"Se rompieron todas las fuentes del gran abismo, y las cataratas de los cielos fueron abiertas…" (Génesis 7—23).
La costa este de la Península Ibérica, bañada por un mar cálido de leves mareas, vive amenazada por un efecto meteorológico de bajas presiones que provoca tempestades. La Comunidad Valenciana es una zona especialmente damnificada por este fenómeno (octubre 2019, septiembre 2020, octubre 2021...).
El pasado 20 de octubre la AEMET anunció una DANA en la península. El 29 del mismo, a las 07:30, se activó el aviso rojo en Valencia, con alarma de peligro extremo e intensas lluvias, fuertes vientos y tormentas eléctricas azotaron el interior, como el Vall d'Albaida, la Hoya de Buñol y la comarca de Requena-Utiel… Hubo acumulados de precipitación superiores a los 200 mm de lluvia en apenas 24 horas, lo que generó inundaciones repentinas, con desbordamiento de canales y arroyos. Comenzaba un guion que presagiaba un trágico final.
"En la adversidad sale lo mejor y lo peor del ser humano"
Los sistemas de drenaje no pudieron absorber el aguacero; los accesos y comunicaciones quedaron bloqueados. Se produjeron derrumbes de tierras y daños en infraestructuras como puentes y caminos rurales con árboles caídos... El aluvión afectó a viviendas y comercios, inundando los bajos de los edificios que, más que asidos a la tierra, parecían embarcaciones arrastradas por la gravedad del agua. Los vehículos y todo lo movible flotaban sobre la tromba, y las personas quedaban atrapadas en áreas de riesgo. Unos perdieron la vida y muchos se contaron entre los desaparecidos.
Nos llegaban episodios imposibles de imaginar: la angustia por los ausentes, el instante de la pérdida…, el dolor por el hallazgo de los muertos… y la lucha por la supervivencia en un océano de destrucción sin límites: hacinamiento, hambre, sed, frío, sin electricidad, sin medios, con riesgos para la salud por el agua contaminada y la falta de saneamiento…
Junto a las imágenes del horror, recibíamos información sesgada de la implementación de medidas, al respecto, por los políticos: alertas meteorológicas, mensajes de emergencia, salvamento…, pero la magnitud del fenómeno superó las expectativas y un caos profundo se apoderó de una población que denunciaba no percibir esta asistencia, sumando a su desgracia el abandono y la impotencia: la Nación se vistió de luto.
En la adversidad sale lo mejor y lo peor del ser humano. Así, de un lado, junto a las crecidas y desbordamientos, avalanchas de voluntarios llegaban de todas partes del país. Nuevas generaciones, "uno para todos, todos para uno", como héroes en una película de terror, se adentraban en el drama mostrando su compromiso, valentía y autoorganización, para enfrentar las consecuencias del desastre; y de otro emergían el pillaje, la agitación y los infundios, porque el lodazal es tierra fértil para la conspiración y la desestabilización. Mientras los damnificados naufragaban en el abismo, se divulgaba toda suerte de información intoxicada, que dejaba a la ciudadanía en la confusión y la consternación, demandando el rescate de una prensa libre, imparcial y veraz.
Hace 7.500 años en las orillas del lago de agua dulce, hoy Mar Negro, cuando el diluvio amenazó con destruir el mundo, una mayor previsión hizo la diferencia. En aquella ocasión, se dio un aviso temprano y detallado. En el mito, se informó a Noé, dándole instrucciones, planos y medidas específicas para construir un arca sólida y segura, que resistiera el cataclismo. Con detalles técnicos, dimensiones exactas, tipo de madera y estructura, asegurando que la construcción pudiera afrontar lo que venía (Génesis 6:14-16). Todo un ejemplo de planificación logística, que contrasta con los intentos modernos de respuesta ante la catástrofe.
"Después de 150 días, Dios hizo pasar un viento sobre la tierra, y las aguas se calmaron" (Génesis 8:1).
