MURCIA. Hay películas que las odias o las amas. Si amas películas como Showgirls o Crash (por poner dos ejemplos bastante significativos del caso), las amas, y si las odias, las odias. No hay término medio. Como sucede en la vida, no se puede amar un poco u odiar un poco. Hay películas o libros con las que no pasa lo mismo. Puede no gustarte X película en su conjunto, pero salvar algunas cosas de ella, reconocerle algunas virtudes. Y a la inversa. Si haces la vista gorda con X película puede llegar a gustarte, la puedes incluso recomendar a tus seres queridos, personas a las que aprecias y no quieres que pierdan el tiempo viendo algo espantoso, aunque sepas que esa película no será el mejor plan para esa tarde de sábado que querían ir al cine. Pero como este no era el caso de las películas de Verhoeven o de Cronenberg, tampoco lo es el de Emilia Pérez, la nueva película del cineasta francés Jacques Audiard -director de ese maravilloso western titulado The Sisters Brothers, de ese extraordinario drama carcelario que era Un profeta o de otras películas interesantes, capaces de provocarnos algo, ya sea emoción o desolación, como París, distrito 13 o Dheepan, por la que ganó la Palma de Oro en 2015-, que, tras ganar en el pasado Festival de Cannes el Premio del Jurado y el de Mejor actriz para su reparto protagonista (Zoe Saldaña, Selena Gómez, Adriana Paz y la española Karla Sofía Gascón, convirtiéndose esta última en la primera mujer trans en ser premiada en Cannes y una de las favoritas para hacerse con el Óscar en 2025) y presentarse en la Sección Perlak del Festival de San Sebastián, acaba de llegar a los cines españoles. O amas Emilia Pérez u odias Emilia Pérez.
Sin desvelar demasiado, ya que, en la medida lo posible (a pesar del chorreo de información e imágenes en redes sociales propio de un estreno esperado), lo mejor es ir a verla sin saber nada o casi nada de ella, la película, escrita junto a Thomas Bidegain (colaborador habitual de Audiard) y Léa Mysius (directora de la emocionante Los cinco diablos), y basada libremente en la novela Écoute, de Boris Razon, cuenta la historia de un capo del cartel mexicano llamado “Manitas” que un día decide romper con su vida para ser lo que siempre quiso ser: una mujer. En el fondo, se trata de una historia de redención a través de la teoría queer. Al romper con las ataduras del género, el poderoso capo también rompe con las de la violencia que él mismo ha sembrado. Lo trans como un camino de liberación hacia la empatía y una segunda oportunidad vital y moral. Situando el corazón del relato en el México más salvaje, marginal y machista y, sobre todo, a través del personaje de Rita (una inmensa Zoe Saldaña en el papel de una abogada penalista harta de la maquinaria legal de la que forma parte, un sistema corrupto que tapa feminicidios y ningunea su ambición profesional a cambio de miseria) la película también habla de esa violencia que atraviesa a todo un país, de los mecanismos que la hacen posible, de la pobreza, la precariedad, el silencio y el miedo que la sostienen.
Pero más allá de la historia, la forma como la cuenta es sin duda lo más asombroso, fascinante y arrollador de la película. Decía que Emilia Pérez es una de esas películas que las amas o las odias sin medias tintas porque la película está todo el rato al límite. Por momentos te puede parecer una genialidad llena de fantasía, arrojo y fuerza, y por otros, un completo despropósito al borde del ridículo; y, probablemente, ambas cosas serán verdad, ahí uno de sus grandes logros. Ese poder de la película no está solo en su imponente puesta en escena, su vestuario, sus originales y potentes números musicales y las impresionantes interpretaciones de sus tres actrices protagonistas (Adriana Paz tiene un papel más secundario), sino también en su capacidad de mezclar múltiples géneros, del musical al melodrama, el thriller, el cine social, la telenovela y cierto tono de comedia para narrar esa historia queer de una forma completamente inusual en la pantalla. Es precisamente desde el musical con el que arranca la película, con esos diálogos tarareados a manera de opereta, y los distintos números que la recorren –desde el karaoke al autotune a ciertos homenajes a la vida y la cultura popular mexicanas- a través del que Audiard consigue esa libertad y esa magia únicas, esa capacidad de desconcertar y deslumbrar, rompiendo tanto con los códigos del musical más clásico como del posmoderno.
Emilia Pérez es una película tan atrevida como insólita y poderosa. Un paso más en la audaz y sorprendente carrera de Jacques Audiard; un narcomusical queer repleto de osadía, imaginación, emoción y ternura. Sin duda, una de las grandes películas de este 2024, que, aún a riesgo de acabar odiándola, merece la pena ver.