MURCIA. Calor, asfixia, sudor, bochorno, sofoco, calima. Termómetros al borde del colapso, calles infernales e innumerables plegarias no atendidas que ruegan por una humilde brisilla, por unos minutos de descanso de esta canícula insoportable. El dios verano nos marca el paso con su cadencia abrasadora y, al mismo tiempo, se nos presenta como portal para la oportunidad, para lo extraordinario e insospechado, para entregarse a cultivar el placer.
Un portal en el que hechos y deseos se entremezclan sin pudor. En el que materialidad y ensoñación comparten fronteras porosas. Porque, ¿qué clase de seres insípidos seríamos si nos conformáramos con esa cartografía pautada llamada realidad? En Culturplaza apostamos por abrir las compuertas de la imaginación y derrochar caudales de asombro y fantasía. Por ello, como ya va siendo tradición en esta santa casa, hemos consultado a unos cuantos profesionales de la cultura por aquellos escenarios de ficción en los que les gustaría habitar durante la temporada estival. De su mano recorremos las calles de Viena, Benidorm o Alaska y nos dejamos caer por Deià o la inventada Misent. Los viajes propuestos no son solo geográficos, sino también cronológicos: nuestro itinerario incluye paradas en el Brooklyn de los años 80 y en el Japón Feudal. ¡Y un buen puñado de canciones que riman con el salitre, las horas lentas y la ligereza propia de la estación! Seamos realistas, pidamos lo imposible.
“Me gustaría vivir unos días con Cristina Peri Rossi y Julio Cortázar en Deià, Mallorca. Cristina narra este episodio en Julio Cortázar y Cris (Cálamo), unas memorias donde desvela su relación con el escritor argentino. Yo también siento un amor profundo hacia estos autores, claramente fruto de la idealización. Me refiero a esta conexión que una tiene con un artista al que sabe que conocerá, pero ha forjado un vínculo emocional unilateral con esta persona y lo que le rodea. En uno de los capítulos, la poeta habla de esa estancia en Deià, en casa de unos amigos. Cuenta que Julio y ella, aunque disfrutaban de ver el mar, preferían quedarse en la distancia, sentados en un chiringuito, a la sombra, mientras los demás gozaban en la arena. Yo aún me quedaría un poco más apartada para contemplarlos a ellos dos.
También quisiera pasar este periodo en la masía de Call me by your name, de Luca Guadagnino. Estar en un pueblo italiano, ser un adolescente que pasa las horas leyendo mientras vive un romance y la tensión sexual ocupa todos sus movimientos. La película tendrá muchas cosas cuestionables (y el cliché de la diferencia de edad entre amantes homosexuales) pero soy una romántica y una nostálgica.
Otro lugar donde me quedaría es en el álbum Cena, de Roy Borland. Lo descubrí de casualidad el verano pasado. Cinco canciones con un poder para evocar esa mesa, la intimidad y el encuentro, los tonos amarillos y anaranjados del estío, una brisita y un fondo de satisfacción, amor y gratitud hacia la vida. Es la ternura, la paz y esa felicidad calmada que merezco”.
“Lo importante de esta estación es la actitud, por eso conviene tener a mano la Biblia del descanso: Cómo no hacer nada. Resistirse a la economía de la atención, de Jenny Odell (Ariel). Dice la autora que no hacer nada no es tirarse en el sofá y ver Netflix, sino reducir el ruido mental, cerrar los ojos a los estímulos, desterrar la culpa y los ritmos de la productividad. Dejar de convertir nuestros domingos en un turno laboral.
Otra cosa está clara: los estíos aquí tienen más de Crematorio, de Rafael Chirbes (Anagrama), que de cualquier otra pieza. Como en la Misent fabulada que describe, el autor veía desde su casa en la montaña de Beniarbeig las nuevas construcciones: chalets, apartamentos y piscinas en lo que antes era campo. Pero en Rubén Bertomeu, el constructor que protagoniza la novela que han llamado ‘el libro que mejor explica la burbuja inmobiliaria’, hay más que un capitalista despiadado. También están las contradicciones que Chribes conocía bien: las de quien se opone a la proliferación de chalets en el campo desde su propio chalet en el campo.
Y el verano es Benidorm: como mito, investigación sociológica o flipada urbanística. Para ir más allá del cliché es maravilloso Ensayo y error. Benidorm (Barrett). Desde el urbanismo, la escritura de Marta Sanz, el periodismo y la fotografía, muchas voces hablan de su Benidorm, y es un alivio el tono de alucine respetuoso de los textos. Al hilo de Benidorm, dos películas: en Sueñan los androides, un detective recorre una Benidorm postapocalíptica en 2052 y en Sóc vertical però m’agradaria ser horitzontal, Sylvia Plath y Belén Esteban se hacen amigas tras encontrarse en la playa”.
Si pudiera pasar las vacaciones dentro de una ficción, que fuese real lo que tantas veces imaginé real, sería difícil elegir dónde tras haber estado en todos y cada uno de los libros leídos o películas vistas. Implicaría no ir como siempre fui, siendo personaje, sino yo: mis vacaciones en sus mundos, disfrutándolos sin romperlos, sin quedar atrapada entre las páginas. Pasearía por el patio de butacas, entre los espectadores, exigiendo que un escritor me dé sentido, consiga meterme en una obra, en la vida, ser personaje en busca de autor: vacaciones de mí misma.
O tomaría prestada La máquina del tiempo de H.G. Wells para ir más allá de ese mundo cruel de los Morlocks, y viajar a todas partes; visitar el Londres de Jack el Destripador, el Egipto de las pirámides, la Grecia de Homero, la Bagdad de Las mil y una noches, la Venecia de Mann.
Y el último día de vacaciones lo prolongaría en Macondo, observando cómo transcurren Cien años de soledad.
“Una cinta que me marcó de joven es Do the right thing (1989), de Spike Lee. Me gustaría haber vivido un verano así en el Brooklyn de los años 80, antes de que la gentrificación cambiara por completo el barrio. Algo que, curiosamente, ya se apunta en la peli con esa secuencia del blanquito con la bici y la camiseta de Larry Bird. Una gentrificación que ya es un problema universal, como podemos ver en València.
No me habría importado experimentar en mi adolescencia una historia de descubrimiento y de amistad/amor como la de los protagonistas de We are who we are (2020), de Luca Guadagnino. La serie no transcurre íntegramente durante la temporada estival, pero sí lo hace una parte importante de su metraje. Me dejó un poso tremendo.
Respecto a la música, me metería dentro del único disco de Family, Un soplo en el corazón. De hecho, ha habido épocas en que he tenido la sensación de haberlo hecho. No es sólo porque haya canciones que evoquen directamente a esta estación, todo el disco tiene ese ambiente de nostalgia de un estío que ya no volverá.
Por último, me encantaría habitar en El calor del verano, del grupo valenciano Los Huracanes. Los descubrí gracias a mi amigo César Campoy y el combo que integra, Los 5 ibéricos. Resume perfectamente los amores de verano y no se me ocurre un periodo mejor donde existir”.
“La serie de televisión estival sería, sin duda, la que para mí es la mejor serie de la historia: Doctor en Alaska. Cada capítulo es una lección de vida, aprendes algo de ti y de los demás. Aunque es de los 90, anticipa muchas cuestiones de la actualidad. El único verano de mi vida que pasé completo en Murcia, porque tenía que estudiar, tenía una cita religiosa: en ONO daban por las noches un episodio de Doctor en Alaska y esperaba todo el día ese momento; fue una temporada maravillosa gracias a ello. Siempre que he estado en horas bajas o me he planteado cosas, he vuelto a ella. No te da respuestas, sino que te abre las puertas y las ventanas de tu alma.
Y más que un film, lo que recomiendo para perderse en el estío es una forma de ver películas muy propia de esta estación: las proyecciones al aire libre. Si uno está en un pueblecito de la costa, seguro que tiene algún cine de verano, si vives en Valencia hay varias terrazas. Tengo recuerdos maravillosos del Mar Menor en una urbanización con cine de verano y ese era el evento de cada día. Hay algo especial en ver el cine así, por un lado, te retrotrae a cuando eras un chaval y, por otro, tiene ese asunto del ‘cine de palomitas’ que es tan veraniego y relajante. Por ejemplo, vi hace poco la nueva de Indiana Jones y me gustó mucho porque es vivir aventuras y volver a perderse en quien eras antes. Así que Indiana Jones en un cine a la fresca me parece una combinación espectacular”.