Fotos: David Frutos y Ecoproyecta
MURCIA. Durante cuatro siglos fueron unas gigantescas neveras que surtían de hielo a la Región, hasta que a principios del siglo XX dejaron de ser necesarias con la aparición de las primeras fábricas de 'frío industrial'. Desde entonces, los Pozos de la Nieve de Sierra Espuña han pasado a formar parte del paisaje, mientras se iban poco a poco deteriorando. La restauración de los pozos 11 y 13, proyecto desarrollado por los arquitectos Pablo Carbonell y Juan Miguel Galera, del estudio murciano Ecoproyecta, permite asomarse a estas impresionantes edificaciones, que sorprenden por la belleza de sus líneas arquitéctonica y por la profundidad que tienen. Se trata de un trabajo que ha merecido el premio de Rehabilitación y Restauración en los últimos Premios de Arquitectura de la Región de Murcia (XXII edición).
Según destacan desde Ecoproyecta, el objetivo final de esta restauración -que también ha recibido el reconocimiento del premio Alfonso X de la Cultura de 2023 en la categoría de Patrimonio- no ha sido recuperar el uso que tenían estas fábricas de hielo, "algo que evidentemente no tendría sentido hoy en día". La finalidad es que "se puedan conocer de primera mano estas construcciones tan peculiares y todo lo que rodeaba al comercio del hielo en la antigüedad".
Para mejorar esta experiencia del visitante se han incorporado elementos nuevos para acceder al imponente interior, como un mirador y una escalera en el pozo 11, así como una pasarela que cruza el vacío en el 13. Estos elementos se diseñaron y montaron en madera para diferenciarlos de los materiales originales.
Este proyecto surge años atrás, con la redacción del Plan Director de los Pozos de la Nieve de Sierra Espuña (por parte de Ecoproyecta). "En ese plan realizamos el inventario de estas antiguas fábricas de hielo y de las construcciones anejas, analizamos su estado de conservación y definimos un paquete de medidas para garantizar su preservación y puesta en valor. Este documento sirvió a su vez para la declaración de este paisaje cultural como BIC, en la categoría de 'lugar de interés etnográfico', en noviembre de 2022", explican los arquitectos.
Entre las medidas urgentes estaba la restauración de los pozos nº 11 y 13, por su singularidad, accesibilidad y estado de conservación. Ambos se encuentran en la denominada 'explanada de Murcia', una bonita pradera al norte del collado Mangueta. En un inicio estos dos pozos presentaban gran parte de su cúpula caída, pero de ellos quedaba suficiente construcción como para tener una base estructural y también información que nos permitiera recuperarlos.
"El nº11 es el pozo más grande todo el conjunto de Sierra Espuña, con doce metro de profundidad, siendo un elemento singular en el paisaje y un reto estructural para este proyecto. Conservaba toda la nevera y gran parte del tambor que servía de arranque a la cúpula y que contiene los dos accesos originales. El nº13 conservaba parte de la cúpula original, lo que nos daba una pista de su geometría. Sin embargo el muro de la nevera colapsó y parte había quedado enterrado bajo un talud de tierra", añaden estos profesionales.
El reto que se plantearon estos arquitectos fue una restauración integral de estos dos pozos con el objetivo fundamental de recuperar su geometría original y así disponer, dentro del conjunto de 28 pozos, de dos ejemplos íntegros. La restauración se realizó siguiendo técnicas constructivas y materiales tradicionales, es decir, mampostería de piedra y ladrillo, acompañada de mortero de cal.
Antes de esta actuación no quedaba en pie ningún pozo completo en Sierra Espuña siguiendo su estructura original, ya que los dos únicos que estaban restaurados con anterioridad (los nº 6 y 8 del conjunto de Cartagena) se levantaron con estructuras metálicas, ajenas a las técnicas tradicionales.
Se trata de dos edificaciones con tipologías distintas, por un lado, el pozo nº11 se levantó con una cúpula de construcción mixta (piedra/ladrillo), mientras que el pozo nº13 se levantó con una cúpula de mampostería de piedra por aproximación de hiladas. La primera da lugar a una cúpula más similar a la media esfera, mientras en la segunda se asemeja a un cono. En la restauración se emplearon estos dos sistemas constructivos tradicionales para recuperar de la manera más fidedigna posible las tipologías originales.
No obstante, surgió la duda de cómo se remataban las cúpulas. Señala Ecoproyecta que "hay ejemplos en Aragón de pozos que tenían un óculo cenital, que debía servir para dejar algo de paso a la luz y al parecer también para introducir algo de material al interior. En este caso, ante la duda sobre dicho remate, se ha valorado además la mejora de la experiencia en la visita y se ha planteado el remate con un óculo para mejorar la visibilidad del interior".
Los pozos de la nieve de Sierra Espuña fueron una auténtica fábrica de hielo en plena sierra a 1.400 metros de altitud. A finales del siglo XVI comenzaron a construirse en Sierra Espuña los primeros de ellos para almacenar nieve y ser distribuida en forma de hielo en hospitales, ciudades y villas del Reino de Murcia, tal y como se puede leer en la página web de España Turística. El consumo de este hielo (para conservar alimentos y medicinas, enfriar bebidas o elaborar helados…) llegó a ser tan popular que se convirtió en un artículo de primera necesidad y objeto de fiscalidad por parte de la hacienda real.
Hasta 1926, momento en el que se inauguró una fábrica de hielo en Totana, este paraje vivió casi cuatro siglos de intensa actividad. Los pozos -distribuidos en dos núcleos que distan entre sí menos de un kilómetro- se construían con elementos del entorno: piedras, arena, madera, yeso, cal...
Los trabajadores introducían la nieve en ellos hasta cubrir los casi siete metros de profundidad. Estas 'neveras' podían almacenar hasta 25.000 toneladas de hielo . La cúpula actuaba a modo de cámara de aire para mantener la temperatura.
El motivo de construir los pozos de la nieve en Sierra Espuña y las frecuentes nevadas que tenían lugar entonces, según recuerda España Turística. Con las primeras nieves multitud de braceros acudían a la sierra, procedentes de Alhama, Totana, Aledo, Pliego y Mula, para la recogida de nieve, transporte hasta el pozo donde allí se extendía y compactaba con mazos. En cada pozo podían trabajar hasta nueve personas.
Asimismo, apuntan que con la llegada del calor en el mes de mayo, comenzaba la segunda etapa en la industria de la nieve que consistía en la extracción del hielo de los pozos y su posterior transporte hasta los lugares donde se comercializaba. Se realizaba al atardecer y durante la noche, llegando las pérdidas de hielo hasta el cincuenta por ciento. En septiembre terminaban las labores de transporte y distribución. Donde más hielo se consumía era en la ciudad de Murcia. En 1794 se vendieron en ella 450.000 kilos de hielo, según informa esta misma página.