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cómic

'Aguagim': la vida sigue en la piscina municipal

16/08/2024 - 

MURCIA. Marina Sáez es una creadora cultural de Barcelona. Y, como casi todo el mundo, siente que el barrio de la gran ciudad se le va echando encima: nada escapa de la gentrificación y de los cambios a ritmo vertiginoso. Las calles y los comercios van perdiendo su vida. Pero, en realidad, la vida sigue.

Por otra parte, Clotilde, Jasmina o Alfonsita, escapan de casa, donde la vida es solitaria o consiste en cargarse todas las tareas de cuidado encima. Se cogen la mochila, van a la calle Perill y se meten en la piscina. Porque ahí, en realidad, la vida sigue.

Este cruce de historia es el origen de Aguagim, de Marina Sáez (Garbuix Books, 2024), uno de los títulos más laureados del cómic estatal de los últimos meses. Sáez toma como punto de partida las clases de aguagim que observaba cuando empezó a ir a la piscina municipal como un espacio de emancipación y relato de mujeres mayores, las silenciadas, las que generan vida allá donde les dejan. Sáez utiliza las propias normas, rincones y dinámicas de la piscina municipal para ver cómo cambian, aprovechan y generan conflicto en este grupo de mujeres mayores.

Aguagim es una reivindicación precisamente de la vida en las piscinas municipales, de un lugar casi de resurrección de la propia identidad de estas mujeres. Algunas de ellas viudas, otras ya no se tienen que hacer cargo de sus nietos… pero todas comparten que, cuando por fin los demás no les imponen sus cuidados, empieza (de alguna manera) su vida.

La autora entiende que en lo aparentemente banal, hay un potencial vital y político. Por eso empieza presentando la piscina pero pronto pone la oreja y la viñeta en las conversaciones para demostrar que, en la socialización se abre la posibilidad de seguir viva en el mundo actual, de hablar y analizar la vida en directo con la sabiduría acumulada en sonrisas y lágrimas.

Tal vez por eso recuerda, en cierta medida, al trabajo de Ana Penyas, que también ha arropado esta novela gráfica: en las dos la cotidianidad de una conversación se transforma en aquello de que “lo personal es político”. Y no solo deslenguadas, sino también en común, este grupo de ancianas, casi sin saberlo, están pensando juntas.

Ir a la piscina deja de ser el principal motivo de Marina y del resto para disfrutar de aquella vida que echaban en falta en los lugares donde se suponía. Por eso Aguagim es vitalista (sin ser superficial) y simpática, incluso cuando en el fondo de ese agua transparente pero algo turbia se pueden percibir las violencias a las que han sido y siguen viéndose sometidas.

Sáez opta por trasladar a los aspectos formales de la viñeta este mismo discurso: acrílicos y colores vivos marcan el paso de páginas que se construyen a sí mismas de manera anárquica, con una paleta que precisamente quiere transmitir la vitalidad y fuerza que las cosas adquieren en la piscina municipal (a la que en la vida real solemos ver con colores asépticos que buscan transmitir calma e higiene).

Para entrar a este cómic no hace falta seguir tantas normas como para meterse en una piscina pública, aunque sí viene bien dejarse algunas cosas en la taquilla o directamente en casa: sin cinismo y con la mente y corazón abierto a entender que una frase casual puede contener todo el universo, la experiencia de esta clase de Aguagim en la que la música y los pasos no importan tanto (aunque también son algo a subrayar) se vuelve toda una lección poco magistral y muy vital.

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