MURCIA. Justo en vísperas del segundo centenario del fallecimiento del gran actor cartagenero Isidoro Máiquez, llegó el gran confinamiento primaveral, y los actos previstos en su ciudad natal quedaron reducidos, como contó Murcia Plaza en tiempo y forma, a la instalación junto a su estatua de la plaza de San Francisco, sin oficialidad ni protocolo alguno, de un tótem biográfico, con código QR, para dar a conocer al personaje efigiado entre propios y forasteros.
El paseante curioso podrá leer: "Isidoro Máiquez, actor y director teatral, nació en Cartagena el 17 de marzo de 1768. Fue el gran impulsor del teatro español entre los siglos XVIII y XIX. Mejoró las condiciones de trabajo de los cómicos, sus salarios y jubilaciones. Descubrió nuevas dotes para la interpretación, renovó decorados y vestuarios, reglamentó el espectáculo, creó un nuevo estilo interpretativo basado en la naturalidad y, sobre todo, luchó contra la injusticia. Los enfrentamientos con el poder, más intensos en su última etapa, le llevaron al destierro. Murió pobre y desvalido en la madrugada del 18 de marzo de 1820 en Granada. En su bicentenario, Cartagena a 17 de marzo de 2020".
El monumento de la plaza de San Francisco se alzó en 1927, siendo su autor el escultor castellonense José Ortells, y fue, en verdad, un homenaje tan merecido como tardío, pues no sólo habían transcurrido 107 años del fallecimiento en Granada del mejor actor de la escena nacional en la transición del siglo XVIII al XIX, sino que hacía ya 88 que se había erigido uno en la ciudad nazarí, en la que sólo malvivió los meses postreros de su existencia.
Pero lo más curioso del homenaje granadino a Máiquez es que fue promovido y costeado, en 1839, por un murciano que también alcanzó fama nacional sobre las tablas y que da nombre, no sólo al teatro murciano, sino también a otro en Barcelona: Julián Romea.
La revista granadina ‘La Alhambra’ explicó en aquellos días la iniciativa del murciano en favor de su fallecido colega: “Don Isidoro Máiquez obtuvo, por sus aventajadas dotes, un grado de celebridad y un nombre que difícilmente perecerán; pero no se le había tributado un testimonio público del aprecio y estimación a que por sus talentos se hiciera merecedor, y un digno sucesor suyo, el señor don Julián Romea, como apreciador en su justo valor de las dificultades del arte, se ha propuesto la reparación... costeando con sacrificios pecuniarios no despreciables un monumento que perpetúe la memoria de aquel.”
Un monumento, como otros, cuyo emplazamiento fue cambiante, pues fue erigido en la céntrica plaza del Campillo para pasar por el Cementerio y la margen diestra del Genil y acabar, desde 1942, en la plaza del padre Suárez, frente a los venerables muros de la histórica Casa de los Tiros.
El monumento es muy sencillo, y está formado por tres gradas sobre las que se elevan un pedestal y una columna, rematada por un adorno de guirnaldas y un vaso. El fuste está rodeado por una cinta con la sencilla leyenda "Gloria al genio" y en el pedestal se puede leer: "A la memoria de Isidoro Máiquez", constando en él también los nombres de los hermanos Julián y Florencio Romea y de la esposa del primero, Matilde Díez.
No es una gran atracción turística, ni una obra de especial mérito o atractivo, pero lo cierto es que cada año, cuando llega el 27 de marzo, y con él la celebración del Día Mundial del Teatro, la recoleta plaza granadina recibe a artistas, literatos y autoridades para la lectura del manifiesto de la jornada, la ofrenda floral en el monumento a Máiquez y alguna breve representación.
‘El Fénix Cartaginés’ relataba en marzo de 1879 que se había conmemorado, por vez primera en Cartagena, “el aniversario de aquel actor eminente y sin par, gloría de la Talía española y de su patria, que llevó el nombre de Isidoro Máiquez. La función preparada para tal objeto estuvo bastante animada y brillante. Las bandas de Ingenieros y de Marina amenizaron los entreactos, ejecutando varias composiciones musicales con la maestría y la perfección que les son peculiares; el busto de Máiquez quedó coronado por los actores, y la Sra. Alverá y los Sres. Burón, González y Esteve leyeron, respectivamente, la oda que dedicó al gran actor nuestro malogrado Monroy y otras dos poesías, originales de los Sres. Carreras y Monreal; terminando la lectura con la de otra tercera composición, debida a cierto autor anónimo, la que nos pareció refundición, arreglo, plagio o copia de una muy linda poesía intitulada ‘Aire, sombra, polvo, humo’, producida por el peregrino ingenio del distinguido escritor Don José de Selgas”.
Dentro de unos días, y pese a las restricciones que impone la pandemia que seguimos padeciendo, el Auditorio y Palacio de Congresos ‘El Batel’ escenificará la obra, 'Una estatua sin paloma', escrita y dirigida por Pedro Segura, dentro de los actos del bicentenario de la muerte de Isidoro Máiquez, y servirá para reivindicar la memoria de un actor que, según los entendidos, cambió el signo de la interpretación en España.