MURCIA. Mucho ruido y pocas nueces, podríamos decir del tan cacareado programa que, pretendidamente, nos sirvió TVE, de inmediato al partido de la Selección Española de Futbol, sobre el origen de Colón. Con cartulinas donde, supuestamente, aparecía el análisis de ADN de los pretendidos antecesores del Descubridor, contrastada con la del propio Colón y su hijo, echaban a la basura de la Historia todas las candidaturas al galardón de ser la patria chica de Don Cristóbal. Castellanos, portugueses, gallegos, mallorquines y, cómo no, genoveses, quedaban fuera de la carrera cromosómica por ser la cuna y estirpe del Navegante.
Pero, ay, al llegar a la candidatura judía, la cartulina del contraste quedaba obviada. No se mostró, ni siquiera al interesado, léase el postulador de Colón, como valenciano y judío. Y se argüía que el cromosoma Y, de la masculinidad del enterrado en Sevilla era arquetípicamente judía. ¡Toma ya!, mezclando ciencia biológica con raza y procedencia. Por supuesto que no hay, ni hubo, un ADN estrictamente judío. ¡Qué tontería! Los judíos no mezclaban su religión, pero sí su sangre, como todos los humanos desde que el Homo Sapiens, Sapiens comienza a existir en Kenia, dicen.
Tenemos en España un caso reciente de conversión al judaísmo: el intelectual vasco, y español, Jon Juaristi. Al ser aceptado en la comunidad judía, ¿le cambiaron el cromosoma Y para que fuese parejo del de Colón? La tontería se cae por su base. Y, la prueba de descarte de la candidatura genovesa... Se dice que se indagó el ADN de 23 personas de allí, si no recuerdo mal, genoveses de hoy, y que ninguno superó la prueba. Pero, vamos a ver, los Colombo son descendientes del apellido Colombo, no del ADN Colombo. Desde aquel siglo XV, el apellido podrá haber sobrevivido, pero el ADN ha bailado tango, chachachá, salsa y hasta algún vals que otro. De científica, la prueba no tiene nada. Y dijeron, además que el apellido Colombo se daba a todos los expósitos. Esa es una costumbre indudablemente pasajera, y en todo caso no perdurable a través de los siglos. Y, un desprecio supremacista a los expósitos.
Pero, es que, además, si la familia de Colón fue judía, él era, a todas luces exjudío; o sea converso o descendiente de conversos. Y no era "marrano"; en el perverso decir de aquel tiempo: falso converso que oficiaba de judío a escondidas. Colón muere ataviado con el hábito de franciscano y no dio muestra alguna de criptoconverso; lo cual hace sospechar que ya tenía hábito familiar muy entroncado, de comportamiento de cristiano, si no viejo; sí semiviejo. Y si no llevó fraile alguno en su primer viaje, fue porque se trataba de un viaje comercial. Él creía ir a China y a Japon, Catay y Cipango. Y en los viajes comerciales no se lleva a frailes. Por ejemplo, en las naos que llevaban vellones de buena merina a Londres y Amsterdam por la época, no había eclesiástico alguno. Luego, sí os llevó; pero ya era otra cosa.
Se dice que llevó al trujimán o traductor Luis de Torres, éste sí, neoconverso, que estaba al servicio del Marqués de los Vélez en Murcia. Y que fue quien, según creen judíos fieles, el primero predicó al Dios Único en América. Unas cuantas sinagogas denominadas Luis de Torres se levantan por las diversas costas del Caribe. El conocimiento y contrato de Luis de Torres no fue de converso a converso, sino de empresario navegante a utilísimo traductor.
Item más, también se dice que el acogimiento por parte de Luis de Santángel, tesorero de los RRCC, y neoconverso también, al mismo Colón fue igualmente acuerdo secreto ente correligionarios clandestinos. Pues no, Santángel vio enseguida que, si se traían especias por occidente, España sería la nación más rica del mundo conocido. La Historia de Europa, desde Las Cruzadas se explica prácticamente en su totalidad por eliminar a los árabes y luego a los turcos, de su abusiva intermediación en las especias orientales. Santángel tuvo olfato empresarial, no acogimiento a pobrecito converso desvalido.
O sea, el reportaje no demostró nada, salvo que Colón y su hijo eran verdaderamente padre e hijo, cosa de la que nadie dudaba.
El enigma Colón continúa, pese al prepotente ADN, tan moderno y eso.
Ya está.