MURCIA. No soy nostálgico, pero disfruto estudiando el pasado. No el mío, no me pierdo en lo que fue y los que un día fueron, pero sí que encuentro la belleza en muchos sitios que otras personas no. Tampoco me gustan las novelas de Grecia y Roma que están tan de moda y dicen ser el estudio de un tiempo en el que la simetría y clasicismo –que tanto me encantan– estaban a la última. Me aburren casi tanto como las policíacas. Creo que ya estamos todos un poco saturaditos. Es hora de hundirnos en nuestras psicologías.
Cuando hablo del pasado lo hago de uno más reciente. Aquellos plisados de Mariano Fortuny que salvaguardan la memoria española de lo que fuimos los españoles en Venecia a principios del siglo XX y ahora viste una sala entera en el Museo del Traje de Madrid; esas casas señoriales cuya sola presencial convierten la calle en un museo y cuyos portones y cariátides neoclásicas -buscadlas, son muy corrientes en los centros de las ciudades- soportaron las bombas durante la guerra; en ese edificio que rompe con toda estética posible y, a pesar de parecer feo, demuestra la diferencia. Por eso me gusta la moda, porque siempre tiene algo con lo que sorprenderme. Creo que por eso me gusta Pilar Dalbat. Porque sabe sorprenderme.
Yo conocía a Dalbat de oídas, pero la primera vez que la vi estábamos en el Four Seasons de la calle Alcalá y quedé asombrado ante su elegancia. Creo que solo ella puede convertir uno de los vestidos de corté más recto en algo especial y hacer que el negro nos evoque a los cuarenta años que la también granadina Eugenia de Montijo pasó de luto por la muerte de su hijo. Eso lo descubrí a la tarde siguiente en el Casino Militar de Madrid. Semanas después, nuestros vecinos franceses lo descubrieron también. Gracia 12 –como llamó a su colección haciendo referencia al número y la calle de Granada donde nació la que fue un día emperatriz de Francia– aterrizaba en la Semana de la Moda de París. Y a mí, ella, me dio un titular: la granadina de París.
Gracia 12 marca el regreso de Dalbat al escenario internacional. La marca optó durante cinco años por un formato comercial presentando bianualmente en Tranoi Carrousel del Louvre, el showroom, que coincidiendo en fechas con la Semana de la Moda, se acerca a otro público objetivo. Para Gracia 12 la diseñadora ha desarrollado una colección prêt-à-couture que reúne todos los símbolos icónicos, las técnicas artesanales y las siluetas emblemáticas de la casa y que gira en torno a la figura de la legendaria Eugenia de Montijo. Este fascinante personaje, su historia ligada a Granada y Paris y su relación con los oficios y con el mundo de la moda, son el punto de partida de la que es sin duda la mejor colección de la diseñadora hasta el momento.
Los looks de la colección han sido desvelados en la Semana de la Moda parisina, consolidando así la internacionalización de la marca Pilar Dalbat desde su atelier en el centro de Granada y fusionando y reiterando su conexión con París, donde tuvieron lugar sus primeros años de formación como diseñadora. Ha sido, sin duda, una vuelta a sus raíces más íntimas.
La colección incluye faldas con volumen xl, tops con los clásicos plisados nova de la marca, capas y espectaculares vestidos de noche. Las tafetas de seda natural se unen a tweeds, encajes amantillados, tules y metalizados, todos bordados a mano con lentejuelas, canutillos y cristales de Murano –que ya los usó en su momento el también granadino Mariano Fortuny para rematar su vestido Delphos, que fue el gran hito del siglo XX–.
El barómetro de color va del vainilla a los dorados y negros. El relato nos conduce a través del color hacia un viaje a la Francia del segundo imperio, a la grandeur napoleónica, pero también a su Granada natal, con guiños a piezas tan simbólicas como la mantilla granadina y con esos negros finales que nos hablan de la desolación de una madre que pierde lo que más quiere en el mundo.
Soy una persona sincera. Cuando algo me gusta lo digo y cuando no, lo dejo claro. Es lo único que he sacado en claro de tantos años de moda. Decir la verdad. Mentir e ir por detrás es algo que ya hacen muchos. Y mirando atentamente a Pilar y sus años de moda puedo afirmar que nos encontramos ante una nueva etapa para la firma. Una nueva visión que se enfoca en el nuevo lujo y la ostentación – diría que para personas que se no quieren renunciar a vestir como un miembro de la alta sociedad napoleónica– que a su vez bebe de la sencillez que desprenden las calles de Granada, con su río Darro y el Genil, con su Alhambra, con su
Sacromonte, con esa cultura de contrastes que va de aquel Al-Ándalus que fue a estos creadores que han andado por sus calles, que beben de sus aguas y conviven con sus gentes. García Lorca dijo que “Granada estaba indefensa ante la gente, porque ante los halagos nada ni nadie tiene la capacidad de defenderse”. Y yo lo digo de Pilar. Lo suyo es un poemario de tafetas, un sueño hecho moda.
Y así, sin más, descubrí que del Genil al Sena tan solo había una parada en un casino de la Gran Vía de Madrid.