La institución monetaria de la Eurozona trata de poner coto a una inflación catapultada, pese a que ello conlleve entrar en recesión económica
MADRID. Sospechamos que la economía europea podría haber entrado en recesión, principalmente a consecuencia del shock energético, ya que -a diferencia de Estados Unidos- Europa es una región importadora neta de energía con una alta dependencia del gas.
Ello pone al Banco Central Europeo (BCE) en una situación complicada con respecto a su ciclo de subidas de tipos. Seguimos pronosticando que la autoridad monetaria de la Eurozona adelantará los repuntes y aprobará otro aumento de 75 puntos básicos esta semana, que llevará el tipo de interés director hasta el 1,5%.
Con la subida de esta semana y otra prevista en diciembre, el BCE se está dando margen para hacer una pausa a principios de 2023, cuando los efectos a largo plazo de la crisis del gas y el petróleo rusos serán más evidentes.
Muy especialmente si el Viejo Continente sufre un invierno particularmente frío y se resiente por una aplicación deficiente de los topes al precio de la energía minorista, que fomente la demanda de energía e intervenciones fiscales poco acertadas que no logren afianzar la confianza de los inversores en los países periféricos de la Eurozona.
La renta variable europea probablemente continuará viéndose presionada, dada la elevada probabilidad de que la región experimente una recesión, cuya gravedad y duración desconocemos, y por la incertidumbre sobre la trayectoria de la política monetaria.
Lale Akoner es estratega de mercado sénior en BNY Mellon Investment Management