MURCIA. En abril de 1977, en plena transición democrática, y unos días después de la Semana Santa de ese año, fue legalizado en España el Partido Comunista de España (PCE).
Por aquel entonces yo tenía 12 años y lógicamente ni seguía ni me interesaba la política (¡qué felicidad…!). Vivía en Murcia, pero junto con mi familia me trasladé a un pueblo de la provincia de Zamora, en una comarca que se llama Sayago, a pasar las vacaciones escolares de Semana Santa.
Y fue allí, en la pared del Ayuntamiento, donde encontré una pintada –entonces aún no se estilaban ni los grafitis ni las pintadas ‐ que recordaré toda la vida, y que rezaba como el título de este artículo: "Guarda tus gallinas, que viene el PCE".
Tanto me llamó la atención, no sé si por la novedad de ver una pintada en un Ayuntamiento o por lo de las gallinas, que le pregunté a mi padre su significado. Con una explicación adecuada a mi edad, me contó entonces mi padre qué era el comunismo y cómo 'entendía' la propiedad privada. Y me dijo que aunque se presentaran en un contexto de libertad como el que en esos momentos se intentaba establecer en España, en realidad los comunistas ni creían en la libertad, ni en la propiedad privada, y de hecho ni siquiera en la democracia.
Siempre agradeceré a mi padre su explicación, y a ese grafitero anónimo probablemente con muy poca instrucción, su sabiduría: esa sabiduría popular del que probablemente experimentó el comunismo o se lo explicó alguien que lo había vivido directamente.
Traigo a colación este recuerdo de infancia por el pacto que el PSOE acaba de firmar con ese partido que huye del calificativo de comunista, pero practica en cuanto puede su doctrina.
El candidato Sánchez nos va a hacer pagar un alto precio por su pacto con los diversos nacionalistas: facturas que vamos a notar de verdad en forma de más retrasos en las listas de espera sanitarias, deterioro y retraso en la ejecución de infraestructuras en las comunidades “no nacionalistas”, etc.
Pero el pacto con Podemos debería hacer reflexionar a quien tenga alguna “gallina”, y plantearse esconderla o guardarla bien.
Soy economista, pero no hace falta serlo para entender que los recursos de un Estado (al igual que los de una familia) son los que son. Si una familia dispone de 2.000 euros al mes y gasta 2.200, es cuestión de tiempo que primero queme sus ahorros, después tenga que hipotecar la casa, y terminar robando en el supermercado para compensar ese “desequilibrio” presupuestario. Aunque siempre hay una solución en la que las madres son expertas: “ajustarse” y vivir con dos mil euros. Y casi mejor con 1.900 y ahorrar cien cada mes para cubrir algún imprevisto que pueda surgir.
Desgraciadamente los políticos no son madres, y menos los mal llamados “progresistas”. He tenido ocasión de pegar un vistazo al documento 'Coalición Progresista' recién firmado con bombo y platillo por los dos partidos políticos mencionados y ahí se habla de aumentar la dotación para protección al desempleo, los fondos de cohesión, las pensiones, los fondos para I+D+i, las becas universitarias, los fondos para cultura, etc.
¿Quién no suscribiría esos deseos?
Pero 'mamá Estado' sigue contando con sus dos mil euros mensuales, así que quedan avisados los propietarios de gallinas.
Javier Giner Almendral es economista