MURCIA. Los datos sobre el envejecimiento del censo de conductores se corroboran año tras año. Según la Dirección General de Tráfico (2019), en España de los 27.311.015 conductores, 4.385.246 tenían más de 65 años. Sin embargo, los profesionales que se dedican a la valoración de sus capacidades para una óptima conducción y el seguimiento que de éstas se hacen no ha cambiado, así como el tipo de valoración, desde sus orígenes en nuestro país. Cabría plantearse si no sería necesario actualizar las normativas y evaluaciones para los conductores mayores, ya que cada año suman usuarios a las vías de circulación.
Envejecer no tiene por qué ser sinónimo de pérdida, pero sí de cambio. Como ocurre en otras etapas de la vida, es preciso adaptarse a las demandas del entorno considerando las condiciones de salud que se tengan, atendiendo no sólo a la esfera física, sino también cognitiva y emocional.
"todas las personas no envejecen igual"
Es un hecho que la población envejece. Esto conlleva cambiar el prisma con el que se percibe a las personas mayores y las actividades que éstas desarrollan, partiendo de un marco de envejecimiento activo en donde se plantea considerar la senectud como un proceso continuo en el que encontraremos un pequeño porcentaje de personas mayores con un "envejecimiento exitoso", el grueso de la población mayor que presenta un "envejecimiento normal" con patologías asociadas al devenir de los años, tanto físicas (glaucoma, hipertensión, etc.) como cognitivas (menor velocidad de procesamiento, mayor inflexibilidad cognitiva…), pero que no implican, a priori, incapacidad funcional para la persona. Encontrando en otros una etapa intermedia entre el envejecimiento normal y el patológico, que desde la perspectiva neuropsicológica se conoce como "deterioro cognitivo leve" (DCL), personas mayores relativamente independientes pero que presentan una pérdida cognitiva superior a la esperada para su edad.
Evidentemente, todas las personas no envejecen igual, siendo preciso valorar las capacidades que cada una tiene en relación con las actividades que desempeña y, entre éstas, se encuentra la conducción de vehículos. En relación con esta actividad, se suele andar en la cuerda floja cuando en la balanza se pone de un lado la necesidad y/o deseo de seguir conduciendo por parte del anciano y del otro lado velar por la seguridad vial, en el caso de que éste no preserve adecuadamente sus capacidades psicofísicas. Pues todas las personas pueden ser excelentes o pésimos conductores en cualquier época de su vida, pero es de vital importancia ser conscientes de las limitaciones que van apareciendo con la edad, las cuales pueden influir negativamente en el mantenimiento de una conducción segura: déficits sensoriales, motores y cognitivos.
"se hace necesario plantear una mayor vigilancia en la conducción de las personas mayores, no con una intención punitiva sino preventiva"
Según lo estipulado por la ley, en nuestro país el control de dichas capacidades psicofísicas se lleva a cabo en los Centros de Reconocimiento para Conductores (CRC), pero valorar los déficits cognitivos, que se pueden presentar a lo largo del proceso de envejecer, puede resultar complicado en un breve plazo de tiempo y sin las pruebas complementarias suficientes. Por ello se hace necesario plantear una mayor vigilancia en la conducción de las personas mayores, no con una intención punitiva sino preventiva.
Al igual que no hay que alimentar al que puede llevar la cuchara hasta su boca eficazmente, no se debe restringir la conducción de su vehículo a aquellas personas que aún puedan seguir haciéndolo de un modo seguro, por el mero hecho de cumplir años; pues las consecuencias negativas de anticipar una dependencia no constatada pueden ser nefastas para la autoestima de la persona mayor. Por ello este tipo de valoraciones deben realizarse desde una perspectiva multidisciplinar y con el apoyo de la familia. Recibir un diagnóstico de DCL, por ejemplo, no es sinónimo de abandonar la conducción, pero sí de un mayor control de sus capacidades psicofísicas.
Es necesario ampliar el abanico de profesionales que atienden las nuevas demandas que está generando la población mayor, en donde el papel del psicólogo y, más concretamente, del neuropsicólogo, se torna esencial.
Salvadora Manzanares
Neuropsicóloga y miembro del grupo de trabajo de envejecimiento del Colegio Oficial de Psicología de Murcia