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VIENTO DE LEBECHE / OPINIÓN

Colón, monumento al emprendedor

7/07/2020 - 

Lo han expresado muchos historiadores: juzgar los comportamientos, actitudes o acciones de personajes históricos de hace  siglos con los criterios y valores de la sociedad actual es, como poco, un error. Seguro que muchos de ellos tuvieron comportamientos reprobables que, en todo caso, les tocó juzgar a sus coetáneos con los criterios de su época. La historia es la que es y tuvo lugar en otro tiempo y en otras circunstancias. En todo caso, conocerla a fondo, debe servirnos para aprender de ella  y para no repetir errores.

Entre otros muchos personajes de la Historia, ese juicio le llegó hace un tiempo a Cristóbal Colón y ahora se ha recrudecido con la retirada de algunas de sus estatuas o monumentos en el continente americano y cuestionando la continuidad de las mismas aquí en nuestro país.

Sin entrar en otras consideraciones o valoraciones morales, me interesa la figura del almirante como emprendedor. En muchos cursos, seminarios o diferentes estudios de emprendimiento , Colón  es  ejemplo del carácter emprendedor y los pasos que hubo de dar  hasta conseguir poner en marcha su  aventura  son los mismos que ha de dar hoy día quien quiera transformar su idea emprendedora en una  empresa o negocio.

Veamos: como cualquier emprendedor, el navegante parte de un sueño, de una idea innovadora  para solucionar  una necesidad que estaba demandando el mercado. En aquella época el comercio entre el Lejano Oriente y Europa se realizaba mediante penosas, largas y peligrosas rutas en caravana que podían llevar hasta un año. La idea de Colón era trazar rutas de navegación marítima para partiendo hacia el Oeste  llegar al Lejano Oriente circunvalando la Tierra. Quien primero trazara esas rutas podría hacerse con el control de esas líneas  comerciales .Quizás no fue el primero que lo pensó, pero si el primero que puso todo su empeño en llevar a cabo semejante aventura. De hecho nadie sabía que peligros pudiera haber en el camino ni si los cálculos, en cuanto a tiempo de travesía y millas de navegación eran correctos. De hecho, no lo eran.

Por tanto,  parte de una idea que tiene contenido económico y viene a solucionar una demanda de los consumidores, en este caso los pueblos de Europa, para abastecerse de manera más segura, rápida y eficiente de los preciados bienes orientales.

Como muchos emprendedores de la actualidad parte de un conocimiento técnico previo. No era una idea loca, ya que  para llevar a cabo su plan contaba con los conocimientos de navegación necesarios que había ido adquiriendo con el tiempo y había  contrastado en sus conversaciones con muchos navegantes. No, no era una idea loca, pero sí con un riesgo altísimo y gran posibilidad de fracaso.

Calculó qué medios necesitaría en forma de naves, tripulaciones, víveres. Es decir que activos necesito y con qué recursos humanos he de contar y a qué coste. Lo normal en cualquier plan de negocio de hoy en día.

Y llegó a la parte más difícil a la que llega cualquier emprendedor y que no es otra que la búsqueda de financiación para poner en marcha cualquier proyecto. Y sin más ayuda que la fuerza de  su idea, la promesa de grandes beneficios comerciales imposibles de probar por lo arriesgado e ignoto del trayecto  y con gran capacidad de convicción, ambición, espíritu aventurero y persistencia se dispuso a buscar a quien le financiara la aventura. Quizá hoy hubiera optado por el crowfunding o se hubiera dirigido a distintos business angels, pero en aquella época sólo podía dirigirse a grandes y adinerados comerciantes o las coronas de Portugal o la de Castilla. Con todos ellos fracasó en los primeros intentos y tras años de persistencia, por fin los Reyes Católicos dieron su plácet a la aventura. Es decir, se convirtieron en los accionistas mayoritarios de la empresa. A cambio, el marino consiguió, un 10% de todos los beneficios que se consiguieran con las transacciones comerciales de las nuevas rutas, que lo nombraran almirante y además que fuera Virrey de todas las posesiones que encontrara en su navegación. En definitiva, tener un 10% de la empresa y ser el Consejero Delegado de la misma .Es decir, se hubo de negociar un acuerdo de accionistas tal y como se haría hoy en día.

Una  vez cerró el proyecto, se hizo a la mar y fracasó. Sí, fracasó en su idea original de llegar a las costas de China, India o Japón en el lejano Oriente. Aunque pensó que había llegado, tardó muchos años en darse cuenta, si es que lo hizo, de que no eran islas en mitad del camino ni la parte más oriental Asia. Era, nada más y nada menos que el gran continente americano. Este hecho casual, al final fue  mucho más relevante que el objetivo primigenio y supuso de lleno la entrada en una nueva era. A sus accionistas mayoritarios, el Reino de España, les supuso durante siglos muchos más beneficios que los que les hubiera reportado el proyecto original si no se hubiera cruzado en su camino el gigante americano.

Esto ocurre en otras muchas aventuras emprendedoras. En el camino para pasar de la idea original a la acción o durante la puesta en marcha de la misma se pueden cruzar en el camino otras variantes u oportunidades que con la suficiente flexibilidad pueden generar mejores productos o servicios que los que se habían planeado en origen.  Productos tan importantes o cotidianos en nuestras vidas como la penicilina, el microondas o la Coca Cola también son hijos de la casualidad.

La otra lección que nos deja la figura de Colón es que, siendo uno de los mayores emprendedores de la historia, después no fue un buen administrador. No fue un buen Consejero Delgado. Esto también sucede con cierta frecuencia a  algunos emprendedores en la actualidad. De ahí la importancia que tiene la formación para  que el emprendedor adquiera ciertas habilidades en la gestión empresarial incluyendo, por supuesto, la de rodearse de  un buen equipo. 

Por todo ello, la aventura del marino es el perfecto compendio de todo lo que debe o no debe hacer un emprendedor y de todas las variables que hacen que un proyecto tenga éxito. Quizás sus estatuas debieran estar presentes en  las Escuelas de Negocio.

Alfonso Rosique es ingeniero industrial

arosiqueros@gmail.com

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