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Errejón: la caída

Foto: ALBERTO ORTEGA/EP
26/10/2024 - 

Hubo un tiempo en el que Íñigo Errejón parecía un futuro vicepresidente del Gobierno, en un gobierno liderado por Pablo Iglesias. El número dos del primer Podemos y eminencia gris estratégica del partido, autor de complejas metáforas en un discurso tan eficaz y lúcido en ocasiones como alambicado y artificioso en otras. Su estrategia, centrada en abrir el espacio político y difuminar la ideología en un discurso populista ("significante vacío") para alcanzar a amplias capas de la población, chocó con la de Pablo Iglesias, que siempre había querido refundar Izquierda Unida y potenciar ese espacio a la izquierda del PSOE. 

Ambas estrategias tenían un mismo objetivo: superar a los socialistas. La de Errejón, ensayada en diciembre de 2015, se quedó a las puertas: a dos puntos en intención de voto y a 21 escaños del PSOE. La de Iglesias, tras negarse a investir gratis a un Pedro Sánchez que había pactado con Ciudadanos y después coaligarse con Izquierda Unida para la repetición electoral, consiguió exactamente el mismo resultado (dos puntos de diferencia), pero redujo la distancia en escaños (catorce). Si bien lo hizo a costa de integrar dentro de Podemos a Izquierda Unida, con lo que a efectos prácticos acabó reduciendo su espacio político, ya que sacó los mismos votos con IU que los obtenidos en solitario en diciembre de 2015.

Pablo Iglesias e Íñigo Errejón en 2016. Foto: EDUARDO PARRA/EP

Producto de esa tensión, Errejón e Iglesias chocaron en 2017 en un congreso que ganó este último, tras lo cual Errejón quedó arrinconado en Podemos y acabó saliendo del partido para fundar Más Madrid bajo los auspicios de la entonces alcaldesa de la capital, Manuela Carmena, para después dejarse seducir por los cantos de sirena socialistas para lanzarse a la fallida aventura de Más País en noviembre de 2019 (dos escaños). A partir de ahí, Errejón quedó en segundo plano en su propio partido, Más Madrid, y Más País se convirtió en una agrupación anecdótica que, sin embargo, jugó bien sus cartas cuando la vicepresidenta Yolanda Díaz decidió montar el invento de Sumar. Ahí Errejón obtuvo de nuevo preponderancia, si bien, para sorpresa de algunos, no tuvo premio en la configuración del nuevo gobierno de coalición.

Ahora parece evidente que lo que ha sucedido, que apenas hemos comenzado a atisbar, está detrás del en apariencia sorprendente descenso al ostracismo de un Errejón que, a pesar de seguir siendo un activo político de indudable valor, en la práctica se veía relegado en las sucesivas organizaciones políticas en cuya fundación participaba. 

Íñigo Errejón y Manuela Carmena en un acto de Más Madrid de 2019. Foto: RICARDO RUBIO/EP

Con independencia de la gravedad de las denuncias de acoso, de las cuales por ahora una se ha formalizado judicialmente, la renuncia de Errejón a todos sus cargos políticos, y sobre todo su reconocimiento más o menos explícito en su comunicado de que se había producido alguna forma de acoso, combinado con la reacción fulminante de su partido, nos dice claramente que esto no es un caso más de rumores sin fundamento ni indicios. Así que el efecto va a ser previsiblemente devastador. No ya en la carrera de Errejón, que obviamente ya ha sido así, sino en su espacio político y en el conjunto de fuerzas de izquierda. La bandera del feminismo y la protección de la mujer frente a la violencia de género es una de las más relevantes y significadas de este Gobierno y en particular de Sumar. Que quien fue número dos de Podemos y ahora era portavoz parlamentario de Sumar, con todo su bagaje y su prominencia social y política, sea un maltratador confeso (con todos los matices que finalmente pueda adquirir este primer balance) va a funcionar como un boomerang desmovilizador y desmotivador para un espacio político que ya está en las últimas. Paradójicamente, también puede servir para revitalizar a sus archienemigos de Podemos, cuyos principales representantes han tardado muy poco en aprovechar la coyuntura para denunciar el comportamiento de Errejón.

En este tipo de situaciones, de caídas a lo más profundo, siempre llama la atención cuánta gente afirma ahora que ya sabía lo que había, desde hace años, que era vox populi, y que, de hecho, por ese motivo Errejón no fue ministro o generaba tanto rechazo entre sus compañeros y sobre todo compañeras. Llama la atención porque al final, cuando llega el detonante que provoca que todo se derrumbe como un castillo de naipes, uno se pregunta si realmente quienes rodeaban a Errejón hicieron lo suficiente, o hicieron algo, para intentar que ese tipo de comportamientos cesaran. Igual también fueron víctimas del heteropatriarcado, como el propio Errejón se presenta, sin complejos, en su comunicado (en lúcido comentario de Lucía Márquez en el podcast de La Paella Rusa). 

Yolanda Díaz e Iñigo Errejón en 2023. Foto: EDUARDO PARRA/EP

Tras la salida de la política formalizada (que no de la política) de Pablo Iglesias, centrado ahora en influir desde su incipiente grupo mediático, Canal Red, y la salida, desde luego mucho más abrupta, de Errejón, estamos, sin duda, ante el fin de una época, de la aparición de una izquierda alternativa al PSOE, rejuvenecida y fortalecida, que condicionó y aún condiciona la política española, pero que lleva años en franca decadencia; la división, la frustración, las luchas intestinas, y después la inanidad -en líneas generales- de su participación en el Gobierno, ya habían dejado a Sumar como otro "significante vacío", sin rumbo ni propósito, y a Podemos como fuerza residual. Ahora esto puede ser la puntilla. 

Podemos llegó muy lejos y consiguió lo que ningún partido de su espacio había logrado nunca en el actual periodo democrático (entrar en el gobierno de España), pero el final puede ser devastador. Los fundadores de Podemos llegaron a la política insatisfechos con cómo gestionaba Izquierda Unida el espacio a la izquierda del PSOE (una gestión mediocre, gris, previsible, y con un techo claro y muy limitado), y lo van a dejar aún peor que entonces. 11 escaños sacó Izquierda Unida con Cayo Lara en 2011, y no sé decir si ahora mismo Podemos y Sumar llegarían a esa cifra; al menos, por separado seguro que no.

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