Hace más de 100 años que se firmó la paz de "lo que sería la última guerra". Ocurrió en el año 1919 a.C. -antes de la Covid- y la celebración de este acto se llamó el Tratado de Versalles. Pero no fue la última guerra, ni la penúltima. Cincuenta países se reunieron para poner fin a la I Guerra Mundial. Con la reunión del lunes en El Elíseo, podríamos abrir la puerta para entrar en la III. Me da miedo poner el resto de palabras, por si las letras impresas se convierten en conjuro.
Un conjuro maléfico protagonizado por el presidente de Francia, Emmanuel Macron; su homólogo de Polonia, Andrzej Duda, y el canciller de Alemania, Olaf Scholz. En esta ya tradicional reunión a tres bandas, se discutirán las posibles "garantías de seguridad" para Ucrania "previas a una hipotética integración en la OTAN".
No es que sea agorera, ni pretendo que esta humilde columna se convierta en el oráculo de Delfos. Pero, ¿se han dado cuenta de que las "garantías de seguridad" deberían ser para la Unión Europea? La mayor parte de sus Estados son miembros de este otro Tratado, el de la Alianza Atlántica, y su artículo 5 los ancla con una cadena de barco, hasta el fondo del Atlántico Norte.
Este artículo consagra el principio de defensa colectiva, como su piedra angular. Y sigue siendo el principio único y permanente que une a sus miembros, y establece un espíritu de solidaridad dentro de la Alianza: "Un ataque contra uno de los Aliados se considerará un ataque contra todos los aliados". Un ataque contra Ucrania se considerará un ataque contra toda la Unión Europea. ¿Estamos preparados para declararle la guerra a Rusia?
Literalmente, este artículo maldito establece: "Las partes convienen en que un ataque armado contra una o contra varias de ellas, acaecido en Europa o en América del Norte, se considerará como un ataque dirigido contra todas ellas y, en consecuencia, acuerdan que si tal ataque se produce, cada una de ellas, en ejercicio del derecho de legítima defensa individual o colectiva, reconocido por el artículo 51 de la Carta de las Naciones Unidas, asistirá a la Parte o Partes así atacadas, adoptando seguidamente, individualmente y de acuerdo con las otras Partes, las medidas que juzgue necesarias, incluso el empleo de la fuerza armada, para restablecer y mantener la seguridad en la región del Atlántico Norte".
El llamado Triángulo de Weimar vuelve a reunirse, desde su ultimo encuentro en febrero, para establecer el "tour de force" que permita a Ucrania resistir hasta la batalla final. Por ahora, creo que queda claro que resistirán las presiones de Zelenski para entrar en la OTAN antes de que finalice el conflicto con el Kremlin.
Hete aquí el despago sufrido por Volodimir Zelenski el verano pasado cuando, en un tiempo récord, el Consejo Europeo, con la unanimidad de sus 27 Estados miembros y la aquiescencia de la Comisión y el Parlamento, decidió otorgarle el estatuto de país candidato a entrar en este club privilegiado. Y fue así porque las prisas de un lado y la urgencia anunciada por el otro no son más que promesas de enamorado.
En todo el Tratado de la Unión Europea ni en su Tratado de Funcionamiento existe ningún procedimiento de entrada mas que el artículo 49, igual para todos y sin ninguna excepción de emergencia. Es más, este artículo prevé la apertura de un farragoso proceso de negociación que, en ningún caso en la historia de los más de 70 años del nacimiento de la Unión, ha supuesto menos de 10 o 15 años de duración. Por no hablar de dejar a un país congelado in aeternum, como es el caso de Turquía, que llamó a nuestras puertas en 1959.
En todo caso, y aunque se firmara la Paz del Elíseo en un futuro cercano, dada la gasolina que estamos echando al fuego en esta guerra con dinero y armamento para el ejército ucraniano, la seguridad para Europa, ¿quién nos la garantizaría?