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al otro lado de la colina / OPINIÓN

Frenéticos y estúpidos

2/11/2023 - 

Como otras veces les he contado, Gaspar Melchor de Jovelllanos expresaba su contrariedad ante los hechos revolucionarios de finales del siglo XVIII y la reacción 'termidoriana' del Conde de Floridablanca con la siguiente frase: "Acaso porque ellos sean frenéticos seremos nosotros estúpidos". Parece que la historia vuelve a repetirse; como dicen que recordaba otro personaje, esta vez del siglo XX, de cuyo nombre nadie parece querer olvidarse ya sea por fobia o filia, "pues el pueblo que olvida su historia está condenado a repetirla". Es así cómo en nuestra querida piel de Toro vivimos un continuo dejavú.

Pero no solo es España la que está inmersa en esta dinámica, porque ya hace años, más bien décadas, se estrenó una película que se intitulaba El mundo está loco, loco, loco en esa primera Guerra Fría. Era un título que de forma recurrente me viene a la cabeza cuando veo cómo se desarrollan los eventos mundiales. Porque en la actual segunda guerra fría, en que vivimos, todos los días nos levantamos con noticias, en donde las víctimas por mor de la manipulación, las fakes news y diferentes voceros viscerales se transforman en agresores y los asesinos y terroristas se transforman en corderitos indefensos.

Fíjense las atroces muertes acaecidas en un hospital cristiano de Gaza, que de 500 pasaron a como máximo 50 (uno sólo ya es demasiado), y de ser responsable Israel, ser culpa de los terroristas islámicos, parece más de la Yihad islámica que de Hamás, de tal forma que hasta parece ser que la BBC (uno de los grandes medios occidentales más respetados, aunque como cualquier obra humana con sus errores) tuvo que pedir perdón. Y en este mismo caso, que, por ejemplo, hasta el propio secretario general de la ONU, António Guterres, se hizo eco de la propaganda y tuiteó en su cuenta de X (Twitter): "Estoy horrorizado por la muerte de cientos de civiles palestinos". Por cierto, ahora muy cuestionado por tomar partido, según una de las partes (Israel), que ha exigido su dimisión por lo que ha perdido, en parte y por el momento, su capacidad de interlocución. La parte doblemente agraviada, Israel, ha manifestado, además, a través de su embajador ante la ONU, que denegará el visado a los representantes de esta organización internacional de Paz y Seguridad en Tierra Santa.

Pero esta locura, en un formato más bien de estulticia por no decir de esperpento, se aparece o fluye, como se dice ahora, en periodos electorales en forma de candidatos que se califican (o descalifican, según se mire) y definen ellos mismos, como el candidato argentino, Javier Milei, y que ha sufrido un revolcón en el primer round de las elecciones presidenciales, al decir por ejemplo que: "Soy el general AnCap (anarcocapitalista)". U otras llamativas frases como "El papa es el representante del Maligno en la tierra", etcétera, etcétera, etcétera. Pero también es propio de la necedad, cuando alguien señala un problema, el fijarnos sólo en el dedo señalador, y no intentar resolver el problema. 

Esto les ocurre en muchas ocasiones y en múltiples países a los llamados partidos tradicionales, que transformados en demasiadas ocasiones en oficinas de colocación y empleo de amigos y parientes se olvidan que su finalidad es el bien común y deben preocuparse de estar formados por los mejores. Así lo anhelaba Edmund Burke, "arquitecto pionero del sistema de partidos", como recoge José Ramón García-Hernandez en su obra sobre este político del Reino Unido que hizo frente al primer populismo de la época contemporánea, la revolución francesa [que como la mayoría, por no decir todos, los libertarios terminaron siendo liberticidas, a la par de genocidas cuando alguien no se suma a la causa, como le ocurrió al departamento Atlántico de la Vendée y que se puede ver en la magnífica película de Vencer o morir].

Milei recoge el hartazgo de todo, o mejor dicho, de parte de un pueblo (los que reciben la pagueta o sobre clientelar del sistema corrupto, es lógico que no), harto de una clase política que ha transformado uno de los países más ricos del mundo en los años 30 en uno de los países con peores cifras económicas, dicho de una forma sutil. En otros muchos países ocurre lo mismo. Ya lo dijimos en su momento de Donald Trump, exabrupto o síntoma de un país, como los Estados Unidos de América, donde gobierna una persona con unas condiciones de salud más bien precarias. Todos esos partidos políticos, que no resuelven los problemas de los ciudadanos, provocan ese estado agitado y de exaltación permanente de la sociedad que como un fantasma, parafraseando a Carlos Marx, recorre todo Occidente (el resto del mundo no está permitido pensar o manifestar lo pensado), y que tiene como reacción la estulticia de llevar a cabo la estrategia del avestruz: negar lo evidente y esconderse de los problemas, como algunos políticos gustan de hacer para mantenerse en sus poltronas, pactando con quien sea, y como sea.

Desde luego, y volviendo a Jovellanos, como programa vital-político se debería buscar con frenesí la Seguridad pública, jurídica y socioeconómica, y si hay que ser condescendiente y generoso por estupideces, eso sí veniales, sea por las realizadas en pos de la autentica Libertad. Ppues sin seguridad no puede haber libertad, como mucho libertinaje, pillaje y siempre anarquía; y sin libertad no puede haber seguridad, existirá opresión y tiranía.

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