TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

El elogio a la necedad o encomio de la estulticia

20/04/2020 - 

"Todo el que, violentando su propio ser, pretende cubrirse con apariencias de virtud, no hace más que poner sus defectos en descubierto".(Erasmo de Rotterdam).

Si al dúo  -y no precisamente dinámico, pues ese ‘D.D’ lo formaron en 1958, Manuel de la Calva y Ramón Arcusa, dos jóvenes catalanes de familias humildes (de emigrantes vascos y aragoneses) y que con sus baladas pusieron a bailar a  todo el mundo-mundial de la época-  Sánchez e Iglesias les hubieran dicho que en el año 1515, hace exactamente 505 años, el gran humanista holandés y amigo de Tomás Moro, Desiderio Erasmo de Rotterdam -con su famoso ensayo, ‘Encomium Morae, sive Stultitiae Laus’, que es una descarnada descripción de la necedad del mundo y dela estulticia de sus gobernantes-  iba  a describir con tanta claridad y a la perfección sus escasas virtudes y sus múltiples carencias en el arte del bien gobernar, jamás se lo hubieran imaginado y mucho menos creído. ¡Claro, pero tampoco el de Rotterdam se lo había imaginado! El mismo Erasmo, en persona, hubiera sido el primer sorprendido y se hubiera quedado boquiabierto, si algún ‘nostradamus’, de tres al cuarto y al uso de la época, le hubiera vaticinado, muchísimos años antes, que su histórico y mundialmente conocido ensayo iba a tener como protagonistas principales a dos ‘duunviros’ de un mismo gobierno socialcomunista: uno, un tal Sánchez, y el otro, un tal Iglesias, presidente y vicepresidente segundo, respectivamente, del gobierno de España, en lugar de la ‘Necedad’, la ‘Insensatez’, la ‘Estulticia’ y la ‘Locura’, los auténticos, primigenios y principales actores del ensayo ‘del de Rotterdam’.

Pero a la Historia  -con MAYÚSCULAS, que  suele repetirse en continuos ‘bucles’ espacio-temporales-  de vez en cuando, le encanta gastar alguna que otra broma a ‘esos’, a los que se creen amos y señores de casi todo lo que se mueve, porque han tenido la suerte, que no el mérito ni el honor, de llegar a la cima política, apoyados por un puñado de votos fruto de la ‘inconsciencia colectiva’; de unos votantes poseídos por el ‘efecto Dunning-Kruger’, que, en román paladín, se puede  resumir en una frase: ‘cuanto menos sabemos, más creemos saber’. Se trata de un sesgo cognitivo según el cual, las personas con menos habilidades, capacidades y conocimientos tienden a sobrestimar esas mismas habilidades, capacidades y conocimientos; y de unas coaliciones aberrantes e inconsistentes de las izquierdas más retrógradas y rancias, y que, por norma, cuando gobiernan, solamente suelen mirarse el ombligo mientras repiten -a troche y moche y a diestro y siniestro  -aquello tan manido, simplón y desgastado de  ‘todos juntos lograremos una nación libre justa y progresista, si me hacéis caso y os creéis todo lo que os diga y prometa’. Pero ya no nos engañan y sabemos que siempre terminan proclamando a los cuatro vientos el vetusto y repetido aforismo -actualmente vigente en muchos gobiernos de la vieja Europa, incluida España-   eso de ‘todo para el pueblo pero sin el pueblo’. (Tout pour le peuple, rien par le peuple).

Sánchez e Iglesias afirman -jurando y perjurando por lo más sagrado y entre otras cosas: por el colchón nuevo de La Moncloa y el casoplón de Galapagar y de la misma manera que lo hacen los ‘actores’ de Rotterdam- que tienen la razón de su lado, y dicen decir la verdad, pero la manera frívola y fútil de como lo hacen despierta nuestra curiosidad, y es que para estar locos o ser ineptos, o insensatos no se necesita hacer ningún esfuerzo. En realidad, se podría decir, que lo único que tienen que hacer es seguir el cauce de su propia condición humana y de su herencia que basada en su genética y en los procesos de aprendizaje en los primeros años del desarrollo, se vuelve rígida al alcanzar la madurez y ya es inmodificable.

‘Si fuese posible crear un par de robots capaces de ser presidente y vicepresidente segundo del gobierno de España, creo que le haríamos un gran bien a todos los españoles (votantes o no), ya que las Leyes de la Robótica les impedirían dañar a un ser humano y les incapacitarían para la tiranía, la corrupción, la estupidez, el prejuicio, la prepotencia, la mentira y el narcisismo’ (afirmación de Isaac Asimov, modificada ‘ad hoc’ para el artículo).

¡Qué bien supo describirlos Erasmo cuando escribió estas frases!:

"La estupidez es la cualidad de ser estúpido. Es lo contrario de la inteligencia. Ser estúpido tiene que ver con no entender las cosas, no aprender de las experiencias pasadas, y por lo general no usar el cerebro ni la lógica.  Afortunados los hombres que no tienen principios; pueden decir estupideces con solemnidad. El poder está bien, y la estupidez es, por lo general, inofensiva. Pero el poder y la estupidez juntos son peligrosos. Todo el que, violentando su propio ser, pretende cubrirse con apariencias de virtud, no hace más que poner sus defectos al descubierto"…

O estas otras:

"El que toma las riendas del gobierno no debe ocuparse en sus asuntos propios, sino en los públicos; debe únicamente interesarse por el interés general, no apartarse ni lo ancho de un dedo de las leyes que él ha promulgado y de las que es ejecutor, y responder de la integridad de todos los funcionarios y magistrados. Si consultáis a los historiadores, veréis que no ha habido príncipes más pestíferos para el Estado que cuando el poder cayó en manos de algún filosofastro o aficionado a las letras".

Cuando los personajes Sánchez e Iglesias -que han sustituido a los originales de Erasmo, a la necedad y sus correligionarios- se proclaman y risueñamente hablan en el Congreso de los Diputados, lo hacen enguantando en terciopelo y con poses ‘franciscanas’ la violencia de sus palabras:

"Diga lo que quiera de nosotros el común de los mortales, pues no ignoramos cuán mal hablan de nosotros, incluso, los más estultos; somos aquéllos, y precisamente los únicos que tienen poder para divertir a los dioses y a los hombres. Y de ello es prueba poderosa, y lo representa bien, el que apenas hemos comparecido ante esta copiosa reunión para dirigiros la palabra, todos los semblantes han reflejado de súbito nueva e insólita alegría, los entrecejos se han desarrugado y habéis aplaudido con carcajadas alegres y cordiales, por modo que, en verdad, todos los presentes me parecéis ebrios de néctar como los dioses homéricos, mientras antes estabais sentados con cara triste y apurada, como recién salidos del antro de Trofonio". (héroe o dios o demonio de la mitología griega y constructor del templo de Apolo en el Oráculo de Delfos).


Pedro Manuel Hernández es Licenciado en Medicina y Cirugía, en Periodismo y ex Senador autonómico del PP por Murcia