EL PODER Y LA PALABRA / OPINIÓN

Haz lo que yo haga, no lo que yo diga

30/04/2023 - 

MURCIA. Acudió entusiasmado mi confidente a conocer los últimos avances en inteligencia artificial. Se sentía un privilegiado por haber sido uno de los pocos escogidos para realizar un selectivo curso sobre digitalización en su ámbito profesional.

Un prestigioso consultor dirigía las sesiones acompañado por un panel de expertos del más alto nivel. El apartado lugar elegido, un antiguo claustro monacal, contribuía tanto al recogimiento como al sentimiento de asistir a una ceremonia iniciática para acceder al verdadero conocimiento, ese que le es ajeno a la mayoría de los mortales y le otorga una especie de poder cabalístico que establece un abismo entre quienes tendrán el poder para dirigir el mundo y quienes serán sólo pobres consumidores, o dóciles usuarios que venderán su alma a los primeros, a cambio de una vida entretenida y cómoda.

"La I.A. es una realidad disruptiva, que está cambiando el mundo de manera abrupta"

No tardó mucho tiempo en ratificar su sospecha. La I.A. (Inteligencia Artificial) no es sólo un paso más en el camino de la innovación, se trata de una realidad absolutamente disruptiva, revolucionaria que está cambiando el mundo de manera abrupta, acelerada y radical y está estableciendo un nuevo paradigma, un nuevo marco de relaciones. Los nuevos avances en I.A. el chat GPT, el metaverso, están cambiando ya nuestras formas de producir, nuestros modelos de negocio, nuestras maneras de consumir y nuestros modos de relacionarnos.

Mi amigo entendió rápidamente que comprender y manejar los nuevos códigos no era una opción más. Si quería triunfar en un entorno competitivo, como el actual, debía subirse al carro de las nuevas tecnologías y liderar su aplicación en todos los ámbitos, prescindiendo de cualquier otra consideración. No deberían resultar relevantes consideraciones como que las grandes corporaciones vayan por delante de los gobiernos y que no existan controles reales al manejo de los datos que tan alegremente cedemos cada día que consultamos una nueva página web. Preocuparse por la dificultad de regular y defender nuestro derecho a la privacidad, como ciudadanos, es una cuestión que sólo debe inquietar a los perdedores, no a los líderes del sistema. Reflexionar sobre si una mayor conectividad nos proporcionará una mayor calidad de vida, o una mayor vulnerabilidad y una amenaza a nuestra libertad, no es una cuestión pertinente. Que los jóvenes estén atrapados por las pantallas y estén habituándose a programas que les ofrecen estímulos cada dos segundos y medio no es razón suficiente para que nos preocupemos.

La cuestión era muy clara. Para pertenecer al selecto grupo que lidera la digitalización hay que desechar cualquier reparo, cualquier escrúpulo que ponga en cuestión la inevitable transformación digital. Los beneficios que comportará serán muy superiores, a las amenazas coyunturales que esgrimen los enemigos del progreso.

Concluido el curso que le acreditaba como experto diplomado en digitalización, me contó mi confidente que se celebró una cena de gala después de la clausura. En un ambiente informal y distendido, posterior a la cena, se aproximó al consultor que había dirigido las sesiones y le preguntó de manera directa qué opinaba, sinceramente, como ciudadano y como padre de la digitalización. Todavía no se ha repuesto mi amigo de la impresión y el desconcierto que le causó la respuesta. Después de asegurar que no permitía que sus hijos utilizaran sin un control estricto las pantallas, afirmó con rotundidad: "Son una puta mierda. Son sistemas adictivos diseñados para crear yonquis".

(NOTA. El próximo jueves, día 4 de mayo a las 18,00 horas en el Salón de Grados de la Facultad de Derecho de la Universidad de Murcia, Felipe Gómez-Pallete y Paz de Torres hablarán sobre Los desafíos de la inteligencia artificial)  

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