MURCIA. A pesar de haber publicado tres novelas e infinidad de ensayos y cuentos, de publicar con editoriales nacionales como Anagrama, de ser finalista del Herralde, de que El dolor de los demás fuese Libro Murciano del Año o de haber conversado en la cama con el mismísimo Buenafuente sobre El don de la siesta, Miguel Ángel Hernández confiesa que todavía dice "soy escritor" con la boca pequeña. Así lo aseguró en la charla que ofreció este martes en la Biblioteca Regional de Murcia, dentro del ciclo 'De la creación a la librería: cómo se hace un escritor y cómo trabaja' organizado por la dirección general del Libro y Fomento de la Lectura, en colaboración con la Asociación Colegial de Escritores (ACE) y el Centro Español de Derechos de Reproducción (CEDRO).
Y es que al murciano el solo enunciado le chirría un poco, ya que "escritor es algo que se es, no es como aprender a tricotar", al tiempo que él se considera profesor, porque es de lo que vive. "La literatura no me da de comer, me da de beber a veces, lo cual ya es bastante", bromeó. Es por elló que entiende que el acto de escribir "tiene más que ver con la pasión que con la profesión. Escribir es una acción, uno es escritor cuando está escribiendo".
Consciente de caer en lugares comunes, el autor de El dolor de los demás aseguró que "el primer paso, por encima de cualquier cosa, es la lectura. Si fuera algo más que escritor, sería lector. Dedico más tiempo a leer que a escribir. Una de las cosas cosas que más placer me produce es la lectura". En este sentido, recordó que "en mi casa no había libros" y que estos le sirvieron "para escapar" hacia otros mundos. Así, recuerda el momento en el que leyó una obra que le marcó, La historia interminable, y entendió que "el lector también hace los libros".
Un segundo paso, según la experiencia de Miguel Ángel Hernández, fue sentir la necesidad, en un momento dado, "de contar tu propia historia después de haber leído muchas escritas por los demás; la necesidad de compartir tu propio mundo con otros". Esa pulsión le llegó a él con 22 o 23 años, aunque nunca hubiera tenido antes esa vocación. "Yo lo que siempre había querido ser es músico, pero no salió". De ahí que sus primeros cuentos fueran, precisamente, sobre música.
Miguel Ángel Hernández escribía en secreto o, al menos, sin hacer demasiada publicidad de ello, ya que entonces "escribir era una especie de infidelidad a la vida académica. Le estaba siendo infiel a la universidad con la literatura". Y, como ocurre con lo prohibido, "le puse más pasión". Y es que el académico "no podía decir que estaba escribiendo cuentos, porque la beca me la estaban dando para hacer mi tesis".
Los premios Murcia Joven y Creajoven fueron un punto y aparte en su trayectoría como escritor, ya que supusieron que "eso que hacía en secreto tenía cierto sentido". Al respecto, subrayó la importancia que tienen este tipo de premios para la confianza de los jóvenes autores, porque "alguien ha creído en ti". Y es que "suele pasar que el que empieza a escribir todavía no cree en sí mismo. Hay momentos que te crees Joyce que ha regresado a la vida y otros que piensas que lo que haces no tiene ningún sentido".
En el caso de Miguel Ángel Hernández, tal y como relató, la escritura fue "refugio", pero también "herramienta para entender lo que me estaba pasando, tenía utilidad para mi vida". Y es que el autor se reconoció muy tímido para poder expresar siempre todo lo que deseaba en este mundo acelerado en el que vivimos. Y en la literatura encontró la vía para decir, con sosiego y en soledad -dos elemento impresicidibles para escribir-, todas aquellas cosas que no podía de otra forma. "La escritura fue mi herramienta de acercamiento al mundo".
Luego llegó el tiempo de mandar manuscritos a las editoriales y no recibir ninguna respuesta. Tanto que un 'no' era celebrado, porque al menos le habían contestado. Le recomendaron un agente, y tras varios silencios más, una agencia se interesó por él.
"Todo el mundo lleva una novela dentro", dijo sobre la primera que publicó, Intento de escapada. Con la segunda, El instante de peligro, cuenta que tuvo más presión al saber que ya la esperaba alguien, al menos su editor. Y, después de la tercera, El dolor de los demás, confiesa que "sigo sin saber nada. Cada novela requiere un laboratorio que le es propio y no sirve lo que hayas escrito antes". Por eso, asegura que "no deja de aprender y de equivocarse constantemente".
Fundamental es también para Miguel Ángel Hernández tener algo que contar, tener dentro "una historia que nos quema". En su caso, convergen unos temas recurrentes como son el cuerpo, la memoria y la pérdida, "mis obsesiones". "Si no hay esa urgencia por contar algo, ponerse a escribir no tiene sentido", añade en referencia a esa mirada al mundo que en su caso parte en muchas ocasiones de una imagen que encierra una serie de preguntas.
Paciencia, constancia, pasion y disfrute son elementos que confluyen en Miguel Ángel Hernández como escritor, porque, como él mismo señala "se sufre en la escritura, pero no como en la mina".