MURCIA. Joaquín Peiró, uno de los jugadores más brillantes que ha vestido la elástica del Real Murcia a lo largo de su centenaria historia, dejó huella en el conjunto grana y lo hizo tanto en el césped como en el banquillo mostrando ser un caballero del fútbol, incluso en los malos momentos que le tocó vivir. En la entidad se han hecho eco de su fallecimiento a la edad de 84 años "con profunda tristeza" y se ha recordado su estancia en el club.
Peiró llegó a Murcia con apenas 18 años, cuando fue cedido por la cantera del Atlético de Madrid. A tan temprana edad el madrileño fue capaz de marcar 15 goles y resultó clave en la consecución del ascenso a Primera en 1955.
El vínculo del Galgo del Metropolitano, como se le conoció, con el Real Murcia fue estrecho. De hecho, aquí debutó como futbolista profesional mediada la década de los 50 del pasado siglo. En el curso 1954/1955 el conjunto de la capital del Segura dio el salto a la máxima categoría como campeón de Segunda con 40 puntos de 60 posibles y marcando 83 goles en 30 partidos. Quince de esos tantos llevaron la firma de ese adolescente que empezaba a hacerse hueco en el mundo del fútbol y que fue el segundo máximo realizador pimentonero del curso por detrás del pichichi de la categoría, José Gallardo, quien logró 24.
Tras aquella exitosa temporada Peiró regresó al Atlético, entonces para enrolarse en el primer equipo, y desarrolló una brillante carrera que culminó en 1970 tras pasar también por equipos italianos como el Torino, el Inter y la Roma.
Como entrenador Peiró igualmente pasó por la casa grana y lo hizo en dos etapas distintas.
En la primera de ellas, en el curso 1991/1992, dirigió la nave en Segunda División logrando el undécimo puesto en la tabla con 31 puntos tras las 38 jornadas de una temporada que finalizó con muy mal sabor de boca pues al Murcia se le descendió en los despachos por deudas.
Once años después Peiró, ya con 67, volvió para hacerse cargo del equipo en Primera, pero no le fue bien. Fue fichado una vez obtenido el ascenso que llegó de la mano de David Vidal y, tras la vigésima jornada, después de un empate a dos frente al Celta de Vigo en La Condomina, fue destituido cuando el equipo era colista y, con 13 puntos sumados, estaba a ocho de la zona de salvación. La llegada del galés John Benjamin Toshack no mejoró la situación y el Murcia bajó como último con 26 puntos, a nada menos que 16 de la salvación.
Durante su estancia en la ciudad, al margen de sus números, Joaquín Peiró dejó su impronta, la que le acompañó durante toda su carrera, la de un hombre de fútbol elegante, de trato cordial y muy amable con quienes coincidió a diario. Por momento se le criticó por no aplicar la mano dura, pero él era otro tipo de entrenador y se mantuvo firme con sus ideas y su filosofía, la que forjó durante una carrera larga y exitosa que incluyó Murcia y al Real Murcia desde el inicio y hasta el final.