MURCIA. El pasado jueves el equipo de Gobierno de Murcia celebró sus 100 primeros días al frente de la ciudad junto a las vías de Nonduermas como guiño a los vecinos de cara al soterramiento. No obstante, cometieron algunos fallos de cálculo, pues el tren no entiende de política y decidió estropear hasta en tres ocasiones la intervención de Mario Gómez.
El vicealcalde, con cara de estupefacción, no tuvo más remedio que ceder la palabra y callar las dos primeras veces que el ferrocarril asomó la bocina. La tercera, decidido a no perder el ritmo de su discurso, hizo el intento de hablar por encima del ruido con desastroso resultado: "Murcia comienza a latir", quiso gritar Gómez.
En cualquier caso, el mensaje fue transmitido: el tren molesta. Es cierto que los socialistas han sido los que han abogado por el soterramiento de las vías, pero nunca está de más recordar que los vecinos de Nonduermas siguen teniendo que lidiar con esos estorbos de gran velocidad que transcurren varias veces en una hora.
Al fin y al cabo, los discursos de los políticos no son lo único que suele interrumpir el tren, pues los colegios de la zona han tenido que aprender a convivir con el ruido mientras se imparten las clases. Un gran ejemplo lo encontramos en el instituto Mariano Baquero Goyanes, situado cerca de Santiago el Mayor, donde los profesores debían claudicar ante la llegada del ferrocarril y detener las explicaciones hasta que el sonido desapareciera en la distancia.
También los alumnos de ese instituto debían lidiar con el ferrocarril para acceder a las instalaciones, pues el centro se encontraba pasadas las vías que hoy ya han sido soterradas. De esta forma, los alumnos tuvieron que cruzar por donde pasaba el tren durante más de 30 años para poder acudir a clase.
De esta forma, los estudiantes normalizaron la presencia del tren, así como de la bocina que anunciaba su llegada varios minutos antes de que realmente transcurriera, por lo que poco a poco se fue perdiendo el respeto a la máquina de varias toneladas que se desplaza a gran velocidad. Por suerte, el barrio no ha tenido que lamentar ninguna tragedia en los últimos años, aunque más de un escolar se ha llevado un susto por andar más despistado de lo que debería.
Sin embargo, a lo largo de los años el tren sí se ha llevado varias vidas, tal y como cuenta Francisco, un vecino de Santiago el Mayor que ha crecido junto a las vías: : "Llevo viviendo aquí 75 años; fíjate si he visto aquí gente que se ha matado y otra que se ha tirado. Muchas muertes he visto, muchas. Motos que han pasado y se las ha llevado el tren, o una mujer recogiendo carbón antiguamente. Era yo un crío y ella estaba cogiendo carbón debajo de la máquina, que la dejó partida en dos. Eso hay que verlo".
En ese sentido, cuenta una instructora de autoescuela como estuvo cerca de protagonizar una desgracia cuando una alumna inexperta se quedó bloqueada con el coche encima de los raíles. En aquel caso, la falta de soltura impedía a la conductora novel salir de allí rápidamente, aunque gracias a las indicaciones de la profesora pudo acelerar y evitar el tren.
Ahora, las vías han desaparecido finalmente de la zona. Santiago el Mayor ya puede decir con orgullo que ha logrado un paso a nivel libre de obstáculos, y es el turno del resto de pedanías para deshacerse del ferrocarril. Mientras tanto, el tren sigue pitando en Nonduermas.