MURCIA. El final del año es tiempo de balance, ya se sabe, así que vamos a jugar a ello. Como no nos gusta hacer listas ni clasificar nada, y menos las obras culturales, que no necesitan tablas excel ni puntuaciones para ser disfrutadas, aquí van algunas palabras sobre lo que servidora considera lo mejor del año en cine y series.
Trenque Lauquen. Sí, dura cuatro horas. Y sí, es maravillosa. La película de la argentina Laura Citarella es como esos relatos antiguos que incluyen una historia dentro de otra historia y dentro de otra historia y dentro de otra historia en los que te dejas llevar embelesada. Cuenta una búsqueda, varias en realidad, por el territorio de Trenque Lauquen, y es, a la vez, road movie, película de aventuras, comedia romántica, relato detectivesco, reflexión sobre el arte de contar historias, indagación sobre el deseo femenino y mucho más. Fascinante.
Un poco lejana en el tiempo, puesto que llegó a principios de año a las pantallas, la imprevisible y adusta Almas en pena en Inisherin, de Martin McDonagh nos pilló por sorpresa. Una película tristísima y de tono desconcertante que nos dejó sobrecogidas. Y otra película irlandesa nos robó el corazón: The quiet girl, de Colm Bairéad, preciosa y sutil. Forman un grupo más que magnífico con otras películas de esas que llaman pequeñas, pero que son grandísimas en calidad y emoción como la española Upon Entry, escrita y dirigida a cuatro manos por Alejandro Rojas y Juan Sebastián Vasquez, que es una de las sorpresas de la temporada; de esas pelis que, si la ves, la recomiendas fervientemente. También entra aquí la tunecina Entre las higueras, prodigio de sencillez y naturalidad, primer largometraje de ficción de la directora Erige Sehiri que la Mostra de València-Cinema del Mediterrani nos trajo el año pasado, meses antes de su estreno en 2023.
Y más mujeres cineastas, que nos han dado grandes alegrías este año. Como Elena Martín y su Creatura o Justine Triet con Anatomía de una caída, otro de los grandes títulos del año. También Vidas pasadas, la opera prima de Celine Song, sobre amores perdidos, reencuentros y lo que pudo haber sido y no fue, todo ello contado de forma exquisita, dulce y amarga a la vez.
Y, claro, Barbie. No les choque ver entre tanto film autoral uno de los títulos más taquilleros del año. Les recuerdo que es mi lista. Y es que la película de Greta Gerwich es autoral y comercial a la vez. Y generó debates preciosos y necesarios. También es una especie de milagro que logra conjurar un montón de peligros y unir cosas aparentemente irreconciliables. Un blockbuster feminista y divertido, ahí queda eso. Eso y el fenómeno Barbenheimer. La prensa se empeñó en enfrentar Barbie y Oppenheimer, en plan "solo puede quedar una" dentro de esa aplastante lógica neoliberal en la que opera, desgraciadamente, el mundo cultural. Pero la gente dijo: "¡A santo de qué! Podemos ver las dos. ¿Cuál es el problema?". Y así fue. Lo bueno de todo ello: las salas se llenaron, que buena falta les hacía, y fue la constatación de que escribir historias nuevas para la pantalla funcionaba, sin necesidad de precuelas, secuelas, spin offs, ni demás derivados. Todo bien.
Algunos directores veteranos volvieron y triunfaron: Víctor Erice, Aki Kaurismaki, Nanni Moretti, Park Chan-wook. Y es que los clásicos lo son por algo. Park Chan-wook nos ha regalado en Decision to leave un thriller elegante, estilizado, sensual y perverso, con su estilo inconfundible. Esta misma semana ha llegado a los cines Fallen Leaves, una nueva maravilla de Kaurismaki, llena de romanticismo, colores saturados y protagonistas obreros tratados sin paternalismo. Por su parte, Nanni Moretti, en El sol del futuro mira hacia el pasado para intentar entender el presente, y lo hace tirando de ironía, humor y autoconciencia. Su personaje, como en tantas otras de sus películas es él mismo, fracasa de todas las formas posibles, lo que no impide que salgamos del film con una sonrisa de oreja a oreja y extrañamente confortados a pesar de ser conscientes de que algunas cosas no tienen remedio y el futuro viene como viene.
