MURCIA. A mi abuelo le encantaba el cine. Prácticamente todos los domingos me llevaba a ver las películas que proyectaban en uno de los dos cinematógrafos que había en Puente de Tocinos. Vivíamos en la Cruz de Casillas, en el centro de la huerta, en el cruce de la Senda de Casillas y la Vereda de la Cueva, a unos cuatro/cinco kilómetros de los cines.
En la puerta de mi casa desde muy antiguo había una cruz de madera con una escalera en su lado derecho. Estaba montada sobre una peana de piedra, que, según contaba mi abuelo, la colocaron allí, a la puerta de la vieja venta de mis bisabuelos, unos frailes que venían acompañando a los pastores que con sus ganados bajaban por la vereda hasta el río Segura.
Yo ya conocí a algunos de los frailes que venían todos los años a pedir ayuda y traían consigo y colocaban en la peana una caja que al abrirla se veía un fraile con su capucha y un puntero que se movía hacia arriba o hacia abajo. Según ellos, anticipaba el tiempo: si era lluvioso, el puntero lo señalaba y el fraile se tapaba con la capucha; o lo contrario, si hacia buen tiempo.
Todos los años el día antes de la festividad de la Santa Cruz, por la tarde en la Cruz de Casillas se producían dos hechos: se hacía una cruz de flores y se colocaba sobre la vieja cruz, y los jóvenes traían haces de cañas y alcazabas entre otros y los colocaban en el cruce de los dos caminos, conformando en la noche previa al día de la Cruz una gran fogata que ardía hasta el amanecer.
Mientras duraba el fuego los jóvenes traían macetas de flores que iban poniendo junto a la Cruz, conformando un jardín en su entorno. Al día siguiente, el cura hacia una misa a la que asistíamos todos los vecinos. Había cohetes, carretillas y tracas; una fiesta de todos y para todos. Hoy pasados los años se mantiene la cruz de flores y la fiesta en honor de la Santa Cruz.
Mi pasión por el cine fue creciendo y yo esperaba ilusionado al domingo. Mi madre me vestía para la ocasión y mi abuelo (un hombre alto y fuerte, un viejo huertano) me cogía de la mano y junto a él, por la orilla de la vereda de la Cueva, íbamos hasta el camino viejo de Orihuela y por este hasta Puente Tocinos, a una de las dos salas de cine que había, y en la que ponían la película que mi abuelo creía que me gustaría más. Durante el tiempo que íbamos andando hacia el cine, mi abuelo me contaba los cuentos que se decían junto a la chimenea al finalizar los trabajos en la huerta.
Hay uno principalmente que no he olvidado:
El abuelo ya está muy viejo. Le dice la mujer al marido: hay que llevarlo al asilo. El hijo se sube al abuelo a coscaletas (a la espalda) y echa a andar hacia el asilo. Como el camino era largo e iba muy cansado, más o menos a la mitad, ve a la orilla del camino una gran piedra, como un banco de piedra. Entonces se paró y bajando al abuelo de su espalda se sentaron ambos en la piedra. Estando allí sentados, el abuelo le dijo a su hijo: hijo, aquí me senté también yo cuando llevé a tu abuelo al asilo. Y me contó que también tu abuelo se había sentado aquí a descansar cuando llevaba a tu bisabuelo.
El hijo escuchaba lo que le estaba contando su padre, el abuelo, y cuando concluyó de contar su historia y la de su padre y la de su abuelo, y que todos habían parado en la misma piedra para descansar. El hijo supo que él sería el siguiente y decidió acabar con aquella tradición, y dar por finalizado lo de llevar al abuelo al asilo; así que le dijo: padre, nos volvemos a la casa. Y subiéndose al abuelo otra vez a coscaletas (a la espalda), le dijo: padre, hoy y aquí se acaban los viajes al asilo, y volvieron a su hogar.
Derribar los muros, romper las cadenas que condicionan el futuro, es absolutamente necesario. Por ello romper aquella nefasta tradición de llevar al abuelo, cuando ya no podía trabajar al asilo, creando un nuevo compromiso que reforzaba la unión de la familia, base del presente y del futuro, como la semilla que hace germinar una nueva planta, que dará nuevos frutos, y nos hace reflexionar sobre las consecuencias y los efectos de que lo que hacemos, o no hacemos, hoy conformará la realidad del mañana.