ya no tenía por qué ser una maldición. Fue así como Telly Savalas remató la labor que, en su día, y exclusivamente desde la gran pantalla, inició Yul Brinner. Antes de llegar a la serie, Savalas aceptó raparse el poco pelo que tenía para interpretar a Poncio Pilato en La historia más grande jamás contada (1965). Le gustó tanto su look que decidió mantenerlo y con él interpretó al villano de Al servicio secreto de su majestad (1969), la única peli de James Bond protagonizada por Georges Lazenby. Antes de eso también había ejercido como director y productor de televisión para la cadena ABC. Y, ojo, había sacado discos siguiendo el método William Shatner, es decir, en plan me grabo un disco aprovechando que soy una cara conocida pero como no sé cantar, cojo un tema ajeno y lo recito sobre un fondo musical. Esta faceta suya nunca tuvo buena acogida en Estados Unidos pero en Inglaterra, una versión de If, del grupo Bread, lo catapultó al número uno.
Kojak apenas ejercía la violencia. Sus investigaciones se resolvían sobre todo por medio de la lógica. El humor era fundamental en el personaje. Tenía frases que usaba como coletillas, algunas sin traducción posible y otras tipo «¿Quién te quiere a ti, nena?» Entre sus mejores ocurrencias figura esta máxima: «Todos nacemos calvos, cariño». Y entre los detalles que le hicieron único, está el chupachups. Como las leyes americanas eran estrictas en lo referente a mostrar fumadores en televisión, los guionistas decidieron que Kojak alternara el tabaco con los dulces. A partir del capítulo 8 de la primera temporada, el teniente duda a la hora de encenderse el enésimo pitillo y termina destapando un chupachups. «Así elimino la brecha generacional», bromeaba con un compañero, aunque lo que realmente estaba haciendo era añadirle una gota más de erotismo a su personaje. Un tipo duro de aspecto viril (en 1974 Savalas posó sin camisa para la portada de la revista People) disfrutando de la misma manera en que lo hacen los niños. Kojak aportó una nueva sexualidad masculina a la ficción televisiva.
Su popularidad arrasó en EEUU. En una primera versión del guion de la película de Superman, y que por desgracia estuvo sujeto a cambios, el superhéroe se encontraba por la calle con Kojak y lo confundía con Lex Luthor. Se licenciaron productos asociados a Kojak como coches en miniatura, walkies e incluso alarmas. Pero la opción comercial más clara de todas, esa solamente la vimos aquí. En España, que siempre hemos sido más de la picaresca, lo que se hizo fue fabricar una marca de chupachups rellenos de chicle que llevaban su nombre e incluso se valían de la imagen del personaje. Eso y su aparición en una de las estrofas de Las sevillanas de los cuatro detectives de Pepe da Rosa («robaron un camión de chirimoyas / aquí el teniente Kojak») dan una dimensión de su impacto en nuestra cultura popular.
Como todo lo que tiene que ver con la televisión y con la vida en general, Kojak reinó en la parrilla hasta que su luz comenzó a flaquear. En 1978, tras cinco temporadas, la serie fue cancelada. Hubo un par de películas para televisión durante los años ochenta que intentaron revitalizar al personaje. Pero se puede decir que la muerte de Savalas en 1994 acabó con el personaje. En 2005, el actor negro Ving Rhames fue contratado para protagonizar una nueva versión del teniente, pero la serie no pasó de la primera temporada. Desde hace años se espera una versión cinematográfica del teniente que debería estar protagonizada por Vin Diesel. A Jason Statham tampoco le iría mal el papel. Son calvos malotes que tienen como abuelo espiritual a nuestro añorado teniente.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 86 (diciembre 2021) de la revista Plaza
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