/ OPINIÓN

Industria cultural y la pandemia

7/06/2020 - 

     

MURCIA. Ayer estuve tocando la guitarra por pasar el rato con un amigo mío que es payaso en el Circo del Sol. Se ha tenido que volver a Murcia por la pandemia ante la suspensión del espectáculo en el que trabajaba. Me quedé desolado con lo que me contó: resulta que el mismísimo Cirque du Soleil, un modelo de gestión empresarial que se estudia en las facultades de economía, el ejemplo de estrategia de océano azul, podría estar al borde de la quiebra por la covid-19. La élite de los artistas, el modelo de industria cultural bien gestionada, al borde de la quiebra. Increíble.

Mi amigo al tener que volver de Houston, donde le pilló la clausura de la gira, no tiene derecho a prestación ni ayuda de ningún tipo por no haber cotizado en España, como es lógico, pero si la situación se alarga los recursos se agotan. Tampoco es plan, en principio, irse a vivir a alguno de los distintos países en los que ha cotizado. Su caso no es tan grave porque juega en las grandes ligas y ahí están bien remunerados, pero no es lo habitual entre el común de los artistas. Y tampoco es de él de quien quiero hablar, sino de lo que me contó y lo que supone esta crisis para la empresa en la que trabaja.

El caso es que el Cirque du Soleil había hecho importantes inversiones en nuevos espectáculos: varios en Las Vegas, otros en parques temáticos por todo el mundo, nuevos espectáculos en arenas, en cruceros, de carpa, las decenas que tiene girando y los que se estaban ensayando en su sede de Montreal… inversiones en su proceso productivo en definitiva, y de pronto se paraliza todo. Los ingresos de la empresa proceden de la taquilla, no hay otra (hay merchandising, regalías y otros, pero son residuales y también afectos a la actividad). Si se cierran los espectáculos, se para la taquilla, se cierra el grifo y la empresa más internacional del mundo del espectáculo se va al garete. Es terrible.

Sirva este ejemplo de introducción ya que casi todos los días tengo que explicar en algún foro la tragedia que supone la paralización de la industria cultural (y digo bien cuando hablo de tragedia y no de drama, en esto no me van a pillar). Pero es que desgraciadamente la radicalización política que vive nuestra sociedad española afecta desde hace años a la visión que se tiene de la cultura, que ahora se ha acrecentado y los prejuicios de algunos impiden ver la triste realidad de un sector que ha quedado totalmente paralizado. Son muchos los que miran por encima del hombro, incluso con desprecio, como si merecieran lo que les ocurre a esos “paniaguados de las subvenciones”. Me indigna cuando escucho a supuestos liberales reprender al gobierno por haber tomado medidas de ayuda al sector de la cultura, medidas insuficientes y tardías, por cierto, porque la singularidad del sector requiere otra intervención. 

Cuando esto pase hablaremos también de subvenciones y ayudas necesarias para este sector, porque yo también soy liberal y me sitúo ideológicamente en el liberalismo social europeo, que difiere considerablemente del americano. Por eso es tan importante para los que piensan como yo la defensa de la educación y la sanidad pública, así como la necesidad de que el estado se implique en la generación de conocimiento, favoreciendo la innovación y, por supuesto, la cultura, que es un derecho reconocido en el artículo 44 de la Constitución que además obliga al estado a promoverla y tutelarla.

De la noche a la mañana, empresas de ámbito cultural se vieron obligadas a cesar su actividad cortando de forma irreversible sus ingresos como les ocurrió a la hostelería, al comercio y otros con la diferencia de que en la mayor parte de los casos no podían incluir a sus trabajadores en un ERTE por las peculiaridades del régimen especial de artistas y porque el cierre de los espectáculos públicos fue anterior a la declaración del estado de alarma.

Cada EMPRESA del sector de la cultura que para su actividad afecta no solo directamente a los artistas, hay mucho más: directa o indirectamente afecta a personal administrativo, asesores, técnicos, carpinteros, sastres, electricistas, hoteles, restaurantes, agencias de viajes, compañías de transporte, imprentas... Profesionales, que por más que a algunos pese, lo son como el camarero, el cocinero, el abogado o cualquiera del sector servicios. No es el momento de hablar despectivamente de “titiriteros”, de paniaguados ni de estómagos agradecidos. Es el momento de arrimar el hombro y buscar soluciones que permitan la subsistencia de un sector que tan grata nos hace la vida en circunstancias normales (incluso anormales, pensemos si no en el confinamiento). 

El Ministerio de Cultura, después de su desplante y desprecio inicial, rectificó y ha respondido; en la medida de sus posibilidades, la Comunidad y ayuntamientos tampoco han dado la espalda. Pero sigue faltando un plan imaginativo y suficiente pues la vuelta a la normalidad será escalonada, llena de obstáculos y con grandes nubarrones en el horizonte; los créditos blandos habrá que devolverlos y esa será la puntilla para muchas de las empresas murcianas, porque no hay nada que nos haga pensar que los ingresos futuros van a ser superiores a los que había, sino todo lo contrario.

Todos mis respetos y admiración a agricultores y ganaderos pero estoy orgulloso de haber sido “titiritero”.

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