Llega el 8 de marzo y una de las frases más oídas estos días es la de los techos de cristal que debemos romper las mujeres, con todas sus variantes. Que si las mujeres seguimos muy lejos de ser el 50% en los puestos de mando de las empresas, que si en España la inmensa mayoría de las firmas del Ibex 35 están dirigidas por hombres, que si en las grandes compañías no se llega al 5% de mujeres como CEO. Todo es cierto y preocupante.
Pero será que a mí, siendo de clase obrera y no habiendo pretendido jamás ser CEO de empresa alguna, siempre me han preocupado mucho más los suelos pegajosos, porque creo que aquí es donde de verdad estamos la inmensa mayoría de las mujeres.
Y, claro, de esto se habla mucho menos, porque el llamado ‘feminismo de la mayoría’ en buena medida ha sido cooptado por lo que el sistema capitalista patriarcal llama ‘feminismo liberal’, que no es otra cosa que un feminismo colaboracionista del propio sistema opresor de las mujeres. Esto se consigue bien sea intentando que ahora nos traguemos que llamarnos ‘zorras’ mola mucho o ir a una mani “exclusiva” abolicionista porque eres superfeminista pero no respetas los derechos de las demás a no pensar como tú y, ante el avance del fascismo opresor, tú estás dispuesta a dividir el movimiento en vez de practicar la unidad y la sororidad.
"El feminismo emancipador no puede ser superficial ni comercial, ni circunscribirse a lo institucional"
Sí, a mí siempre me han preocupado más los suelos pegajosos. Será porque para poder pagarme la carrera mi querida madre y yo vendíamos pescado en una pescadería de barrio, y quedarte pegada al suelo era literal cuando pisabas las tripas de algunos boquerones que se habían caído. Porca metáfora de la vida.
Hasta que no terminé la carrera no hubo un solo día de vacaciones. Ni en verano, ni en invierno. No tuve playa, ni monte, ni viajecitos a ninguna parte. No podíamos pagarlos. Mi primera semana de vacaciones llegó bien terminada la carrera y trabajando ya como veterinaria. Mi madre, ejemplo palmario de lo que siempre significó la doble jornada laboral de las mujeres, tampoco tuvo vacaciones.
Y nuestra Región está llena de estas mujeres. Camareras de piso, limpiadoras del hogar, empleadas de almacenes de verduras, recolectoras de lechugas, limpiadoras de residencias, dependientas de pequeños comercios familiares, trabajadoras de la hostelería, cocineras de hospitales, costureras, redeiras, aparadoras, etc. Ellas viven a perpetuidad en esos suelos pegajosos de los que no saldrán jamás sin políticas públicas que las ayuden. Y eso en la Región de Murcia no existe.
Que nadie nos engañe, la lucha contra el capitalismo y el patriarcado son dos luchas indisolubles. Esta idea es el feminismo de clase, el que se preocupa de esos suelos pegajosos que no dejan elevarse a la inmensa mayoría de las mujeres trabajadoras.
El feminismo emancipador no puede ser superficial ni comercial, ni circunscribirse a lo institucional. O a conceptos como el techo de cristal, que interesan más bien poco si no perteneces a ese 1% más rico de la sociedad. En nuestras manos está, mujeres, ponernos en valor.