rosa intenso / OPINIÓN

Gritos

18/02/2022 - 

MURCIA. Siempre que recuerdo el caso de aquella chavala me duele el corazón, siempre que escucho noticias de niños abusados sexualmente en el ámbito familiar se me encoge el alma.

Era alumna de tercero de ESO. No usaba transporte escolar, la traían. Presentaba retraso formativo y le faltaban libros. Pensé que podía deberse a problemas económicos y le facilitamos los libros —obsequio de las editoriales— entre los compañeros de las distintas materias.

"A veces gritaba de pronto en clase; era un grito desgarrador, tremendo, que nos asustaba a todos"

El desinterés de la niña por los estudios era total: no prestaba atención, no intervenía en clase y no hacía los deberes. En tutoría no se involucraba. Era hermética, permanecía al margen de todo. Su agresividad se incrementaba por días. Empezó a faltar al respeto al profesorado. Mis compañeros me alertaron de que ejercía violencia también sobre sus compañeros. Las broncas y los tacos eran constantes. A veces gritaba de pronto en clase; era un grito desgarrador, tremendo, que nos asustaba a todos. No sabíamos qué pensar, los chavales decían que estaba loca. Siempre que hablé con ella obtuve la misma respuesta: que estaba en el instituto porque era obligatorio, que cuando cumpliera los dieciséis se iba. El graduado le daba igual. 

Costó varias cartas certificadas y llamadas que viniera su madre al centro. Me pareció una mujer asustada, temerosa, que "sabía algo" y no quería problemas; me dijo que "ellos ya la habían dejado por imposible". La siguiente vez que la llamé ya no vino.

La violencia fue en aumento, las visitas a jefatura y las expulsiones (único abordaje del problema entonces) no resolvían nada salvo el descanso de sus compañeros. 

Finalmente con la implicación del equipo directivo conseguimos apoyo externo de un reconocido psicopedagogo. Un magnifico profesional que de manera altruista empezó a tratarla. Poco tiempo después conocimos las causas de esa "conducta disruptiva" —aprendimos qué era disruptiva— y que por tratarse de unos hechos que se producían en el ámbito familiar el centro no podía intervenir...

Más de treinta años después hemos conceptualizado situaciones entonces sin nombre: bullying, ciberacoso, violencia de género..., hemos legislado para proteger al menor; de hecho, hoy estaríamos obligados a denunciar inmediatamente como presunto abuso sexual. 

Las situaciones hoy son otras pero igual de graves e importantes. Los centros y la universidad están alertando de importantes problemas de salud mental de muchos jóvenes tras la pandemia. Piden a la Consejería apoyo para abordar situaciones  de autolisis, crisis de ansiedad, depresión... ¡que se producen a diario! De hecho, están en los medios.

Son llamadas de auxilio de nuestros jóvenes y peticiones de formación y apoyos de docentes y directores para atenderlos. ¡Ojalá quienes tienen las competencias sepan interpretar hoy estos gritos!

Rosa Peñalver Pérez. 

Docente. Jubilada.

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