MURCIA. Fíjense que juraría haber descubierto este refrán a través de un anuncio de higiene masculina allá por los noventa. Esos años llenos de reclamos pegadizos que consiguieron que la marca a la que representaban haya permanecido el resto de la vida en nuestra cabeza: "Busco a Jacqs", "En las distancias cortas es donde un hombre se la juega", "Póntelo, pónselo"… Tras esta concatenación de eslóganes pinta que Jacqs triunfó esa noche, aunque no sé si dejaría que se lo pusieran… ¡Era un hombre tan viril por lo visto!
"Nadie se atreve a afear la gordura o EL abandono que sufren muchos hombres mientras que las mujeres vivimos sometidas al juicio constante"
El caso es que por la época sonaba ese run run de que el hombre y el oso cuanto más feo más hermoso mientras mi madre hacía acopio de todos los modelos de Playtex habidos y por haber. Quizá de ahí mi fanatismo por la faja. Sí, yo soy muy de faja. ¡No sin mi faja! Claro que nada que ver lo que me enfundo yo ahora con aquellas armaduras imposibles que necesitaban ayuda de cámara para colocar todo en su sitio. Pero vamos al turrón, que aquí hemos venido a hablar del hombre.
El macho heterosexual (esto ha quedado un poco Félix Rodríguez de la Fuente) está sufriendo una catarsis hacia la feminización. Ya lo decía Paco Umbral. Por suerte, no solo para nosotras sino también para ellos, los tratamientos, los implantes y la depilación han entrado a formar parte de su rutina de belleza en mayor o menor medida.
Este verano me ha llamado la atención que los cuerpos depilados coincidían con deseables y apolíneos caballeros, mientras que aquellos señores de contornos sin aristas dejaban cubiertas sus redondeces por el felpudo capilar con el que Dios les bendijo para ocultar tal dejadez. Pero, y aquí es donde viene la madre del cordero, nadie se atreve a cuestionar o afear la condición de gordura o abandono que sufren muchos hombres en su edad madura adelantando así el ocaso de su sexapil, mientras que las mujeres vivimos sometidas al juicio constante de cualquier cambio en nuestro físico, luchando diariamente por no descolgarnos del pelotón… Y el peor jurado, nosotras mismas: despiadadas con nuestras camaradas hasta decir basta.
¡Qué paradoja! Ahora que los hombres comienzan a desbrozar sus pectorales, las mujeres volvemos a asalvajar nuestras axilas. Y si lo ha dicho Zara, es que ya es oficial. No quiero ser hipócrita, no seré yo a la que verán sin depilar, pero lo cierto es que debemos usar la misma vara de medir para ambos sexos, ya sea de vellosidad como de tejido adiposo.
Y volviendo a la catarsis, he sido testigo en primera plana de una metamorfosis deslumbrante: el aflorar de un normalizado fofisano a un David de Miguel Ángel. Les puedo asegurar que aquel chaval con cuerpo de padre hace tan solo tres años ha llegado a ser el protagonista de los sueños más húmedos de sus vecinas. Ha pasado de ser el típico Fernando Esteso en el que ni te fijabas así llevara una sirena en la cabeza a un semental más que interesante que despierta el interés (sexual, por supuesto) del que se lo cruza. Interesante experimento: puedes recuperar tu "mojo" tan solo con esculpir tu cuerpo.
Seamos ecuánimes con la condición física de la especie humana, pero, señores, les animo a conseguir los niveles de autoexigencia que nos marcamos las mujeres. Como mínimo el mismo que la que tengan al lado.
Gracias por su lectura.