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ESTÉTICA DEL VERANO

La invención del parque acuático

16/08/2023 - 

MURCIA. Húmedo y salvaje. Así se traduce el nombre del considerado primer parque acuático del mundo. Su inventor, George Millay, inauguró en 1977 el Wet ‘n Wild,  en Orlando, Florida. Este parque estuvo en funcionamiento hasta el 2016, y formaba parte de Universal Orlando y sus 541 acres de extensión (más de dos millones de metros cuadrados) de competencia directa al Walt Disney World Resort, situado a poco más de veinte kilómetros. Wet ‘n Wild compartía jurisprudencia con Epic Universe, Islands of Adventure o Volcano Bay, tres parques temáticos fundamentados en el reposicionamiento de los destinos turísticos y la creación de dinámicas de ocio escenografiadas. Como en Un mundo feliz, ficción en la que los juguetes, juegos y entretenimientos han de ser más sofisticados y complicados que sus predecesores, el turismo de finales del siglo veinte demandaba mayor rebuscamiento y artificio. 

La nueva y húmeda cultura yuppie del tiempo libre llegó a España en 1984. Isla Fantasía, en Vilassar de Dalt Barcelona, y Aqua Park en Torremolinos, Málaga, fueron los parques acuáticos pioneros de España. Para el geógrafo Salvador Antón Clavé, uno de los autores que más ha investigado en el concepto y desarrollo de los parques temáticos, este fenómeno social, cultural, económico y territorial es una “clara manifestación espacial del capitalismo corporativo y simboliza el papel de la industria del ocio y el entretenimiento como catalizadores del desarrollo de las economías mundiales”. Antón Clavé habla también en términos de “ageografía”, un concepto de Michael Sorkin para retratar la homogenización de los espacios urbanos, de ocio y de turismo. Para Sorkin, la ciudad o pueblo ageográfico se ve “en los grupos de rascacielos que se elevan desde los campos vallados próximos a autopistas interestatales; en los enormes centros comerciales, instalados por las cadenas nacionales de grandes almacenes, y rodeados de enjambres de automóviles; en los hoteles con grandes vestíbulos herméticamente sellados y clonados de costa a costa; en las uniformes e históricas aglomeraciones de gente acomodada, y en centros comerciales y de ocio; en las disgregadas e interminables extensiones de nuevos suburbios, sin centro urbano; y en la maraña de antenas formada por cien millones de tejados (…) en las nubes de antenas parabólicas orientadas hacia un mismo punto geosincrónico”. Podemos añadir que la ageografía se identifica en los largos toboganes multicolores y las cuevas marinas de cartón piedra.  

Aquarama (Benicàssim), Aquópolis (Cullera), Aqualandia (Benidorm), Aqua Natura (Benidorm), Polinesia Marina d'Or (Oropesa del Mar), Pola Park (Santa Pola)… los principales parques acuáticos de la Comunitat Valenciana están situados en algunos de los municipios con mayor presión turística. Guillermo R. Gil en este artículo publicado hace unos días en Valencia Plaza, recogía el ránking de poblaciones que superan los cien viajeros diarios por cada 1.000 habitantes. La presión turística en estos lugares, además de alterar la prestación de servicios a la ciudadanía e incidir en la huella ecológica, produce una fetichización de lo kitsch, una  romantización del turismo coent parido en el desarrollismo, una estitización de un modelo turístico y urbanístico que solo pensaba en el aquí y ahora.  

«Los parques se alimentan del concepto formalmente urbano de las exposiciones universales, de la capacidad de satisfacer las necesidades lúdicas de los humanos a través de sistemas ‘manufacturados’ propios de los parques de atracciones, del lenguaje fragmentado, a escenas, característico de la cinematografía y del efecto de representación del mundo heredero de la más clásica tradición jardinística. (…) Los parques temáticos no sólo son un complicado sistema de escape de la cotidianeidad sino también lugares con vocación didáctica y de significación», opina Antón Clavé. En el caso de los parques acuáticos valencianos, esa representación de otros mundos pasa por fusionar los motivos marineros con los tropicales y el imaginario gringo/californiano. La apropiación cultural se nutre de Hawaii, Samoa, Tailandia y cualquier otro destino con cabañas de caña, cocoteros y hojas de palmera. 

La estandarización de los parques acuáticos valencianos también es debida a la firma de los proyectos: el arquitecto José Antonio Nombela fue el creador de Aquàlandia, en Benidorm y Aquarama en Benicàssim. Durante una visita a Estados Unidos, Nombela criticó la falta de estética de los parques acuáticos norteamericanos, desdén que ahora, con la perspectiva del tiempo, corrige. “Ahora, con experiencia, comprendo lo fácil de esa postura crítica desde mi desconocimiento de entonces; todo esto lo cuento como advertencia, para que quien se adentre en este campo no caiga en ese mismo defecto de simplificación que yo hice”, declaró para un artículo de Carlos Pastor en Culturplaza. 

“En el verano de 1985 se inauguraba uno de los iconos de Benidorm, el parque acuático Aqualandia. No se trataba de un parque más, abrió sus puertas como el más grande de Europa y uno de los mejores”, afirman desde el blog de Aqualandia, la cadena de instalaciones de ocio acuático. “El primer acierto fue crear el parque en un entorno natural, Sierra Helada, rodeado de pinos y en una zona alta”. Aqualandia es un ejemplo paradigmático de la constitución de Benidorm: intervenir la naturaleza para edificar a la vez que se emplea de reclamo publicitario. Y el agua. Pedro Zaragoza, el emblemático alcalde franquista que hizo de Benidorm lo que es, comenzó su leyenda en 1960 al poner en funcionamiento la primera red de suministro de agua desde el pozo de Rabasa en Polop. 


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