MURCIA. ¡Noooooo! Mejor no quiera saberla. No creo que nadie en su sano juicio de los que ya están llamando a filas para vacunar, le pregunte esto al espejo. De hecho, nuestra relación con él se ha vuelto fría y distante. Al menos en mi caso.
Recuerdo al espejo como ese mejor amigo con el que me pasaba las horas muertas compartiendo sombras de ojos, cantándole canciones de Hombres G a la guitarra y preguntándole cuál era el mejor modelito para plantarle fuego a la noche.
"Es ese viejo conocido al que ya le tienes tomada la medida y no le pasas ni una"
He tenido que saltar los cuarenta para entender por qué la Reina Malvada, vamos, la madrastra de Blancanieves, se pasaba los días preguntándole al espejo soberana gilipollez: ¿Quién es en este reino la más hermosa? ¡Pues no pensarás que con cuarenta vas a ser tú, bonita! Y es que con los años la inseguridad se apodera de ti. Sabes que hay algo que no marcha bien pero no tienes claro qué es. Pues yo se lo diré: ¡la gravedad!
Sí, señores, la gravedad es la responsable de todo, esa fuerza por la que dos cuerpos se atraen. No les cuento yo la atracción que tienen mis lolas por el centro de la tierra, que si me descuido no las puedo separar. Es insultante, en esta época estival, pasear por la orilla de la playa con esas jovencitas desafiándote con su turgencia y mientras tú, tirando de bañador con doble refuerzo y cascos con relleno para intentar reubicar en el piso de arriba lo que hace años se derrumbó hasta el sótano.
Ellos tampoco se libran. En invierno todos conseguimos salir al paso, pero llega el momento de la verdad que es el verano y con él las lenguas de lava sobre la cinturilla del bañador o las meloneras que salen, fruto de aquellas pepitas de la sandía que se tragaron a los quince, ¡por supuesto!
Ahora mi relación con el espejo es correcta. Es ese viejo conocido al que ya le tienes tomada la medida y no le pasas ni una. Hay días que ni recuerdo si he llegado a saludarlo. Otros, te miras en un escaparate y piensas:
¡Hijo de la gran…! Me has dejado salir a la calle pintada como una puerta. ¿Conque esas tenemos? Pues ahora no te voy a limpiar las salpicaduras en toda una semana.
Por eso yo ya tengo un nuevo mejor amigo: Snapchat. ¡Cómo! ¿No lo conocen? ¡Por favor! No subo una foto a mis redes si no ha pasado antes por sus adorables filtros. El único problema es que si algún día se cruzan conmigo por la calle piensen que les voy a ofrecer una manzana envenenada.
Es lo que tiene no haber pasado por el bisturí… todavía. Este tema me despierta mucho respeto porque es una decisión muy importante. Más que el qué, el quién. Es con la esteticista para hacerme las cejas y la última vez que cambié, parecía que salía de un remake de Los pájaros de Hitchcock. ¡Dios mío, qué de picotazos! Me costó tres días con las gafas de sol, hasta dentro del Mercadona.
En ese punto de la relación estoy; ya no quiero que el espejo me diga la verdad. De hecho, preferiría que ni me hablara porque no me gusta lo que me dice. Tendré que buscarme algún cazador buenorro que me mienta y así aguantar un par de años más antes de pasar por quirófano.
Gracias por su lectura.