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EL GATO EN LA TALEGA / OPINIÓN

El falso poder

7/09/2021 - 

MURCIA. Me niego a dar una imagen de muerte al mundo, de incompetencia política, de sectores productivos arcaicos y reaccionarios, de sociedad pasmada. Quizá no seamos muchos los que estemos aún lúcidos entre las toneladas de palabras vertidas, pero quiero decir alto que soy de la Región de Murcia y vivo en ella sin sentirme imbécil, retrógrada, asesina de ecosistemas, productora irresponsable, de mente alienada y politizada, e incluso también inculta. No me hace ninguna gracia colocar a nuestros productos (no solo agrícolas, que existe el mundo más allá) una marca España que tape nuestras vergüenzas medioambientales, estando España implícita en la regional (a españoles no nos ganan), mientras el resto de CCAA de este país colocan las de su terruño autonómico y local. No siento vergüenza de ser de esta Región, ni necesito esconderme tras una pseudoetiqueta que me enmascare, lo que siento es una sensación tremenda de mala leche e indignación.

Tenemos capacidad para hacerlo mejor y superar la codicia, degeneración y cobardía de algunos que, con tal de no reconocer errores y mantener estatus, pretenden que agachemos la cabeza. ¿Acaso el "no hablar mal de lo nuestro" se ha convertido en "no hablar de lo nuestro"? ¿No será que no hay intención de aprender de los errores y enmendarlos desde el origen? Porque esa es otra, el origen de las cosas destructivas no es sacar una ley que las prohíba confiando en la buena voluntad del ser humano sin inspecciones que la hagan cumplir, ni tampoco está el origen en una tecnología que no contempla el cese de la producción de la cosa destructiva en cuestión. El origen es donde nace el problema. Y por mucho que se escriba en un papel, con la de leyes, figuras de protección, moratorias y buenas prácticas que tenemos por metro cuadrado, los resultados de la mera palabra escrita y su lanzamiento mediático se vienen traduciendo en capazos de cadáveres de hijos del Mar Menor

"El cambio del modelo económico regional necesita urgentemente de altura política"

La catástrofe medioambiental del Mar Menor es la de un desarrollo económico mal diseñado y tercamente sostenido, ni más ni menos. De todos los sectores: el agrícola por perder de vista el amor a la tierra y pasar a la simple compraventa (de esto ya sale otro artículo por sí solo); el turístico (y urbanístico), cuya raíz no es la cultura e identidad de la zona con su riqueza natural, sino una impostura de otros lugares de sol y playa decimonónicos; el comercial, ahogado como está entre multinacionales y grandísimas superficies que nos suban la autoestima; el logístico y de transporte (¿alguien recuerda que el Mar Menor tuvo un aeropuerto a su lado?) que deja sin servicios lugares cada vez más atomizados, y ya no digo el industrial, que pudo ser y no es.

El cambio del modelo económico regional necesita urgentemente de altura política. Porque el drama del Mar Menor está muy clarito en sus causas y soluciones, y puede repetirse en otros lugares de nuestra geografía regional si no se cambian las bases de un modelo económico importado, rígido e incompatible con nuestra realidad. Vemos pasar años sin que los ejecutivos con competencias sobre el Mar Menor sean capaces de compartir una hoja de ruta con actuaciones presupuestadas, con fecha de ejecución y compromiso firme. Aquí se levantan de la mesa para la foto con una Estrategia, Plan o Ley bajo el brazo sin la menor concreción en intención, como si la foto en sí fuese salvífica. ¿Acaso el "todos a una" es posible en estas condiciones? ¿acaso hacen las tres administraciones el "todos a una" más allá de la reunión de urgencia? Es ridículo asistir al centrifugado de las culpas ante una situación que se remonta treinta años atrás, con los diferentes cambios de color político de los ejecutivos y sus organismos dependientes. ¡Qué envidia me dan países democráticos cuyas fuerzas políticas antagónicas son capaces de hacer un frente común ante problemas que atañen al patrimonio natural y a la sociedad!

Se me agota el espacio y el tiempo mientras me llueven nuevas ideas y veo diferentes perspectivas. No sé si las personas que deben tomar decisiones y otras cuya actividad económica está ligada al Mar Menor, lo abrazaron en privado. No sé si a algunas les habrá parecido ridículo, o les habrá incluso molestado, que 70.000 personas lo hiciesen. Pero sí sé que abrazar es una de las acciones más hermosas y limpias que podemos hacer como seres humanos si lo hacemos de corazón. Quien así abraza merece un respeto, quien así recibe ha demostrado su valor más allá de cualquier falso poder.

Celia Martínez Mora

Investigadora

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