MURCIA. Siempre se ha dicho aquello de que cada maestrillo tiene su librillo.
En el libro de texto el maestro iba incorporando lo que iba comprobando que funcionaba, lo que resultaba útil para sus alumnos. Por eso, los libros de aquellos maestros eran una síntesis de simplicidad, concreción y sabiduría.
"Si no se utiliza el porcentaje que la propia Ley Celaá concede a las comunidades para neutralizar la ideología poco importa qué libros se usen"
Relean la célebre Enciclopedia Álvarez, auténtico boom editorial hasta que la Ley General de Educación entró en vigor en 1973 y la arrinconó. Pero les animo a ojearla: es el librillo de un maestrillo de Zamora (Antonio Álvarez). Después de unas cuantas leyes educativas, después de que a los políticos se les llene la boca de decir que hemos educado a las generaciones más preparadas de la historia, les propongo que esas generaciones echen un vistazo a lo que sabían los niños que leyeron la Enciclopedia Álvarez. Mucho tendría que aprender aún hoy algún que otro maestro y profesor. Al menos del orden, sencillez, estructura y contenidos. A algunos, acostumbrados a los manuales modernos, les sorprenderá la cantidad de contenido que encerraban tan pocas páginas.
Hace poco los libros de texto se han vuelto a poner de moda. Se ha filtrado lo que algunas editoriales van a publicar (incidentalmente, que no quiero desviarme: los libros de texto debieran desarrollar los currículos, pero los de Murcia y los de tantos sitios aún no se han publicado ¿corresponderán o les dará igual?, las editoriales ¿sabían de los currícula antes de su publicación oficial? En fin).
Decía que se han filtrado fragmentos en los que los textos que tienen que estudiar los alumnos entran a saco en propagar ideología pasando por encima de la verdad histórica (que para eso tenemos una Ley de Memoria histórica) o de la verdad biológica, porque se trata de impulsar una generación de alumnos en los que la incompetencia intelectual facilite el sometimiento moral (miren el Manifiesto de intelectuales al que remito en mi último artículo).
Hay temas importantes que, en mi opinión, no van a la raíz del asunto. Son aspectos como que los libros deben durar cuatro años, o si la Consejería (a través de la Inspección, por ejemplo) debe vigilar preventivamente todos los libros (¿cuántos textos, cuántas editoriales habría que revisar?) y más cuestiones de este estilo.
La consejera de Educación, fiel a su estilo, parece que ha puesto pie en pared y ha dicho que no tolerará ciertos textos.
Por dejar solo una idea, sugiero caer en la cuenta de que los libros de texto (unos más tendenciosos que otros, unos relamiéndose de gusto donde otros hacen un ejercicio de contención) los libros de texto, digo, recogen los contenidos del currículo. La pelea para evitar que se adoctrine, se debilite intelectualmente a nuestros alumnos y se les someta moralmente está en los currículos, en los contenidos (eso que ahora tampoco van a llamar contenidos sino "saberes básicos", que por palabras no va a quedar): ahí, señora consejera, sí puede poner pie en pared y hacer que los alumnos murcianos aprendan; ahí sí se puede elaborar un currículo que refuerce los contenidos y se aleje de la ideología.
Si no se utiliza el porcentaje que la propia Ley Celaá concede a las comunidades autónomas para neutralizar la ideología e incrementar los saberes básicos, es decir, para conseguir que nuestros alumnos sepan más, poco importa qué libros se usen.
Isabel Carpena
Maestra jubilada y miembro del grupo de Enseñanza de Vox
Si tiene hijos en edad escolar, échese a temblar. Este curso entra en vigor la ‘ley Celaá’. Despídase de una enseñanza que prime el esfuerzo y el conocimiento. Esto es lo que le espera: la educación como parque temático, el adoctrinamiento en las aulas y el triunfo de los mediocres