Pero el retorno por antonomasia y uno de los grandes hitos del año, es el de Erice, tras 30 años sin dirigir un largometraje. Supongo que no fui la única que sintió alegría, pero también cierto temor, ante la noticia, pero llegó Cerrar los ojos y cumplió con creces lo que podíamos esperar. A sus más de ochenta años Erice reflexiona sobre el cine, el paso del tiempo, la soledad, la vejez, la memoria y la identidad y lo hace como podíamos esperar, con belleza, hondura, inteligencia, clasicismo y emoción genuina.
En mi opinión, cuatro series destacan por encima de las demás: la última y absolutamente deslumbrante última temporada de Succession, The last of us, La Mesías y Poquita fe. Poco se puede añadir a todo lo dicho sobre Succession, la serie de Jesse Armstrong, que nos dejó estupefactas por cierta decisión sobre el final de un personaje en el capítulo tres de la temporada, ahí dónde todas pensamos “pero ¿qué vais a hacer en los siete restantes?”. Y vaya si hicieron: cada capítulo era mejor que el anterior, con todos los aspectos técnicos y artísticos de la serie moviéndose en un nivel estratósferico.
Por su parte, The last of us, de Craig Mazin y Neil Druckmann, nos conmovió hasta la médula y superó con creces todos los prejuicios y la pereza que surgían del hecho de a) ser la adaptación de un videojuego y b) plantear, otra vez, una historia postapocalíptica. Y hablando de conmover, tiritando nos dejó La Mesías, la arriesgada y apasionante serie de Javier Ambrossi y Javier Calvo.
En las antípodas de la intensidad y el high concept de La Mesías está la otra gran serie española del año, Poquita fe, de Pepón Montero y Juan Maidagán. Doce capítulos de 15 minutos en los que seguimos, mes a mes, un año en la vida de una pareja normal y corriente, con sus vidas normales y corrientes y sus situaciones normales y corrientes de las que sacan oro sus creadores y los intérpretes, capitaneados Raúl Cimas y Esperanza Pedreño, fantásticos. Inesperada, divertidísima, original y la prueba de que se pueden hacer comedias lejos del humor trillado que trufa la mayoría de los éxitos del cine y las series españolas.
Por supuesto que hay más títulos interesantes y valiosos. Sin salir de la comedia, la argentina División Palermo, de Santiago Korovsky, demostró que se puede hacer humor de todo. Esto no es Suecia/Això no és Suècia (Aina Clotet, Valentina Viso y Daniel González) ofrece la visión ácida y despiadada de los desafíos de la maternidad y la paternidad actuales y también de ciertos grupos sociales de pijos burgueses. La extravagante y adictiva Mrs. Davis es una ida de olla de Damon Lindelof y Tara Hernández entretenidísima. En otro orden de cosas tenemos Blue Lights (Declan Lawn y Adam Patterson), una de esas excelentes series policiacas británicas realistas, bien hechas, bien escritas y mejor interpretadas, en la misma línea de excelencia que Sherwood (James Graham). También una rareza que está pasando lamentablemente desapercibida entre tanta oferta, pero que merece la pena, la enigmática y muy singular Déjate ver, de Álvaro Carmona. Y una despedida, la de La maravillosa señora Maisel, de Amy Sherman-Palladino, cuya última temporada recuperó cierto punch perdido y nos regaló un precioso final para nuestras amadas Midge y Susie.
Que en 2024 sigamos disfrutando de buenas películas y series. Feliz Año Nuevo.