CARTAGENA. Desde mediados del pasado siglo XX, el Muelle Alfonso XII ha tratado de convertirse en el principal reclamo de los cartageneros y los visitantes. Una fantástica bahía al mar Mediterráneo no necesita demasiadas parafernalias para transformarse en un referente para los habitantes de la ciudad y para turistas o visitantes. Si bien su principal ocupación durante siglos fue la carga y descarga de mercancías, la salida o atraque de militares y, además, de pasajeros, faltaba adherir su fisionomía al día a día del habitante de la ciudad, una circunstancia que ha costado años y años y que aún no termina de cuajar del todo.
En lo que va de este siglo XXI se han llevado en esta zona portuaria pegada a la ciudad diferentes actuaciones sin éxito ni orden, que lejos de incentivar y potenciar su disfrute, han conseguido un efecto confuso, muy lejos de lo que el ciudadano podía esperar.