memorias de un anticuario

Arte por los suelos

9/10/2022 - 

MURCIA. No, el título de este artículo no se refiere a la posibilidad de encontrar gangas en el mercado, sino que hace referencia a la imagen de los bustos romanos arrojados de sus peanas por un visitante de los museos vaticanos. El arte todavía no tiene rival para brillar en todos los aspectos, en un entorno muchas veces inhóspito. Y quizás esa sea la causa de la fatal atracción que algunos sienten por éste, convirtiéndolo en la diana perfecta de arrebatos de quienes en ese momento convierten en incompatible la belleza o quizás la superioridad del talento de quienes concibieron aquellas obras de arte. De ahí nace en ocasiones el arrebato destructivo, la necesidad del estrago sin sentido. En muchos casos se trata de una letal combinación de exclusión social, narcisismo y búsqueda de un reconocimiento negado a lo largo de su vida. En otras es la reivindicación política. La destrucción del arte se representa como una posibilidad atractiva en la mente de ciertas personas precisamente por el aprecio que la sociedad manifiesta hacia el mismo. 

Del aprecio al odio hay un paso y todos aquellos que se han lanzado a la destrucción de una célebre obra de arte a su vez están reconociendo a su vez la importancia de la misma y el desprecio más absoluto como dos caras de una misma moneda. Los hechos suceden con una cierta cadencia y los medios recogen la noticia, no exenta de cierto morbo, por mostrar las marcas del cuchillo en el lienzo o la visión de dos bustos romanos de hace veinte siglos rodando por el suelo de mármol de los Museos Vaticanos, como si la habitación de un niño travieso se tratara. Y eso es lo que ha sucedido esta semana en ese museo, donde un sujeto, con extraña actitud mostrada previamente al desaguisado, decidió demostrar su enfado por no haber sido recibido por el papa Francisco de esta forma tan pueril. La rabia del momento la aplacó arrojando al suelo dos de los marmóreos bustos. Reciente fue también el tartazo que impactó en el cristal blindado que protege la Gioconda en el Louvre, una de las obras de arte con un currículum de vandalismo más nutrido. En el año 2009, un turista rusa le lanzó una taza logrando romper el cristal, en 1974 fue otra mujer la que intentó dañarla con un spray de color rojo y en el  56, un hombre le lanzó ácido y otro le arrojó una piedra. El Guernica, otra obra emblemática, sufrió el vandalismo por partida doble: en el MOMA durante su estancia en el museo neoyorquino un artista de origen iraní escribió la frase “Kill lies all” y poco antes de llegar a Madrid un visitante no tuvo otra ocurrencia que practicarle un agujero con un lápiz como curiosa forma de pasar a la posteridad.

La Gioconda tran el tortazo recibido

Aceptémoslo: es una tarea imposible pretender salvar todo el patrimonio de esta clase de personajes que pululan por las salas o las calles de nuestras ciudades. Es como poner cercas al campo. Siempre va a existir una cantidad de individuos entre la masa que van a ver en el brillo que desprende el arte y que nos invita a su contemplación a quienes no somos como ellos, el perfecto escenario donde protagonizar la escena de su vida, que les haga célebres al menos durante varios días. Por la imposibilidad de proteger todo el patrimonio cultural, siempre habrá una importante porción del mismo jugando, sin quererlo, a la ruleta rusa. No quiero dar ideas, pero la temática de la obra la hace más vulnerable frente a otras, como en el caso de la Venus ante el espejo de Velázquez cuando sufrió el ataque de la sufragista Mary Richardson en 1914. En otros casos, como el de los bustos romanos del Vaticano, simplemente “estaban allí”, en el radio de acción, en aquel fatídico momento. 

No hay que irse muy lejos: hace escasos días en el corazón de Valencia una o varias personas, quizás bajo los efectos de sustancias, pues poco sentido tiene un acto de estupidez sin público, la tomaron con uno de los capiteles de la puerta románica de la Seu. Así que, cadencialmente, hagámonos la idea, tendremos noticias de esta clase porque la seguridad total nunca va a existir salvo que todos los museos instalen algo así como controles aeroportuarios. La imagen representa en muchas ocasiones algo, un significado y ese algo es suficiente como para provocar la destrucción si alguien lo interpreta como ofensivo por tanto el arte siempre va a ser vulnerable por la posición que ocupa es casi siempre una representación de algo; una portadora de significado. La educación en el aprecio es importante desde la infancia: en la familia y en la escuela.

Venus del espejo apuñalada

Acabaré con una anécdota personal que cuando me sucede siempre la interpreto en clave de humor por lo absurda que me parece. Hace años me hallaba en un domicilio de Valencia pues me llamaron para ofrecerme unos cuadros de los que querían desprenderse. Los lienzos no valían gran cosa y por tanto mi oferta fue modesta. El propietario debió sentirse ofendido, lo cual puedo comprenderlo, pero seguidamente le sobrevino una reacción desconcertante que me provocó una inevitable sonrisa nerviosa. El propietario de éstos, contrariado por lo escaso de la cantidad, señaló a través del cristal un solar existente frente a su vivienda, me espetó que por esa cantidad prefería bajarlos ahí y hacer una pira con ellos. Es decir, por un lado, defendía la importancia de las obras que durante años colgaron de las paredes de sus viviendas, y por otro veía como una posibilidad más que factible la destrucción de estas con sus propias manos. Un arrebato visceral pero carente por completo de inteligencia, pues entre unos cientos de euros en el bolsillo y el engorro de coger los lienzos, una botella de líquido inflamable y hacer una falla con la alta posibilidad de que la policía hiciera acto de presencia, y volver a casa sin los cuadros y con los bolsillos vacíos se me presentó como una escena hilarante. La realidad es muy distinta y no suele ser habitual ver a individuos en solares quemando obras de arte de su propiedad ante ofertas ofensivas de anticuarios. No sería aquella la última ocasión en que me hallara ante una situación de este tipo aunque en lugar de optar por el fuego siempre es más seguro “tirarlo al contenedor”. 

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