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Antropología Industrial 

Hipostasiar

En Crítica de la razón pura Kant desarrolló el término hipostasiar alegando que el conocimiento de las cosas surge de la interacción entre la experiencia sensorial y las estructuras mentales de las personas, pero el conocimiento solo viene a través de los sentidos

| 15/08/2024 | 3 min, 52 seg

VALÈNCIA. La mente humana es tan profunda y compleja que es capaz de pensarse a sí misma, una propiedad de la que sospechamos carecen los demás seres del universo conocido.

La mente funciona por medio de metáforas, transformando los estímulos del exterior en ideas y conceptos que pueden elaborarse para obtener nuevas ideas y comunicarlas. Lo que somos y lo que creemos que somos no es sino el poso de percepciones sensoriales mejor o peor cocinadas. 

Este funcionamiento mediante metáforas las convierte en el lenguaje universal, por medio de las cuales somos capaces de traducir la realidad en símbolos con significado, y al contrario. No podemos entender el mundo en escala uno a uno, facultad que dejamos para la divinidad, así que para vivir nos conformamos con llevar encima un plano a pequeña escala de las cosas que percibimos y sabemos. Sin embargo, la ventaja de pensar con símbolos tiene también un riesgo inevitable: que, a menudo, confundimos la realidad y la idea, y tomamos por cierto lo que solo es una ilusión, un cuento.

La capacidad de hipostasiar es también la clave del marketing, que nos hace creer que lo que deseamos es real, y es el alimento de la política por idénticas razones

Este mecanismo de confusión recibe el nombre de hipostasiar, y fue Immanuel Kant (1724-1804) quien lo desarrolló y lo divulgó en su famosa Crítica de la razón pura. Kant, uno de los más grandes filósofos de la Europa de los últimos siglos, alegaba que el conocimiento de las cosas se construye a partir de la interacción entre la experiencia sensorial y las estructuras mentales de las personas, pero que solo podemos tener conocimiento seguro de la realidad a través de los sentidos, lo que él llama fenómenos. Kant fue un puente entre la filosofía clásica, anclada tan atrás como Platón, y la filosofía contemporánea. Su estilo prusiano y la aridez, en ocasiones, del contenido de sus reflexiones han hecho que su obra se haya convertido en un símbolo de lo que podríamos llamar 'el tostón filosófico', y la mención de su Crítica de la razón pura es un meme linguístico para referirse a escritos densos e inabordables.

A pesar del relativo poco éxito de Kant como superventas, la importancia de la hipóstasis se evidencia en una observación cotidiana. Para entender el mundo, las personas nos dejamos llevar, casi siempre, por la creencia y, raras veces, por la razón. Suponemos que hay sabios científicos encargados de descubrir la verdad de la naturaleza, pero no nos fiamos de ellos y solo confiamos en sus descubrimientos si podemos palparlos o casan con nuestras creencias anteriores. 

Y eso ocurre en la zona iluminada de la ciencia, que nos predispone a aceptar novedades, así que ya sabemos lo que podemos esperar del océano irracional e instintivo que domina nuestra sociedad, nuestra forma de pensar y nuestras acciones. Esa interminable área simbólica, pero muy real, de sentimientos sin justificación, creencias absurdas o pulsos instintivos, que los anglosajones denominan guts y nosotros ubicamos más abajo.

Hipóstasis es un término usado también en teología y medicina legal y, esto, por razones muy diferentes pero con la misma base etimológica. El término griego original significaba fundamento, sustancia o subyacente y, por eso, sirvió para definir la Santísima Trinidad o para saber en qué posición ha descansado un cuerpo. De la idea más abstracta al fenómeno más material, concreto y definitivo. 

La capacidad de hipostasiar es también la clave del marketing, que nos hace creer que lo que deseamos es real, y es el alimento de la política, por idénticas razones.

Por nuestro bien, a todos los niveles, conviene meditar si lo que pensamos responde a la realidad, si nuestras convicciones están respaldadas con hechos que las prueben o rebatan y no son solo ideas que se inocularon en nuestra mente como se pega en las suelas eso que pisamos por las aceras. 

* Este artículo se publicó originalmente en el número 118 (agosto 2024) de la revista Plaza

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