De la manga a san pedro

Estos son los tesoros que siguen haciendo del Mar Menor un paraíso

En la primera imagen, los arenales de San Pedro. Foto: Murcia Turística.

12/06/2022 - 

CARTAGENA.  Pese a su delicada situación, el Mar Menor sigue siendo un enclave natural único en el panorama nacional y europeo. Historia, tradición, gastronomía, fauna y flora se dan la mano en este entorno natural. Estos son algunos de los tesoros que puedes disfrutar.

Degustar un caldero en Cabo de Palos

     

El caldero es uno de los platos estrella del Mar Menor. Consiste en arroz cocinado en un caldo hecho con pescado de roca y ñoras. Se suele servir en platos separados, por un lado el arroz y por otro el pescado.

Su origen se remonta a las salidas de los pescadores, cuando aprovechaban aquellas capturas de descarte para elaborar un plato con pimiento, ajo, perejil, ñora y tomate con un fondo de pescado. Con el paso del tiempo, esta comida de pescadores se convirtió en uno de los mayores reclamos gastronómicos de la Región. 

Salinas de Marchamalo

    

A finales del siglo XIX en el entorno de Cabo de Palos se establece una incipiente industria salinera en las conocidas como Salinas de Marchamalo. El sistema de explotación consistía en aprovechar la evaporación del agua en los estanques o lagunas, quedando el residuo salino y obteniendo así el oro blanco: la sal.

En los mejores años de la industria se construyeron unas instalaciones necesarias para el proceso de producción, como unas oficinas en estilo modernista, obra del arquitecto Lorenzo Ros. También destaca un molino de viento, con las velas latinas características del Campo de Cartagena, único cuya función era la de moler sal que se conserva en la Región de Murcia, y uno de los pocos existentes en España. Más tarde a su funcionamiento se le adaptó un motor eléctrico.

La escasa productividad de las salinas junto a las construcciones inmobiliarias del entorno, llevó a la empresa gestora a cerrarlas quedando abandonadas sus instalaciones. Parte de los estanques salineros todavía reciben aportaciones de agua bombeada por la Comunidad Autónoma, lo que permite que esta lámina permanente de agua acoja un importante contingente de aves acuáticas de vivos colores como los flamencos, las fochas comunes o el correlimos, reproductoras e invernantes, además de una interesantísima población de fartet (Aphanius iberus), un pez de pequeño tamaño, endémico del sureste y en peligro de extinción.

Arenales de San Pedro del Pinatar

      

El Parque Regional Salinas y Arenales de San Pedro del Pinatar es un humedal de gran importancia por ser lugar de nidificación y descanso para muchas aves. Se encuentra entre San Pedro del Pinatar y San Javier y tiene una extensión de 856 hectáreas, entre las que incluye 6 km de costa mediterránea. La diversidad de especies de flora y fauna, junto con las actividades tradicionales en armonía con el entorno, como la pesca en "Las Encañizadas" o la explotación salinera, convierten a este espacio natural protegido en un ejemplo de desarrollo sostenible.

Destaca por su elevada biodiversidad debido a la gran variedad de ambientes, posición geográfica y especiales condiciones ambientales de la zona. La vegetación es muy variada y está marcada por la adversidad de las condiciones climatológicas, tanto en las dunas como en las zonas más próximas a las charcas salineras.

Algunas de las especies de aves que se pueden observar durante todo el año son: flamenco, avoceta, cigüeñuela. Otras establecen el Parque Regional como zona de invernada, como el zampullín cuellinegro, el cormorán grande y los correlimos. Finalmente destacan las golondrinas de mar como el charrán y charrancito que llegan en primavera para nidificar en las Salinas de San Pedro.

Atardeceres en el Mar Menor

     

El cielo se pinta de una paleta de colores fabulosa cuando llega el atardecer, un espectáculo inmejorable para disfrutar de una jornada de baño. Junto al humedal de Las Encañizadas, como se observa en la imagen, es uno de los mejores enclaves para disfrutar del mismo.

Desde el mirador de Monte Blanco se tiene también una vista privilegiada donde poder contemplar desde lo alto del corazón de La Manga el reflejo del sol al caer entre las islas del Mar Menor. El cielo se tiñe de un rojizo cada día con un matiz diferente. Un lugar donde el tiempo se detiene.

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