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TRIBUNA LIBRE / OPINIÓN

Discurso del odio y sus consecuencias

23/07/2024 - 

MURCIA. Resulta evidente que cuando una persona decide emigrar considera más los beneficios que los costes, centrándose como es obvio en las ganancias económicas y el desarrollo profesional. Sin embargo, estos deseos muchas veces se logran en detrimento de otros aspectos tales como la familia, los amigos, la referencia idiomática, el estatus social, las costumbres, etc., cuyo coste emocional y psicosocial puede ser muy elevado. Así mismo, las dificultades de la situación administrativa, profesional y social en España estimulan la aparición del sentimiento de frustración, estrés, ansiedad, tristeza, depresión, insomnio, incertidumbre, escasa motivación y baja autoestima, que invaden de manera significativa a la persona migrada. Estos condicionantes no son fáciles de resolver, ya que provocan trastornos afectivos y psíquicos, que han sido denominados como "síndrome de Ulises" o "síndrome del migrante", y que, dependiendo de cada persona, se podrán prolongar o cronificar en el tiempo, si no se recibe la ayuda pertinente."

"la retórica incendiaria presenta LA diversidad cultural como una amenaza con una lectura pesimista, basada en discursos radicales y catastrofistas que generan tensiones y miedos"

Ante dicha escena -que a menudo viene marcada por penurias- este 'nuevo' tejido étnico y cultural se encuentra con la difícil tarea de lograr la aceptación, el reconocimiento y la inclusión social en su nuevo contexto. En tal sentido, se trata de un proceso plagado de múltiples adversidades que a veces superan el deseo y, la voluntad de una persona que pretende echar raíces en la sociedad española. Pero desgraciadamente, estas aspiraciones se encuentran en su camino con la retórica incendiaria de distintas formaciones políticas -que les importa tres pepinos los indicadores anteriores- que presentan esta diversidad cultural, como una amenaza con una lectura pesimista e institucionalizada, basada en discursos radicales y catastrofistas que generan tensiones y miedos entre la ciudadanía -y eso que España lleva sólo 30 años recibiendo población migrante frente a Francia o Inglaterra que superan los 150 años-. Bombardear a la población, y especialmente a los jóvenes, con estos continuos mensajes racistas y xenófobos, puede tener el mismo efecto que la estrategia que empleaba el ejercito vietnamita con los combatientes norteamericanos. Es decir, se colocaba al soldado norteamericano debajo de un grifo para que le cayera de manera gradual una gota tras otra de agua en la cabeza, hasta producir un enorme agujero en la misma, provocando su lento fallecimiento. En el caso que nos ocupa y, teniendo en cuenta esta trayectoria de discurso alarmista y destructivo, terminaremos construyendo un marco social autóctono irrecuperable.

Por otro lado, no cabe duda, que dicha clase política que se empeña en establecer la violencia estructural ha legitimado a numerosos "lumbreras" para reproducir sus argumentos fascistas, que azuzan la xenofobia a través de las plataformas de redes sociales, ejemplificadas especialmente por TikTok. Estos monstruos del teclado que derraman su odio enfermizo, delante y detrás de su pantalla, manifiestan de manera sistemática salvajadas aplaudidas y a menudo compartidas por numerosos consumidores de este tipo de espacio digital, donde se insiste en señalar a qué cultura se debe amar y a qué otra cultura hay que odiar. Estos personajes que están atrincherados en sus ideas radicales buscan unos clics sin límites ni escrúpulos contra la migración en general y, contra los magrebíes en particular, sin ser conscientes del deterioro irreversible que pueden provocar sus intenciones, en la convivencia entre autóctonos y migrantes. Dar oxígeno a estos simpatizantes declarados de la ideología retórica para normalizar la discriminación -en lugar de visibilizar las experiencias enriquecedoras, la resiliencia y el éxito profesional de miles de personas de origen migrante- conduce, sin duda, a incrementar prácticas excluyentes, que modifican el recorrido de esta población, teóricamente hablando, de situaciones de inclusión a realidades de exclusión social.

Otro elemento que deberían interiorizar, tanto las formaciones políticas como los "lumbreras" de TikTok es que el ser español no es una cuestión del color de la piel, de la religión o del origen, sino de un sentimiento de pertenencia a un proyecto común, basado en el conocimiento, el reconocimiento, el respeto y la valoración de la diversidad cultural. Y todo ello tomando en consideración que todo es más bonito y mejor si la población siente que todos son tratados de manera justa. Seguir con el discurso tozudo e irreconciliable no es un ingrediente para gestionar la convivencia entre los autóctonos y la diversidad cultural de 6 millones de migrantes que residen en el territorio español en la actualidad. Y menos aún, que sea una solución viable, para gestionar una sociedad equitativa y habitable para todos, si tenemos en cuenta el escenario demográfico que se prevé cuando España alcance los 24 millones de migrantes en 2050, y que supondrá resolver los desajustes que podrían surgir por la baja natalidad y por las demandas y exigencias del mercado laboral (sólo en 2023, 400.000 españoles con estudios superiores emigraron a otros países europeos, con el propósito de buscar salarios más elevados y un reconocimiento profesional).

En definitiva, no hace falta ser un genio para deducir que es necesario reflexionar y construir discursos que sirvan de puente a la convivencia en la diversidad cultural. Para ello, es preciso desalojar esos pensamientos arcaicos que realizan una interpretación de una lectura selectiva y parcial de todo lo que rodea a las personas migrantes, deshumanizando lo culturalmente diferente como un imperativo. Dentro de 20 o quizá 30 años no nos va a gustar la sociedad en la que nos tocará vivir, ya que no tenemos que olvidar que el odio genera odio y la violencia genera violencia. Los descendientes españoles entre los cuales estarán los españoles, cuyos padres son de origen migrante, juzgarán las prácticas excluyentes, así como las acciones políticas que se toman hoy en día. En fin, aspirar a una España unida a lo "Haka de nueva Zelanda, implica gestionar la inclusión y el sentimiento de pertenencia -que es el único camino- de la diversidad cultural en un estado de derecho con virtudes cívicas, que constituyen el cemento de una democracia estable y sana, basada en la igualdad de oportunidades que ahonda los valores de convivencia, el entendimiento mutuo y la cohesión social. En mi opinión y, sin ánimo de pesimismo, estamos llegando tarde…


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