MURCIA (EFE). Quince mujeres trabajan cada día en una nave industrial en el límite entre la pedanía murciana de Sangonera la Seca y el municipio de Alcantarilla para dar una nueva vida a juguetes usados que llevarán la ilusión y la alegría a familias vulnerables, pero esa labor supone también una nueva vida para todas ellas, en su mayoría, sin estudios, sin trabajo y sin recursos, que han encontrado en este proyecto una oportunidad para poder avanzar.
“Este proyecto me devolvió la vida, igual que yo se la devuelvo a las muñecas”, resume Encarna Torres a EFE durante una visita a este “Taller de Juguetes” que la ONG Cáritas puso en marcha en octubre de 2021 como un proyecto trasversal de formación ocupacional para mujeres vulnerables a través del que ofrece formación en competencias básicas y que sirve como un paso preliminar para acceder a otros programas de empleo de la ONG católica.
Torres llegó al taller en abril de 2023 acompañada por su prima, con la que comparte nombre y apellido, además de una situación de total vulnerabilidad: sin estudios, sin trabajo previo, las dos se sentían “deprimidas, sin ninguna ilusión”.
Ellas ya eran usuarias de Cáritas, entidad a la que acudían en busca de ayudas económicas o de alimentos, cuando les propusieron participar en este proyecto que, aseguran, les ha supuesto un cambio radical.
“Venir aquí me ha cambiado sobre todo la estima, me siento útil, siento que me escuchan, que me tratan bien”, explica Encarna. “De estar todo el día encerrada, pasas a tener una ilusión cada día”, añade su prima.
Desirée Puerta, educadora social, e Isabel Hellín, maestra, fueron las encargadas de poner en marcha este proyecto que, explican, va mucho más allá de ofrecer una formación para el empleo al uso, porque lo que busca es un “acompañamiento integral” de las participantes.
Muchas de ellas, apunta Hellín, no saben ni siquiera leer o escribir cuando llegan al taller y nunca han trabajado antes.
Aquí se les ofrece una formación muy básica en lengua y matemáticas, pero también en habilidades sociales, rutinas y disciplina de trabajo, así como en materias trasversales, como el cuidado del medio ambiente, la salud o la higiene.
Mientras adquieren conocimientos, las mujeres se integran además en un ambiente laboral: cada día, de 9:30 a 13:30 horas, se encargan de acondicionar juguetes donados para dejarlos como nuevos.
Todos los juguetes que se reciben, que pueden ser de donaciones particulares o de empresas, explica Puerta, se someten a un proceso de limpieza e higienización y se clasifican en función de su estado y las reparaciones que necesitan.
“Descartar un juguete siempre es la última opción. Si hay juegos incompletos, se aprovechan las partes que pueden servir para completar otros; se hacen pequeñas reparaciones electrónicas a los que llevan pilas. Usamos la imaginación porque, el segundo objetivo del taller, además de formar a estas mujeres, es el de promover la reutilización. Y llevamos las tres R, a su máxima expresión”, señala.
No exagera: A las muñecas les lavan y peinan el pelo y les arreglan la ropa o, si no la tienen, les hacen trajes nuevos con retales.
De los peluches que están en peor estado rescatan el relleno para metérselo a otros y devolverles la prestancia. Si a un puzzle le faltan solo un par de piezas, se las dibujan en cartulina. Si un juego de mesa tiene el tablero inservible, recuperan las fichas o los dados para completar otro al que le falten esas piezas.
Todo el proceso lo hacen las mujeres antes de la fase de empaquetar: los juguetes recuperados se agrupan por lotes en los que siempre hay un libro y un peluche, además de otras dos o tres piezas de juego y se clasifican por edades.
“Hacemos los lotes pensando en los niños: que las cosas sean bonitas, que combinen, que se vea así, voluminoso”, explica María Luisa, otra de las participantes, a la que le gusta especialmente esta labor de envolver los paquetes en papel celofán.
Raquel Romero, responsable de Cáritas en el área de Alcantarilla, explica que este taller sirve como “base” para que las participantes, que cobran una beca de formación, puedan tener un punto de partida hacia otros itinerarios de formación o de empleo.
El perfil de las usuarias es muy variado porque se trata de un proyecto individualizado y flexible, por lo que no hay un tiempo mínimo ni máximo de participación en el taller, sino que todo se desarrolla en función de las necesidades y la evolución de cada una de las mujeres.
La más veterana, Reyes, de 61 años, cumplirá pronto tres en el taller y asegura que no quiere irse: “Estar aquí me ha hecho útil, me ha dado la ilusión de levantarme cada mañana, de arreglarme. Me lo tomo como si fuera un trabajo de verdad”, subraya llena de orgullo.
Ni ella ni el resto de sus compañeras paran de preparar paquetes mientras cuentan sus experiencias, ya que la navidad es el periodo de mayor trabajo: Unos 1.800 paquetes con una medida de cuatro juguetes cada uno saldrán en estas fiestas del taller para ser repartidos por las Cáritas parroquiales entre las familias vulnerables de la región.
No obstante, el proyecto está activo todo el año, recogiendo donaciones, reparando y acondicionando los juguetes y elaborando “pedidos” para otras fechas especiales como cumpleaños, o vacaciones: en total en todo el año se reparten unos 3.000 paquetes.
Son, explica Hellín, más que meros regalos: es una forma de avanzar en la ruptura del círculo intergeneracional de la pobreza, ya que ocho de cada diez adultos pobres también fueron pobres de niños.
Este proyecto, explica, permite a los niños en situación de vulnerabilidad recibir regalos de manera normalizada, en las mismas fechas en que otros niños con más recursos también los reciben, y a sus madres, vivir un ambiente laboral y buscar una salida a la falta de recursos: una nueva vida para unos y otros, a partir de la idea de dar también una nueva vida a los juguetes usados.