El Instituto Nacional de Estadística (INE) publicaba la tasa de crecimiento en materia de PIB con el que España cerraba el ejercicio. Un ejercicio que cierra con un 2%, pero repleto de variables que solo muestran un deterioro lateral
Al margen de las tasas de crecimiento de la economía española, se está introduciendo la creencia de que, por el hecho de mostrar unas mayores tasas de crecimiento en contraste con otras economías europeas, España está en una situación más ventajosa que el resto de países en la Unión Europea. Tras el cierre de 2019, la economía nacional se distanció, incluso, de la línea de crecimiento de la economía europea, más cercana al 1% que al 2% -nivel al que crece ahora España-. Sin embargo, un análisis tan simplista puede llevarnos a confusiones y errores en el análisis.
Pese a los crecimientos registrados, la economía española no es, ni en la milésima variable, más robusta que la economía alemana o francesa. Podemos observar que los crecimientos de Alemania, en un escenario bastante difícil para su industria y su sector exterior, se han mostrado muy a la baja. No obstante, con ese crecimiento, el país germano ha sido capaz de reducir sus niveles de desempleo, registrando decrementos en los parámetros de pleno empleo que llevaba plasmando desde hace años. Y, con esto, no hace falta ni que menciones sus moderados niveles de deuda pública.
Ocurre algo similar con la economía británica. Descontando los posibles efectos dañinos del Brexit en el crecimiento británico, las variables macroeconómicas que componen la estructura de su economía, muestran una menor vulnerabilidad que las variables que, en clara diferencia, presenta la economía española. Al igual que Alemania, el país anglosajón ha registrado niveles de desempleo que se alejan muchísimo -a la baja- de los niveles que, por otro lado, presenta la economía española. Al igual que Alemania, tampoco cabe destacar el nivel de deuda británica, exento de déficits en estos momentos.
Como con Alemania y Reino Unido, podríamos seguir aludiendo a variables que, como en el caso de Francia o Italia, muestran un comportamiento de las distintas economías de la zona euro que, pese a ser menos dinámico que el de España, se muestra más eficaz. Un crecimiento que ha llevado a determinadas economías a aprovechas estos últimos coletazos de la maduración del ciclo expansivo para corregir déficits y posibles factores vulnerables para la moderación del ciclo -el ajuste- que se avecina para la economía europea, y mundial.
Sin embargo, esto no es lo que ocurre en el caso de España. Mientras el Gobierno saca pecho de unas tasas de crecimiento puramente anecdóticas, otras variables que integran la estructura económica de España siguen en la sombra, a esperas de ver la luz a través de una serie de economistas polémicos que, al igual que yo, tratamos de desmontar la autocomplacencia injustificada de un Gobierno, a mi parecer, irresponsable. Unas variables que muestran una mayor vulnerabilidad para nuestra economía, pese a registrar tasas de crecimiento que, por otro lado, reflejan el peor crecimiento de nuestra economía de los últimos cinco años.
Y es que, de acuerdo con los indicadores oficiales, España sigue teniendo grandes vulnerabilidades en variables -muy vulnerables en su estructura económica- que no deberían conducirnos a esa autocomplacencia. Autocomplacencia que, por otro lado, trata de transmitirnos el Gobierno. Mientras debatía hace unos días en una tertulia, un compañero tertuliano comentaba -y resaltaba- el buen comportamiento de economías que, como la española, mostraban cifras de crecimiento superiores a otros países de la Unión Europea. Este compañero, incluso, resaltaba un mejor comportamiento de la economía española en contraste con la alemana, haciendo alusión a una mejor salud económica en el caso de España.
Conclusiones tan equívocas que pueden generar la confusión social, pues, a priori, puede parecer una cifra muy representativa. No obstante, cuando analizas detalladamente la economía española, podemos observar que de nada sirve crecer a ritmos desorbitados, cuando esos ritmos de crecimiento -en el mejor de los casos- nos llevan a camuflar ligeramente los niveles de desempleo estructural en el país. También los niveles desorbitados de deuda que soporta nuestra economía, a los que Europa hace alusión en numerosos comunicados.
