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la opinión publicada / OPINIÓN

El verano de los Juegos Olímpicos del sanchismo

Foto: A.PAREDES/EP
7/09/2024 - 

Desde que llegó al poder, Pedro Sánchez ha demostrado ser un consumado prestidigitador, que maravilla al público con sus juegos de manos; un equilibrista sin par, capaz de pasearse en el alambre, siempre con problemas, siempre a punto de caer, pero al final siempre cayendo de pie (si es que se acaba cayendo). Pedro Sánchez se presenta ante el público, en suma, dispuesto a llegar a cabo hazañas increíbles. Tan increíbles que, de hecho, la mayoría de las veces no consuma dichas hazañas: se limita a decir que las va a hacer, que esta vez sí, de verdad de la buena, y con eso consigue el efecto buscado, una vez más (el asombro y estupor del público).

En esta línea, Sánchez se ha encontrado este verano con sus pruebas de Hércules, su decathlon sanchista: la investidura de Salvador Illa en Cataluña, que ha roto definitivamente cualquier unidad de acción de los independentistas (y ha llevado a Carles Puigdemont a consumar su esperpéntica aparición en Barcelona, demostrando que también es el líder de Junts muy proclive a los juegos de manos sin efectos prácticos); y, sobre todo, ha logrado que la segunda comunidad autónoma más poblada de España acabe gestionada por los socialistas.

¿El coste? Una minucia sin importancia: adaptar en Cataluña un modelo homologable al concierto vasconavarro, basado en la bilateralidad. Romper el modelo del régimen común por la vía catalana. Casi nada. Cuarenta años de Gobiernos en Madrid diciendo que era sistemáticamente imposible extender el sistema del concierto a otras comunidades autónomas para que luego llegue Pedro Sánchez y, como necesita algunos votos para una investidura autonómica, lo que era negro ahora es blanco, pelillos a la mar, y a poner patas arriba el sistema de financiación autonómica, para -efectivamente- estupor del respetable.

Tampoco es que sea ninguna novedad que Sánchez decida decir que va a hacer lo que en el pasado dijo que jamás haría; de hecho, se asemeja bastante a su modus operandi habitual. La cuestión es si, efectivamente, acaba haciendo lo que dice que quiere hacer, o esto es la enésima pirueta discursiva para conseguir unos votos y cuando luego la realidad deje sin efecto tan solemne promesa, pues ya veremos, que le quiten lo bailao (la investidura).

Pedro Sánchez y Salvador Illa en una imagen de archivo. Foto: A.PAREDES/EP

Por el momento, estamos en la mencionada fase de estupor, en la que oposición, gobiernos autonómicos, socios de legislatura y los propios dirigentes socialistas, intentan acomodarse al escenario. Básicamente el planteamiento del Gobierno viene a ser prometer un café para todos, o mejor dicho un cupo para todos, una vez Cataluña ha abierto la lata. Que, cabe decir, ojalá sea cierto, porque al menos ello acabaría con una de las principales disfunciones del modelo inaugurado con la Constitución de 1978: la coexistencia de dos sistemas distintos, donde además se ha puesto en evidencia que a las dos comunidades autónomas que gozan de un sistema específico les va mucho mejor que a las demás (excepción hecha de la Comunidad de Madrid, que no es propiamente una comunidad autónoma, sino un distrito federal que recibe todos los pluses de la capitalidad, que son muchos y de muy variada índole).

Pero bueno... no se preocupen, o no se ilusionen (según los casos). No es cierto. El Gobierno no tiene, ni remotamente, la mayoría parlamentaria necesaria para implantar un nuevo sistema basado en la bilateralidad, o el "cupo para todos". La única manera de conseguirlo pasaría por algún tipo de pacto con el PP, que además es el partido que gestiona en estos momentos la mayoría de las comunidades autónomas que se verían afectadas con un cambio de estas características. Como este pacto es imposible, la maniobra de Sánchez es intentar establecer algún tipo de división, ofreciendo reuniones bilaterales de las que se derivaría, se entiende, un sistema específico para cada comunidad autónoma.

No se sabe muy bien de dónde va a salir el dinero para que un modelo así pueda funcionar (la única manera de llegar a acuerdos bilaterales con 15 comunidades autónomas es que las 15 salgan beneficiadas del pacto), a no ser que la idea sea pactar sólo con algunas a costa de otras, como por ejemplo la Comunidad de Madrid, cuya presidenta ya anuncia que ni se reunirá con el presidente (que ojalá fuera así, ojalá el modelo fuera sacar recursos de Madrid para repartir a las demás, pero no caerá esa breva).

Pero, aunque no se llegue a ningún sitio, con esta maniobra Sánchez sí que puede generar disensiones en la oposición, o como mínimo un problema político para los dirigentes autonómicos del PP. ¿Cómo no va a aceptar reunirse Carlos Mazón con Sánchez para hablar de financiación autonómica, cuando es evidente que la Comunidad Valenciana es una de las autonomías más perjudicadas con el régimen actual y, además, las protestas al respecto son uno de los ejes de la estrategia política de Mazón?

Alberto Núñez Feijóo y Carlos Mazón en una imagen de archivo. Foto: JORGE GIL/EP

Así que ya tenemos por delante unos cuantos meses de show, de negociaciones, de ahora sí y ahora no, con el cupo en el horizonte. Pasados los cuales... Probablemente volvamos a donde siempre, a otra promesa que sustituya a la anterior. Que en eso, al menos en lo que concierne a la financiación autonómica, el Gobierno de Sánchez es un maestro. Y mientras, investidura catalana conseguida, a costa de prometer la luna, que total, prometer es gratis.

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