COMO AYER / OPINIÓN

De Gran Hotel a autobanco, pasando por Colegio Mayor

18/11/2021 - 

MURCIA. Este año se han cumplido 45 de la demolición del edificio de la céntrica calle de Riquelme donde estuvo instalado el hotel Regina. El paseante curioso aún podrá hallar en el actual inmueble, esquina a la calle del Junco, el pétreo escudo de armas que lució, en igual situación, el viejo caserón. Era lo que se estilaba por entonces, echar abajo los vestigios de la Murcia de otro tiempo y conservar, para que no se diga, ese pequeño recuerdo de un tiempo ido.

Pero este establecimiento, enclavado en el barrio de San Nicolás, a dos pasos de la parroquia, no era sino la tercera versión de los hospedajes que con tal nombre hubo en Murcia, ya que al que nos ocupa precedió otro de igual denominación que desapareció a golpes de la piqueta que desgarraba en los años 50 del pasado siglo la entraña musulmana de la ciudad para abrir la Gran Vía, ya que se situaba en la confluencia de la Platería con la desaparecida calle de Garnica.

Y aún hubo otro Regina más, de efímera existencia como hotel pero próximo a cumplir la centena como inmueble, que se alzó en el barrio del Carmen, frente a la iglesia y el jardín, y que esconde hoy, bajo su apariencia de mera casa de vecindad, un curioso pasado hecho de retazos de nuestra historia.  

Fue mediado el mes de diciembre del año 1923 cuando Manuel Amat Picón, acreditado empresario del sector de la hostelería, anunció desde las páginas de la prensa la inminente apertura del Gran Hotel Regina, "situado en el sitio más ventilado de la población, frente a la Universidad".

No sé si la plaza llamada ya de González Conde (antes Media Luna) era el lugar más ventilado de la Murcia de los años 20, pero lo que sí era rigurosamente cierto es que el nuevo establecimiento se situaba muy próximo a la institución docente, inaugurada pocos años antes en el que fue durante muchos años Colegio del Carmen (verdadero destino para el que fue construido) y hoy Museo de la Archicofradía de la Sangre, 'los coloraos'.

Explicaba la publicidad inserta en los periódicos, que Amat, antiguo dueño del hotel denominado con su apellido, había edificado exprofeso el inmueble "con lujosas y amplias habitaciones a la moderna para familias que quieran invernar, turistas, y todo viajero que quiera estar con comodidad. Precios especiales para estables. Hay ascensor (dato curioso, porque yo conocí el edificio sin ascensor, en los años 60 del pasado siglo, y no lo volvió a tener hasta los primeros años 80), cuartos de baño y un comedor capaz para 150 comensales.

Y el día primero del año 1924 se produjo, como estaba previsto, la puesta en marcha del nuevo negocio, ocasión para la que no faltó, como era de obligado cumplimiento, un gran banquete. Los periodistas no dudaron en afirmar que "el Gran Hotel Regina está llamado a ser por su situación por sus condiciones higiénicas y por el conocimiento que del negocio tiene su propietario, uno de los predilectos de los viajeros".

Sin embargo, en noviembre de 1926, menos de dos años después, la Universidad de Murcia anunciaba la adquisición de "los amplios y confortables locales que hasta ahora pertenecían al Hotel Regina, de admirable orientación, en los que, desde el próximo mes de diciembre, quedará instalado el Colegio Mayor para internado de estudiantes oficiales".

El Colegio Mayor se presentaba como uno de los primeros, si no el primero, en ponerse en marcha en España de acuerdo con la normativa emanada del Gobierno del general Primo de Rivera en el mes de agosto por el que se creaban los patronatos que habían de crear y construir estos centros para los alumnos universitarios.

El de Murcia ya estaba construido, y había funcionado como hotel, lo que facilitaba al máximo su transformación para los nuevos usos. Ofrecía a los internos el disfrute de "enseñanzas y cursillos gratuitos en las distintas disciplinas del saber, entre las cuales figurarán clases diarias de alemán e inglés por doctores especializados. El patronato prestará auxilios a las asociaciones que se formen por los alumnos internos, y cuyo objeto sean los deportes, excursiones etc". Su primer director fue Cayetano Alcázar Molina, catedrático de Historia de España de la Universidad.

La Universidad estuvo en el Carmen desde 1920 hasta el curso 1935-36, cuando se marchó a la Merced para ocupar los locales de lo que había sido hasta ese momento Colegio de los Maristas, porque ha de saber el lector que el edificio que se puede admirar aún hoy como Facultad de Derecho fue edificado por la institución religiosa de enseñanza en torno al claustro del desaparecido convento que había sido de los frailes mercedarios. Y con la Universidad, se marchó también al centro de la ciudad el Colegio Mayor.

Fue entonces cuando el antiguo hotel Regina se transformó por completo en casa de vecinos (ya lo eran los pisos superiores), y cuando se reforzó el carácter comercial de sus privilegiados bajos, ocupados ya desde 1924 por la ferretería de Saturnino López, una de las más acreditadas de Murcia durante largos años.

Tras más de 40 años, Saturnino, que vivía encima de su negocio, y su ferretería dejaron paso a la Agencia Urbana número 1 del Banco Central, que ofreció la gran novedad de contar con servicio de autobanco. Fue el 6 de noviembre del año 1971 cuando se inauguraron las flamantes instalaciones, por lo que hace unos días se cumplieron 50 años, con el murciano Alfonso Escámez como principal autoridad de la entidad bancaria en el acto.  

Señaló el diario Línea con aquél motivo que Murcia se incorporaba "al comodísimo servicio de autobanco, que permite al cliente efectuar sus operaciones sin apearse de su vehículo. El sistema (que ya existe en las principales ciudades españolas: Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla y Palma de Mallorca) es sencillo. Consiste en un túnel iluminado, en el que hay dos ventanillas dotadas de cristales a prueba de balas. Al cliente le basta llegar en su coche y, desde él, realizar la operación, que es controlada y comprobada por un sistema de televisión en circuito cerrado".

Se accedía por la calle del Carmen, lo que representaba una dificultad para el tráfico, y se salía por la plaza de González Conde. Apenas un decenio funcionó el singular sistema de operar en ventanilla, pero aún puede verse la entrada si se pasea por el lugar, mientras que el bajo es hoy es una perfumería. Lo que va de ayer a hoy.

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