De acuerdo con Eurostat, sorprendentemente para algunos -pues no lo habrán visto en los periódicos más leídos del país-, la economía española es, entre las economías europeas, de las peores calificadas en los rankings comunitarios. Sus niveles de desempleo -entre los que lidera el desempleo juvenil y co-lidera los generales-, así como otras variables -entre las que se incluye el déficit-, muestran una clara vulnerabilidad para la economía española frente a economías como Alemania o Francia. El ciclo se acaba y la economía española no ha sido capaz de mejorar en prácticamente nada.
Y sacamos a la luz rendimientos del 2%, mientras que, como decíamos, hace unos años estábamos creciendo a ritmos superiores al 3% y seguíamos en una situación similar. El ciclo económico expansivo que arrastra la economía europea -así como mundial- desde hace años ha llegado a su ajuste de ciclo. Los crecimientos se apagan y las cifras así lo muestran. La moderación -el ajuste- es inminente. Si atendemos a esto, observando las variables que comentaba, podemos darnos cuenta de que, en un escenario en el que las tasas de crecimiento lleguen a su mínimo, la economía española ha sido incapaz de corregir sus vulnerabilidades, por lo que los riesgos siguen muy presente; u ocultos por el Gobierno y “sus tasas de crecimiento”.
España necesita crecer a un determinado ritmo de crecimiento para generar empleo, reducir deuda, así como reducir esos riesgos de los que hablamos. Bien, ante estos datos, pudiendo sacar a relucir la Ley de Okun, hablamos de que España no ha sido capaz de reducir sus niveles de desempleo por debajo del 13,8%, mientras que la economía ha atravesado una fase más que próspera para los crecimientos. Ahora hagámonos una pregunta: ¿Si con un 3% no hemos sido capaces de reducir nuestro desempleo, ¿seremos capaces con un crecimiento del 2%? ¿Y con uno del 1,6%?
Obviamente, las proyecciones no se muestran muy optimistas ante este escenario. Un escenario que ya prevé el Fondo Monetario Internacional (FMI), haciendo alusión -en sus proyecciones- del crecimiento futuro de la economía española, que corrige hasta el 1,6% en 2020 y 2021. Un ajuste en los crecimientos que dificulta aún más la creación de empleo en el país, así como la necesitada reducción del déficit y la deuda para evitar posibles riesgos futuros; también recortes. Una situación que nos incapacita a adoptar determinadas políticas que, aun así, se están aplicando.
Claro. Lo que es una realidad es que no surge el miedo y la disputa social, ya que, ¿Cómo no van a crecer los salarios creciendo al 2%? ¿Cómo no vamos a aumentar la deuda creciendo tanto? ¿Cómo vamos a entrar en crisis con tanto crecimiento? ¿Cómo no va a asumir el mercado laboral la no-flexibilidad en el mercado de trabajo?
Este es el problema, el principal problema. Tendemos a creer que ese 2% nos ha sacado de todos los escollos en los que se encontraba la economía española. Sin embargo, a diferencia de las opiniones, esta economía no ha salido -ni mucho menos- de esos escollos que, a priori, entorpecían nuestra economía y el desarrollo. España crece, España suma tasas de crecimiento -ya moderándose gradualmente-. Sin embargo, esa España que crece, con todo su crecimiento, sigue sin compensar los excesivos riesgos que atraviesa nuestra economía y que, pese al ciclo, no hemos sido capaces de corregir.
Ante esto, seguir sacando pecho de unos crecimientos que, en las variables macroeconómicas que lo integran, no significan nada, me parece de total irresponsabilidad. España sigue siendo un gran foco de riesgos que, de deteriorarse los niveles, podrían llevarnos a situaciones bastante complicadas para la ciudadanía del país. Unos riesgos que debemos corregir, pero que seguimos postergando con la excusa de haber crecido al 2%. El país precisa una actuación inmediata para comenzar a mejorar y aprovechar lo poco que queda del ciclo económico, pues de seguir autocomplaciéndose, seguiremos sin atender a la verdadera realidad, confiando nuevamente en los nuevos “brotes verdes”.
Francisco Coll Morales es economista, Regional CEO de HAC Business School y analista del servicio de estudios de la Fundación Civismo
Una subida hasta los 1.200 euros en el SMI lo situaría en el 98% del salario medio. Los economistas recomiendan que esta relación (índice de Kaitz) no supere el 60%. Una subida forzosa que podría dañar a las economías más damnificadas.