¿Empresa o negocio?

MURCIA. Hace unas semanas leía en un conocido blog de temas de empresa y economía un artículo sobre el ahorro personal y familiar, cuyo autor defendía que "ahorrar puede ser más fácil si se es sistemático".

No puedo estar más de acuerdo con esa afirmación, y me atrevería a ir más allá y decir que no hay otra forma de ahorrar.

Algún lector podría argumentar que consigue ahorrar sin "sistemática", aunque pienso que sería la constatación -una vez más- de que "la excepción confirma la regla".

Pero ni pretendo escribir sobre cómo conseguir ahorrar, ni si las reglas tienen excepciones y éstas confirman o no la norma general (además podría "meterme en un charco" y enfadar a más de un científico…).

"una empresa no puede funcionar sin organización y, en mi opinión, no hay organización sin sistemática"

La lectura de ese artículo me ha ayudado a reflexionar estos últimos días sobre algo más amplio, y que vengo pensando desde hace años: la necesidad de una sistemática para el funcionamiento de la empresa. Como saben los que siguen mis artículos, llevo más de treinta años relacionado con el mundo de la empresa, y he trabajado en –y con- empresas de tamaños y culturas diversas.

He tenido la suerte de trabajar en el equipo directivo de empresas que, mientras estuve en ellas, experimentaron unos crecimientos sostenidos de facturación (de dos dígitos) durante largos periodos.

Además del esfuerzo de toda la plantilla (no sólo esfuerzo comercial), ese crecimiento siempre debe suponer también un crecimiento del "sistema". Y aquí quiero conectar con el inicio del artículo: una empresa no puede funcionar sin organización y, en mi opinión, no hay organización sin "sistemática".

Rememoraba antes la inmensa fortuna de haber trabajado en empresas con un crecimiento sostenido y prolongado en el tiempo, porque me ayudó a crecer profesionalmente, pues tuve que hacer (y antes lógicamente estudiar) cosas tan diversas pero necesarias en aquellas circunstancias como crear desde cero un Departamento de Recursos Humanos, diseñar e implantar un Sistema de Gestión de la Calidad, contratar e implementar un ERP, etc.

Pero también he conocido de cerca organizaciones que han “muerto” aplastadas por su propio éxito. Y en todas ellas he observado el mismo denominador común: no saber sistematizar sus procesos, o quizá no querer tomar la firme decisión de hacerlo.

Y no hacerlo ha supuesto perder esa atención esmerada que daban a cada cliente y que les facilitó el propio crecimiento, o perder el control sobre la información de sus entregas (por poner sólo un par de ejemplos). Y han empezado a recibir una  cadena imparable reclamaciones que en poco tiempo los ha colapsado.

Es cierto que una sistematización de los procesos implica perder cierta “frescura” (no se me ocurre una palabra mejor) en la toma de decisiones, pero quizá es ése el precio que hay que pagar frente al crecimiento.

Y me parece que una buena sistematización de procesos es precisamente lo que diferencia el que una actividad constituya una empresa, o se quede simplemente en un “negocio”. No puedo extenderme en esta idea, pero animo al lector a comprobar cómo define el diccionario de la RAE cada uno de esos términos.

Como dijo Aristóteles y luego recogió la conocida expresión latina, "in medio virtus…"

Quizá el secreto consiste precisamente en conseguir compaginar esa flexibilidad en la toma de decisiones que una pequeña empresa consigue precisamente por tener unos procedimientos poco definidos o con muchas "lagunas", con la potencia y robustez que a una gran empresa (y me estoy refiriendo a grande en volumen) le da la "rigidez" de sus procedimientos definidos hasta el más mínimo detalle.

Y me parece que ese secreto es el arte de crear una empresa. Un "arte" particular en el que –a mi juicio- destacan tres aspectos: sistemática, constancia y seguimiento.

En próximos artículos procuraré desarrollarlos. 

Javier Giner Almendral 

Economista

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