Dos parejas de ancianos paseaban por la calle Castaños de Alicante a la hora de comer cuando al pararse frente a un restaurante, observando el menú del día en inglés, le pidieron a la camarera que si les podía facilitar la carta en castellano. Ella, con el gesto desencajado, negó la mayor y dijo que sólo la tenían en la lengua materna de Isabel II. A veces, parece que no estamos en España. Da la sensación de que nos esforzamos tanto en que los turistas estén como en su casa en nuestras ciudades que desahuciamos sentimentalmente a los vecinos.
En las economías tan dependientes del sector turístico se ha producido una sobreexplotación del turismo, hasta el punto que los visitantes han copado la realidad de las urbes. Las autoridades gubernamentales se han olvidado de los residentes focalizando la mayoría de los recursos en los que estén de vacaciones. Ese celoso mimo con los que vienen ha provocado la marginalidad de los que pagan impuestos para tener unos servicios de calidad. El exceso de suciedad, la falta de sosiego en la mayoría de rincones de los enclaves turísticos tiene mucho que ver con la falta de armonización de los turistas con los residentes.
"Se nos está yendo de las manos: la falta de diversificación de la economía está lastrando las vidas de miles de personas"
Ocurre en ciudades como Venecia, cuyos altos índices de visitantes -se prevé que 50 millones de turistas naveguen por sus célebres canales en el 2025- han obligado a los venecianos a huir de su ciudad ante la dificultad de tener una digna calidad de vida; los 200.000 habitantes de 1950 contrastan con los 50.000 censados en 2020. El turismo es importante, sí, pero ¿qué pasa con los derechos de los conciudadanos? En Ibiza están teniendo problemas para encontrar personal sanitario y de seguridad ante unos altos precios de los alquileres que no compensan el salario de los profesionales. Se nos está yendo de las manos: la falta de diversificación de la economía está lastrando las vidas de miles de personas. No hay mayor representación del capitalismo atroz que las ciudades convertidas en parques temáticos; urbes concebidas para pernoctar pero no para vivir. Diferentes asociaciones de vecinos de distintos enclaves turísticos ya han protestado ante la deriva acaparadora de los alquileres turísticos y el ocio nocturno, núcleo del turismo de borrachera.
Uno tiene la sensación de que paga impuestos para los que vienen en lugar de para los que vivimos aquí. Es evidente que el turismo es un sector de vital importancia para nuestra economía -aspecto que es un problema más que una panacea-, pero no todo vale. De la misma forma que ocurre en ciudades como Venecia, otros núcleos de población de nuestro país se están vaciando ante el avance de los alquileres turísticos y la saturación de las calles. No puede ser que tengamos a la figura del turista en una especie de tótem intocable y divinizado; a los que residimos en las ciudades que nos den. Me recuerda a cuando el alcalde de un destino concurrido dijo que las calles del municipio las tenían que disfrutar los turistas, no los que vivían en él. Estamos turisteando por encima de nuestras posibilidades, no tiene sentido que se llenen de terrazas vías estrechas por las que apenas pueden pasar los viandantes. A este paso van a llenar el mar de bloques de hormigón y así ganar un terreno en el que poner un negocio.
En Sevilla llevan durante diez años litigando las asociaciones contra las autoridades -el Tribunal Supremo les dio la razón- ante la intención del puerto de Sevilla de acometer unas reformas en el caudal del Guadalquivir, con las que permitir el acceso a barcos más grandes; obras que atentaría gravemente, como señala la Comisión Europea y la UNESCO, contra el Parque Nacional de Doñana. El guiri disfruta a tutiplén con su paella, sus tapas, su mojito y ese moreno anaranjado que es de todo menos bronceado. Qué ocurre, sin embargo, con los que no son turistas pero que también quieren disfrutar de su ciudad, de la integridad del patrimonio. Son todo derechos para el turismo y obligaciones para nosotros. No saben cómo se ponen algunos cuando planteas la idea de una tasa turística. Parece que los británicos, alemanes y los amigos de Putin no usan nuestros servicios cuando están aquí: barra libre de playa, cerveza y balconing.
Esta es la historia de las ciudades que se han convertido en unos parques temáticos y, los que parece que no han recibido invitación son los que viven en ellos.