Murcianas que hicieron historia

Carmen Conde, la poetisa cartagenera que rompió moldes

12/08/2020 - 

MURCIA. Este mes se celebra el aniversario del nacimiento de Carmen Conde (Cartagena, 1907), la primera mujer miembro de la Real Academia Española, fundadora de la Universidad Popular de Cartagena y una prolífera poetisa que nos ha dejado un gran legado cultural.

En 1929 publica su primer libro de poemas, Brocal, que fue halagado por los literatos de la época por su prosa rítmica y su ligereza. Algunos de los poemas que se incluían ya fueron publicados por Juan Ramón Jiménez en la revista y Ley, poeta del que Conde se consideraba una profunda admiradora y afirmaba que por él se había iniciado en el reino de la poesía.

Carmen Conde cursó estudios de Magisterio en Cartagena y ejerció como maestra en El Retén (Cartagena), experiencia que le sirvió para escribir Por la escuela renovada, libro que compila once capítulos divulgadores. Después, en 1932, fundó junto a su marido, Antonio Oliver Belmás, la Universidad Popular de Cartagena, con la que consiguen elevar la formación y la cultura a todas las clases sociales (cesada en 1936 y retomada su actividad en 1981).

Muchos nombres propios de la literatura fueron los que compartieron tertulias, debates y conversaciones con la poetisa cartagenera: Azorín, Jorge Guillén, Miguel Hernández, Buero Vallejo, Vicente Aleixandre… Gabriela Mistral prologaría su siguiente libro de poemas, Júblios, a los que acompañaron los dibujos de Norah Borges, hermana de Jorge Luis Borges.

Al estallido de la Guerra Civil, su marido se alista a la causa republicana y ella colabora con la revista socialista Nuestra lucha y con la emisora de radio de la ciudad de Murcia, donde vivía en ese momento. Un año después, se trasladaría a Valencia para iniciar sus estudios universitarios de literatura, donde fue alumna de Dámaso Alonso.

Sus próximas publicaciones se verán influenciadas por la crueldad de la guerra y su lenguaje hacia el paisaje se convertirá en una metáfora a lo esencialmente humano: el amor, los sentimientos ajenos, el dolor, el sufrimiento, etc. Así, se plasman estas características en Pasión del verbo, Mujer sin Edén y Derribado arcángel.

La pertenencia al bando republicano y sus convicciones políticas la llevaron a tener que utilizar pseudónimos para poder publicar sus siguientes obras: Vidas contra su espejo, Soplo que va y no vuelve y Mi libro de El Escorial. Además, trabajó en la sección bibliográfica del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y en la sección de publicaciones de la Universidad de Madrid.

Carmen Conde continuó escribiendo: Mi fin en el viento (1947), en el que dedicó un poema a Vicente Aleixandre; En un mundo de fugitivos, Derribado arcángel y En la tierra de nadie (1960); Su voz le doy a la noche y Los poemas de Mar Menor (1962), y Jaguar puro inmarchito (1963). Todas estas obras en poesía las recopiló la editorial Biblioteca Nueva en Obra poética (1967).

Además de la poesía, Conde fue una escritora versátil y cultivó otros géneros, como la novela con La rambla (1977); Creció espesa la yerba (1979) o Soy la madre (1980); también la literatura infantil, con Doña Centenito, gata salvaje: libro de su vida (1943), Los enredos de Chismecita (1943); y el teatro, con Aladino: teatro para niños, en dos actos (1944), A la estrella por la cometa (1961); y el ensayo Juan Ramón Jiménez: ensayo crítico (1946).

Conde dio continuidad a su etapa inicial como docente y fue profesora de Poesía y Novela Española Contemporánea en el Instituto de Estudios Europeos de Madrid, en la cátedra Mediterránea de la Universidad de Valencia.

En la década de los 50 comenzaron a llegar los merecidos reconocimientos a una de las pocas poetisas que ha costado eclipsar pese a su condición de mujer, llegó entonces el Premio Elisenda de Montcada por Las oscuras raíces (1953), al año siguiente recibió el Premio Nacional Simón Bolívar de Siena por Vivientes de los siglos. En 1961, el matrimonio Oliver Conde fue distinguido con el Premio Doncel de Teatro Juvenil por A la estrella por la cometa. En 1967, Conde recibió el Premio Nacional de Poesía.

Más tarde, en 1978, alcanzó uno de sus logros más alabados, el ingreso en la RAE con la letra K, algo por lo que ya había luchado durante años la escritora y propulsora del naturalismo en España, Emilia Pardo Bazán, sin éxito por considerarse un entorno masculino. Poco después obtuvo el Premio Benito Pérez Galdós de Periodismo, el Premio Adelaide Ristori del Centro Culturale Italiano y el título de almirante del estado de Nebraska; además, fue nombrada académica correspondiente de la Academia de Artes y Ciencias de Puerto Rico. También, se le concedió el Premio Ateneo de Sevilla por Soy la madre, y, en 1987, el Premio Nacional de Literatura Infantil y Juvenil.

Su ciudad natal, Cartagena, la nombró Hija Predilecta, también Hija Adoptiva de La Unión, poseedora de las llaves de la ciudad de Miami, así como de varias adopciones por entidades culturales de Miami y de Nueva York. Además, Carmen Conde formalizó la donación del legado cultural de Antonio Oliver y del suyo propio a Cartagena en 1995.

Pocos nombres femeninos aparecen a lo largo de la historia en la literatura –en general en cualquier disciplina- y las que aparecen nunca son reconocidas de la misma forma que los nombres masculinos. Sin embargo, el legado de algunas mujeres, que superaron los obstáculos de una sociedad únicamente empoderada por hombres, ha quedado para recordarlas y darles el lugar que merecían. Carmen Conde, como muchas otras que la precedieron, fue un ejemplo de superación y talento femenino en un mundo de hombres.