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GENTE DE ORDEN / OPINIÓN

Desastre escolar

23/08/2020 - 

Las clases comienzan a mediados de septiembre, pero eso es algo que no se podía prever, no se veía venir, por eso el Ministerio de Educación ha convocado a finales de agosto a las diecisiete filiales autonómicas a ver qué opinan de este hecho singular. Con este nivel de previsión no es de extrañar que el presidente de la cuarta economía de la zona Euro ande triscando por las marismas de Doñana (en meyba y sin mascarilla), el vicepresidente llorando como una 'mujeruca' porque un idiota le escribió una pintada a 30 kilómetros de su residencia estival y el ministro de Justicia -que ha dejado sin vacaciones a los jueces, abogados y procuradores españoles declarando hábil el mes de agosto-, luciendo michelines en las playas andaluzas acompañado de su actual pareja, presidenta del Congreso a la sazón. Todo normal, circulen.

Es evidente que la persistencia del virus y el crecimiento de los contagios, que en la España de Sánchez vuelven a batir récords como corresponde a un Gobierno de patanes, han cambiado profundamente muchos de los usos habituales de nuestra sociedad. El sistema educativo, necesitado de profundas reformas desde que los talibanes de la Logse lo tomaron por asalto, es un sector que tiene que evolucionar hacia un nuevo modelo menos presencial y más digital.

Por eso, el mandar los niños a casa un día a la semana no es una chapuza; es una gilipollez. Porque si el objetivo es evitar la proximidad física de los niños en las aulas ¿qué piensan hacer las autoridades académicas con los alumnos de 4 a 10 años en los recreos? ¿Enviar a los profesores a perseguirlos por el patio con varas de granado para impedir que se acerquen a más de metro y medio? ¿Y en la entrada de los centros? ¿Habrá también agentes anti-virus distanciando a las criaturas? Porque si no es así, es inútil tratar de tener bien separadas las mesas en las aulas: ¡Los niños entrarán en ellas bien restregados unos con otros! ¿Esto tampoco se puede prever?

Pero como ocurre con los sistemas centralizados, que cercenan la libertad de las unidades más cercanas al usuario, al final se impondrá una norma homogénea que creará más problemas de los que pretende resolver.

Tenemos la oportunidad de convertir la tragedia de la covid-19 en una ventana al futuro, reformando en profundidad un modelo educativo que ya nació obsoleto. Libertad para que los centros organicen sus actividades académicas, libertad de los padres para elegir modelo educativo y libertad para que los profesores enfoquen sus clases de manera más imaginativa y efectiva, sin necesidad de tener que pastorear clases abarrotadas de alumnos con libros de texto cada vez más anacrónicos.

Ese debería ser el debate ahora mismo en el mundo de la educación; no si los funcionarios van a tener que trabajar por las tardes o la consejería contrata más o menos profesores, que parece ser lo único que importa a los sindicatos de izquierdas y sus organizaciones pantalla. Pero el socialismo es una máquina perfecta de destruir las oportunidades para un futuro mejor y, en esta ocasión, tampoco nos va a defraudar. La ministra Celáa se encargará de dejarlo claro una vez más.

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