EL PASICO DEL APARECIDO / OPINIÓN

Indultemos al portavoz Argüello

17/07/2021 - 

CARTAGENA. Los indultos a los separatistas catalanes condenados por sedición y malversación fueron debatidos los días 23 y 24 de junio en la Comisión Permanente de la CCE (Conferencia Episcopal Española). En contra de lo que se ha dicho, sus miembros no apoyaron la concesión de los indultos, aunque tampoco la rechazaron por "no dejar solos a los obispos catalanes". En esa prudente línea, sugerida por el propio Omella, ni siquiera previeron una reunión de la Asamblea General para tratar la cuestión. Se equivocó, pues, el expresidente pepero Aznar cuando declaró el 25 de junio, refiriéndose a los obispos, que "son días para apuntar y no olvidar"; a pesar de su apología de la memoria, quizás haya olvidado que, en 2015, el papa Francisco nombró arzobispo de Barcelona a Omella porque el Gobierno de Rajoy, convenientemente asesorado, había objetado las previas candidaturas de varios obispos catalanes a esa importante sede. Una estrategia exitosa, toda vez que el aragonés optó por una línea moderada, intermedia entre las versiones más extremas del separatismo y el españolismo, mientras que los otros candidatos eran declaradamente separatistas.

En la reunión de la Permanente se expresaron las tres opiniones discrepantes que conviven en su seno. Capitaneada por el arzobispo de Tarragona, que preside la inane Conferencia Episcopal Tarraconense, y animada por el arzobispo diocesano de Urgel (que también se ocupa de Andorra), la muy minoritaria facción separatista se pronunció nítidamente a favor de "las medidas de gracia", logrando el apoyo de los cardenales Blázquez, expresidente de la CEE, y Osoro, de Madrid. En la línea opuesta figuraron arzobispos como Sanz Montes, de Oviedo, y Cerro Chaves, primado de Toledo, título muy significativo en este debate pues, desde antiguo, hubo una cierta tensión entre la sede tarraconense, decisiva en los primeros siglos cristianos, y la toledana, que posteriormente se alzó con la primacía (de ahí lo de primado) por decisión papal. 

"el portavoz se negó a responder "ni sí, ni no" a los indultos, pero, repreguntado, no le quedó otra que admitir que los obispos estaban "con el perdón y el diálogo" que con "posiciones inamovibles"

Concordando con el criterio del primado, la mayoría de los miembros de la Permanente se apuntaron a la tesis, antaño expresada por el cardenal Cañizares, anterior primado y ausente de la reunión, según la cual "la unidad de España era un bien moral de obligada protección". Presidida en aquellos tiempos por Rouco Varela, la CEE decidió que "ninguno de los pueblos que forman parte del Estado podría entenderse, tal y como es hoy, si no hubiera formado parte de la larga historia de la unidad cultural y política de esa antigua nación que es España". Por si eso no bastase, harían bien Aznar y Casado en dejar de creer, y criticar, que "los obispos apoyaron los indultos" porque, en realidad, lo que triunfó fue la tercera vía, la del presidente Omella, consistente en omitir cualquier pronunciamiento por escrito. Como esa deliberada omisión venía avalada por el arzobispo filipino Cleopas, nuncio apostólico en España, cabe suponer que triunfó por haber sido discretamente deslizada por el Vaticano (de hecho, Omella se ausentó de la reunión aduciendo un viaje urgente a Roma).

Una vez acordado excluir los indultos del comunicado escrito, los miembros de la CEE encargaron a su portavoz, Luis Argüello, obispo auxiliar de Valladolid, que lidiase con el embrollo. Aunque se había colocado en el campo de los españolistas durante la sesión, en su rueda de prensa, fiel a lo acordado, no mencionó los indultos. A diferencia del presidente Sánchez cuando presentó su más que acertada renovación ministerial, el obispo Argüello admitió preguntas y, naturalmente, los periodistas le plantearon la cuestión. Tenazmente, el portavoz se negó explícitamente a responder "ni sí, ni no" a los indultos, pero, repreguntado, no le quedó otra que admitir que los obispos estaban "con el perdón y el diálogo" que con "posiciones inamovibles". Pues bien, sus palabras fueron interpretadas de inmediato como "los obispos avalan los indultos" por aquellos que, de antemano, querían titular así. 

Esa bienintencionada y forzada respuesta, que no declaración, contrarió a varios obispos, y ahora se especula si sus palabras influirán en la posibilidad de ser nombrado arzobispo castrense, puesto vacante desde28 de enero, fecha en la que falleció su titular, Juan del Río. La verdad es que suplirlo será un reto: hombre tan laborioso e inteligente como sencillo, hizo un excelente trabajo en su difícil puesto castrense, lo que no le impidió publicar periódicamente unos libritos con reflexiones pastorales de gran actualidad, como el que dedicó a la doctrina ecológica de la Iglesia, en el que comparaba la línea de San Francisco de Asís (hermano lobo, etc.) con la de San Benito de Nursia, el fundador de los monasterios que tenían que mantenerse solo con la oración y el trabajo, en buena medida agrícola, de los monjes (como diríamos hoy, monasterios "sostenibles y autosuficientes"). En su emocionante Un plus de Humanidad incluyó un Diario de un pastor en la covid-19, en el que catequizaba en el contexto de la pandemia de la enfermedad que luego lo mató. Tan a la última estaba que también publicó unas Reflexiones en Twitter 2.0, un conjunto de mensajes breves presidido por el consejo bíblico "di mucho en pocas palabras", una genuina transgresión en estos tiempos de decir muy poco con muchas palabras.

Al arzobispo castrense, que tiene rango y sueldo de general, lo nombra el papa a propuesta del rey de España, que lo elige de una terna elaborada por consenso entre la Nunciatura Apostólica y el Ministerio de Asuntos Exteriores. La cosa venía enfollonada de antemano porque los ministros de Podemos se oponían a que se nombrase nuevo arzobispo castrense, mientras que la ministra del ramo, Arancha G. Laya, guardaba silencio, y la ratificada de Defensa, Margarita Robles, era partidaria de cumplir lo establecido en los acuerdos entre el Vaticano y el Estado español. Ante esa discusión, el arzobispo Omella pidió audiencia a Felipe VI, en cuyo curso decidieron impulsar el nombramiento, no sin que el rey dejase entrever que su favorito era Argüello, en detrimento de Gil Tamayo, gran colaborador de Juan del Río. Reactivado por los indultos, el pulso entre Robles y los podemitas sigue vivo, pero se ignora el criterio del recién nombrado ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, y, en ese escenario, se preguntan los altos mandos militares y los obispos si el rey propondrá finalmente a Argüello u optará por otro prelado. 

Sin que nadie le haga caso, el Aparecido viene proponiendo que, igual que en los salones del salvaje oeste había un cartel que rogaba "no disparar al pianista", convendría poner un aviso por doquier, y en particular en los cuarteles, que dijese "puestos a indultar, indultemos al portavoz Argüello". Al fin y al cabo, no ha prevaricado ni malversado; solo contestado una repregunta incontestable (cosa que ya Wittgenstein consideraba desaconsejable, aunque luego pensó que ese tipo de cuestiones acaso fueran las más interesantes).

JR Medina Precioso

jrmedinaprecioso@gmail.com

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