El director, actor y escritor vuelve a su ciudad natal para charlar sobre su último libro, Fiebre Alta, con Manuel Martínez Pastor, José María Álvarez y Juan José Muñoz
MURCIA. “La vida siempre como una aventura”. Así se podría resumir la trayectoria vital y profesional del director, actor, escritor -y más cosas- Eusebio Lázaro (Cartagena, 1942), quien este jueves presenta su última novela, Fiebre Alta, en el Archivo Municipal de Cartagena (Parque de Artillería), a las 19.30 horas. Lo hace rodeado de buenos amigos: el abogado Manuel Martínez Pastor, el poeta José María Álvarez y alguien que “ha hecho mucho por el teatro” como es Juan José Muñoz. “Me hace mucha ilusión este encuentro porque, aunque hace muchos años que salí de Cartagena, quedan los vínculos, los amigos, los recuerdos,…”.
Precisamente son los recuerdos los que han ido llenando las páginas de Fiebre alta (editorial La Discreta). “Este libro surgió con algún recuerdo y sin pretenderlo poco a poco fueron llegando más. El recuerdo representa una memoria más amplia e indagar en esa memoria es la forma de recuperar la identidad. Sin memoria no hay identidad y la identidad es la inductora de la literatura”, explica Eusebio, al que se le adivina a través del teléfono su predisposición a la buena conversación, a la reflexión y al humor. No en vano, asegura que “la vida tiene un sentido que es el placer; el dolor es sólo un accidente”.
Pero, volviendo a Fiebre alta, el autor cuenta que ha relatado sus memorias de una forma bastante fiel, “el libro es veraz y verídico”, aunque “son unas memorias a través del tiempo” y para las que ha utilizado una forma novelada. “No tengo la pretensión de lo que me ha ocurrido pueda importarle mucho al mundo. Lo que he querido transmitir es la reflexión que hago sobre ello”.
En este sentido, Eusebio Lázaro dice que "uno continua siempre, no termina la aventura ni el aprendizaje, aunque cambie la perspectiva. Y menos en el mundo de las artes. Ese impulso no debe parar”. No obstante, “la reflexión que conlleva el aprendizaje y el conocerse a uno mismo nunca acaba y cuando termina ya da igual, porque significa que te has muerto”, argumenta, aunque reconoce la paradoja.
En ese no parar, este cartagenero que ha trabajado con los más grandes directores del cine español afirma que “nunca he podido tener la mente en un solo lugar porque me parecía limitador”. Él no quiso “quedarse en el mismo río siempre”, aunque recuerda un dicho griego que viene a decir que “dichoso aquel que sólo conoce su propio río, porque conoce el universo”.
Y de entre todos esos lugares donde ha puesto la mente, Eusebio Lázaro se queda con escribir y con el proceso de “enfrentarse con un texto para buscar una traducción metafórica”. Al mismo tiempo, señala que “me he subido muchas veces sobre el escenario y algunas de ellas han sido muy plenas, especialmente con Shakespeare. En el teatro ocurre una maravilla inexplicable y es que se produce la ceremonia de pagar para ver una historia que sabes que no es cierta y que debe emocionar contemplando a alguien que está haciendo de otro. Es un lío ceremonial maravilloso”.
Por otro lado, si el autor tuviera que destacar alguna de las personas que aparecen en su libro de memorias, ésta sería, y lo dice sin dudar, Dore Ashton, la historiadora y crítica norteamericana, testigo y alma del movimiento expresionista americano, con la que rodó cinco documentales sobre arte contemporáneo y a la que más tarde haría protagonista de otro filme.
A pesar de que el currículo de Eusebio Lázaro está lleno de satisfacciones por distintos ríos del mundo, aún siente que le queda algo por hacer y que cree que llevará a cabo en breve: dirigir un largometraje de ficción. “He estado a punto varias veces, pero este tipo de proyectos lleva mucho tiempo, aparte del meramente creativo, pero lo haré dentro de muy poco con una historia mía”.
Eusebio Lázaro comenzó en el Teatro de Cámara Isidoro Máiquez y dirigiendo el Teatro Universitario. Desde entonces, ha desempeñado diversos oficios, viajando y viviendo en varios países. Su actividad teatral es muy amplia, destacando, entre otros la traducción y montaje de obras de Shakespeare. De amplia formación escénica, ha vivido en Barcelona, Madrid, Londres, con largas estancias en París y Nueva York.
Se trasladó a Madrid a mediados de la década de 1960, donde entró en contacto con diversos medios culturales y comenzó a realizar trabajos de actor y de escritura de guiones cinematográficos. En el cine, ha trabajado con importantes directores como Berlanga, Saura, Aragón, Almodóvar, Lester o Forman. Ha dirigido El Clarinete, Espiga de Oro del Festival de Valladolid, La Cena y La realidad en pedazos. Ha participado en diversas series televisivas. Igualmente, ha sido profesor de la escuela de Cine de la Comunidad de Madrid y es miembro de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas.