MURCIA. Creo que me he vuelto nihilista. Para mí, algunos días todo se reduce a la nada y, por lo tanto, nada tiene sentido. Lo planteo todo porque no veo sentido en muchas cosas que damos importancia y no la tienen. ¿Qué significado tiene vivir? ¿Hacia dónde vamos?
Yo tuve un profesor de biología que me dijo que, en breve, íbamos a ponernos a cuatro patas y, como los perros, a levantar la pata al orinar. Me hizo gracia; ahora lo llego a entender, entonces fui incapaz.
En un contexto social complicado que nos rodea como es el actual, solo la belleza y el arte nos salvarán. Algo así como esa inocencia que sigue latiendo en mi cuerpo de niño. Por eso, casi siempre creo que es mejor irse a cualquier otra parte. Soy inconformista por naturaleza.
Con el tiempo te pones la coraza y cada vez te la quitas menos. Y las personas que llegan nuevas a tu vida tienen que derribar más barreras para llegar dentro. Y así nos va. Aprendiendo antes a evitar el golpe que a arriesgarse, una vez más, a conocer personas maravillosas por culpa de un pasado que solo dejó heridas.
No es fácil, lo sé. Cuando te han dolido tanto que ya no te atreves a confiar como antes lo hacías, todo es más difícil. Mides a la gente con otros ojos, poniendo el freno antes que el corazón. No quieres seguir estrellándote contra la realidad de algunas personas. Y pasa el tiempo y nada cambia. Sigues a la defensiva y rechazas a todo aquel que llega nuevo. O, al menos, no se lo pones fácil.
Pocos son los que aguantan, la verdad. Y sabes que la culpa, en parte, es tuya. Digo en parte porque el pasado está claro que tiene mucho que ver con cómo eres hoy, pero también eres tú quién decide levantar muros tan altos. Quizá no aprendiste la lección correcta del ayer. Tal vez ese dolor que llegó un día eclipsó todo lo bueno.
Puede que te hayas equivocado al protegerte tanto. No digo que esté mal pero… ¿estás seguro de que eres más feliz ahí encerrado?
No sé, yo diría que ya basta de seguir oculto en la seguridad de tu castillo. Que lo derribes tú mismo y te arriesgues a ver qué pasa. Por mucho que pueda llegar a doler de nuevo, te estás perdiendo cosas increíbles por seguir eligiendo cada día ver la vida pasar desde la comodidad de tu zona segura. Tal vez sea hora de volver a ser feliz, a confiar en todo lo que la vida te tiene reservado.
Y sí, puede que un día alguien te vuelva a romper por dentro. Pero, si sigues encerrado, no habrá nadie cerca que te ayude a recomponer, uno a uno, todos los pedazos.
Es curioso cómo las personas nos expresamos ante nuestro entorno, pero todavía más la forma en la que los creativos ven el mundo. No mira el mundo igual un escritor que un diseñador. Yves Saint Laurent lo demostró. Fundada por Yves Saint Laurent y Pierre Bergé en 1962, poco después de que el joven modista dejara su puesto al frente de Christian Dior, Yves Saint Laurent se convirtió en una de las casas de alta costura más exitosa e influyente de París. Su forma de ver el mundo, trasgresora y novedosa para la época, hizo de la maison un punto de referencia para aquellos que no tenían suficiente con los otros diseñadores y siempre querían más. Saint Laurent siempre iba a la vanguardia. Con Le Smoking, el primer traje de esmoquin para mujer, de 1966, Saint Laurent también presentó creaciones icónicas inspiradas en el arte, desde vestidos de Mondrian hasta preciosos bordados de Van Gogh y la famosa colección Ballets Rusos.
El modista puso en primer plano a las mujeres en sus creaciones y estaba decidido a cambiar las actitudes arraigadas a una época. Podía ser muy crítico con la industria de la moda y, sobre todo, con él mismo.
El Mundo Según Yves Saint Laurent (Editorial Blume, 2023) no trata más que de eso –como si fuese poco–: de hablarnos de una de las mentes más brillantes del siglo veinte a través de sus propias palabras. Guardar este testigo es importantísimo porque dice más del creador que las propias creaciones.
Textos breves, puede que veamos en ellos microtemas, que explican cómo se sentía, vivía o compartía los años con Bergé. Y no era frívolo ni seco como algunos creían, Yves tenía corazón de tafetán y ojos de seda. A pesar de que Bergé le escribía demostrándole su amor constante, Yves se lo quedaba para él. Ahí crearon esa mitificación que sufría la pareja en la que Bergé veía a Yves de una forma de amante obsesivo mientras que Saint Laurent era frío con él. Pero es que, a veces, aunque quieras cuesta decirlo. ¿No creéis?
“Tuve una infancia maravillosa. Fui un niño muy sensible y muy feliz, más adelante lo seré menos”, escribía Saint Laurent en su agenda y que luego ha sido convertido en este manuscrito recopilatorio de titulares de revistas, diarios y apuntes de la época dichos o escritos por el artista. Ya predecía el diseñador lo que Isabel Allende nos confirmó en El Amante Japonés. “Todos nacemos felices. Por el camino se nos ensucia la vida, pero podemos limpiarla. La felicidad no es exuberante ni bulliciosa, como el placer o la alegría. Es silenciosa, tranquila, suave, es un estado interno de satisfacción que empieza por amarse a sí mismo. Tú deberías quererte como te quiero yo y como te quieren todos los que te conocen”.No es fácil dejar sentir. Ir a corazón abierto es la lucha constante a la que nos enfrentamos, pero quizá de eso se trata: de seguir adelante. Y así, sin más, volvimos al corazón impasible.