MURCIA. Poco después de las cinco y veinte de la tarde de este miércoles 1 de julio, el aeropuerto de Corvera abría las puertas de llegada con los primeros británicos tras cuatro meses de confinamiento.
Alegría, abrazos, besos en el reencuentro. El vuelo de Ryanair trajo a la Región a los primeros 120 viajeros procedentes de Manchester.
Media hora después, el vuelo regresaba a Manchester con 39 pasajeros de regreso.
Bajo las estrictas medidas de seguridad que, en esta ocasión sí parecen que están funcionando, el grupo de viajeros desembarcó tras haber firmado una declaración de saludo y aportar todos los datos posibles: origen, destino, localización, amigos o familia con los que contactar en caso de necesidad...
Los cierto es que al menos este primer grupo que llegaba a la Región tras la reapertura del aeropuerto sí se manifestaba contento con una sensación de control de la pandemia muy lejos de las laxas medidas británicas.
Alguno se sorprendió de que no le hubiesen tomado la temperatura. Hubo que corregirle: sí se la habían tomado mediante una cámara termográfica en lugar de termómetros individuales que hubiese dilatado el desembarco, la recogida de equipajes y, "por fin" el regreso a España. El personal del aeropuerto dispone de estas cámaras individuales, pero solo se utilizan en caso de necesidad o cuando se sospecha del estado de algún pasajero. En este primer vuelo no hizo falta emplearla.
Recomendados o no, en el reencuentro también hubo besos y abrazos, no tantos como cabría esperar, pero los hubo. La mayoría de los pasajeros volvían a sus residencias en España y solo les aguardaba un chófer, el taxi o el vehículo de alquiler; pero en otros casos les aguardaba la familia.
Como la mujer de Thomas, que ha estado cuatro meses separada de su marido, un presentador de una emisora de radio que emite desde la Región para la colonia británica. "El confinamiento le pilló allí y la vídeo llamada ha sido nuestro única vía de comunicación", decía satisfecha tras dejar atrás la terminal de llegadas.
Las historias en el reencuentro con la familia o con la residencia que voluntariamente eligieron se sucedieron en esta calurosa tarde del 1 de julio. Muchos descendieron del avión con el jersey puesto, y no tardaron en darse cuenta de que el verano había llegado con toda su crudeza.
Las amplías sonrisas estaba ocultas por las obligadas mascarillas (una continua voz en megafonía lo recuerda en castellano e inglés); pero la expresión de los ojos lo delata, aunque se volviera de un funeral. "Fui a Inglaterra a un funeral a principios de marzo y tenía billete de vuelta en abril, pero me tuve que quedar", comentaba otra pasajera sorprendida ante un recibimiento por parte del personal del aeropuerto, de la Guardia Civil y agentes de seguridad y periodistas y cámaras fotográficas y de vídeo para las televisiones. No se creían tan importantes, pero saludaban con total naturalidad antes de emprender un último trayecto hacía Mazarrón, Puerto Lumbreras o urbanizaciones en torno al Mar Menor.
Ya con un poco más de confianza con los periodistas tampoco faltaron las confidencias y las críticas a los gobiernos: "increíble todo lo que ha pasado". "Lo único que queríamos era venir, como en España, en ninguna parte".
Y minutos después del desembarque de los primeros 120 viajeros británicos le sucedió el embarque de cerca de cuarenta pasajeros, británicos también, rumbo a Manchester. Muy pocos hablaron con la prensa, pero los que lo hicieron reconocían que estaban ansiosos por ver a las familias en las islas, pues a ellos el confinamiento les sorprendió en la Región y cuatro meses y medio después han podido volar.