El secretario general de CCOO, Unai Sordo (i), y el secretario general de UGT, Pepe Álvarez (d), en una manifestación contra la subida de los precios de la energía. Foto: RICARDO RUBIO (EUROPA PRESS)MURCIA. Hace ya más de 20 años, hice mis primeros escarceos en la prensa escrita colaborando con un periódico editado en Valencia, donde vivía entonces. En aquellos momentos, con una experiencia profesional de 10 años en dos PYMEs empecé a escribir sobre cómo veía algunos temas relacionados con la economía y la empresa: la cultura del trabajo y del esfuerzo, el humanismo en la Dirección, la importancia de la colaboración público-privada, etc.
Escribía desde la experiencia en una empresa con un crecimiento continuado y sostenido de dos dígitos, el correspondiente incremento de la plantilla y un grato ambiente de trabajo.
Dediqué también varios artículos a los sindicatos. Algunos de los títulos fueron: "Sindicatos pro paro", "Integrismo sindical" o "¿Por qué 35 horas?".
Supongo que basta leer estos títulos para hacerse una idea de qué pie "cojeaba", de mi opinión sobre esos instrumentos de defensa (?) y promoción (?) de los intereses de los trabajadores que son los sindicatos (así definidos en la RAE).
Y el caso es que un cuarto de siglo después y con la consiguiente experiencia añadida, sigo "cojeando" del mismo pie…
No me refiero a esa multitud de plataformas, asociaciones de trabajadores y sindicatos que se esfuerzan por defender los intereses de sus socios o afiliados. Hablo de los "cuatro" (sí, esos que a todos nos vienen a la cabeza cuando oímos "los sindicatos"…) que de una forma anacrónica y trasnochada se dedican casi en exclusiva a seguir intentando recuperar una lucha de clases sin sentido y ya superada.
He recordado los artículos que mencionaba ante el comportamiento de esos sindicatos durante los últimos meses. Meses de un silencio cómplice mientras se ha ido deteriorando la economía de nuestro país.
Este deterioro afecta –me atrevería a decir que principalmente- a tantos trabajadores que han estado durante meses o siguen estando en ERTE, a autónomos con pequeños negocios que han tenido que cerrar o prescindir de empleados ante el desplome de sus negocios, a transportistas y armadores de buques que han visto como un elemento de mucho peso en los costes de sus negocios se incrementaba más de un 30% en 2021, y un 9,6% adicional en los dos primeros meses de 2022, antes de que empezara la invasión de Ucrania.
Y todos perdido más poder adquisitivo del 6,5% que refleja el IPC de 2021, o el 7,6% interanual de febrero de este mismo año (Fuente: INE).
No pretendo con estas líneas hacer un análisis de los muchos errores cometidos durante los últimos años en política económica. Errores que han supuesto que las consecuencias de la pandemia hayan sido mucho más acusadas en España que en otros países de nuestro entorno. Así, mientras en el año 2020 el PIB en los países de la zona Euro se contraía un 6,4%, en España el decrecimiento fue del 10,8% (más de cuatro puntos por encima del de la zona Euro). Y en 2021 estos países superaban el PIB de antes de la pandemia, con un crecimiento del 5,3%. Mientras que en España, con un crecimiento del 5,0% el año pasado, seguimos con un PIB inferior al del cierre de 2019.
Mi única pretensión es reflexionar y hacer reflexionar sobre la posición de los sindicatos. Iba a decir la posición actual pero sería faltar a la verdad, porque es una posición mantenida cerrilmente en el tiempo.
Resulta tan evidente –y por qué no decirlo, ridículo- el sometimiento de esas organizaciones a los dictados de unas determinadas ideas políticas y partidos, que han perdido completamente su sentido.
Quizá ha llegado el momento de que reivindiquemos el genuino papel de los diversos agentes sociales, y su independencia respecto a la política, sobre todo de una política como la que "sufrimos" en nuestro país.
Economista
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