Después de la tempestad llega la calma, las aguas se detienen y fluyen las lágrimas. Cuando el golpe se enfría y la adrenalina y las endorfinas de la resistencia se desvanecen, asoman la tristeza, la desesperanza y más dolor: el conteo de pérdidas humanas (levantamiento de los fallecidos, identificación, medicina legal…) y materiales (daños en las propiedades, pérdida de servicios, perturbaciones económicas y sociales…).
Sera el momento de la reflexión: ¿Que falló?, ¿Qué faltó?, ¿Quién no estuvo? ¿Catástrofe natural?, ¿Catástrofe institucional?, ¿Puede el bulo salir gratis?... Y surgirá ineludiblemente el cuestionamiento sobre la idoneidad de las C.C.A.A. y la recentralización del Estado… Habrá que arbitrar protocolos y medidas para que esto no vuelva a suceder y:
a) Los políticos deberán asumir la responsabilidad o culpabilidad que proceda. Que ¡cada palo aguante su vela! porque es como la lotería: si cae muy repartida no le toca a nadie. Pero a juzgar por las intervenciones de estos en medio de la catástrofe, igual aprovecharán para implantar su relato político, sacudiéndose las pulgas al plumas del contrario con la pretensión de beneficio partidista. Lo que se convierte en perverso, por ser un rédito político cimentado sobre pérdidas humanas. Y esto ¿por falta de propósito de enmienda y dolor de corazón; o de nivel, altura y dignidad políticos?
"El arco iris volverá a salir en la Comunidad, pero sus colores no serán tan saturados"
La Sociedad debe exigir justicia, que no ajusticiamiento, para las víctimas, pues no hacerlo sería volver a sepultarlas en el barro. Discernir entre lo forzoso y lo evitable y poner negro sobre blanco, datos y hechos contrastados, buscando el esclarecimiento de la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, dejando de lado las fobias y las filias de cada quien, porque "la verdad os hará libres" (Juan 8:31 y 32).
b) Los ciudadanos deberemos preguntarnos: ¿La catástrofe ha sido un acto de terrorismo de la naturaleza o ésta ha sacado sus garras devolviéndonos el golpe, como un animal herido? Agua, tierra, fuego y aire son los elementos fundamentales del cosmos, según los presocráticos. Tales de Mileto ofreció la primera teoría occidental sobre el mundo físico: el agua como principio de todas las cosas. Hemos visto cómo un trozo de nuestra geografía sucumbía bajo este elemento.
Esos componentes básicos son alterados por el hombre, con actos que van desde lo agresivo: la conversión de ecosistemas en zonas urbanas y carreteras, el tráfico ilegal de especies, la contaminación del suelo…, hasta pequeños e inconscientes gestos: soltar un globo de helio al aire, abusar de los aerosoles y los plásticos, tirar colillas en la playa y chicles al suelo…
Reconstruir lo perdido (propiedades, servicios, medios económicos…), un proceso de vuelta a la normalidad de una Comunidad en desguace, que se convertirá en un reto, en una asignatura troncal "Catástrofe climática de la historia de España", pendiente de superación por parte de todos.
El Gobierno ha declarado Valencia "zona catastrófica". Se pondrán en marcha distintos mecanismos de recuperación del Estado, como el Fondo de Contingencia, los Planes de Ayudas Económicas, y seguros agrarios a través de la Entidad Estatal (ENESA); de la UE como el Fondo de Solidaridad y los Fondos Estructurales FEDER; y de la propia Comunidad Autónoma valenciana a través de subvenciones y ayudas de su Fondo Autonómico de Emergencia. Además del socorro de Entidades no Gubernamentales y la contribución privada…
El arco iris volverá a salir en la Comunidad, pero sus colores no serán tan saturados. La Valencia afectada se levantará, la levantaremos entre todos; pero los padres, los hijos, los amigos… que han perdido la vida, solo se pondrán en pie en la memoria de los que los querían. El vacío que dejan en los supervivientes se ha llenado de sepulcros, que no habrá como desalojarlos. ¿Qué paquetes de medidas, que ayudas europeas…, amparan el siniestro en el alma? Tal vez, los que han visto partir a los suyos cuando sientan ese pellizco gástrico, que la ausencia trae al recuerdo, les alivie aferrarse a la duda de que un ¡Adiós! pueda ser un ¡Hasta Luego!