BALCONES Y PLANTAS DE INTERIOR

Viaje al 'boom' de la jardinería casera: razones para convertir tu salón en una selva doméstica

15/06/2020 - 

El siglo XX apenas había comenzado a esbozarse en los calendarios cuando Teresa Bañuls plantó una clivia de flores naranjas en su casa familiar de la Ribera Baixa. La bisabuela de quien escribe esto no lo sabía, pero justo en ese momento había comenzado una saga botánica que iría surcando generaciones, domicilios y coordenadas. Y es que, de esa planta fundacional salieron esquejes que fueron instalándose en los hogares de toda la dinastía: hijas, nietas, primos…pero también amigos de la familia y vecinos. 

Con cada mudanza, una clivia descendiente de ese ejemplar primigenio encontraba su rincón en el domicilio recién estrenado, como un hilo de clorofila que conectaba generaciones y cabalgaba a lomos del tiempo. Una costumbre que aún persiste entre sus descendientes y que entronca con la penúltima gran tendencia de esta centuria: la jardinería casera. No en vano, cada vez son más los conversos al mundo de la botánica doméstica, esos que en los últimos años han convertido sus balcones y salas de estar en vergeles domiciliarios. Como dicen los cómicos Manuel Burquel y Miguel Maldonado en @greenfluencers, su perfil de redes sociales dedicado al mundillo vegetal, “las plantas son el nuevo trap”.

Una de esas jardineras novatas es María Martínez, docente que aterrizó en este mundillo por una mezcla de casualidad y anhelo: “un día compré una orquídea en el supermercado para darle un poco de vida a un lugar tan impersonal como el comedor del piso que compartía. Desde entonces, he ido captando a todo ser verde que me entraba por los ojos porque descubrí que dedicar al menos unos minutos diarios a cuidar de las plantas disminuía los niveles de estrés cotidiano”, explica. 

“Siempre me ha gustado tener plantas en casa, no creo que haya un momento en el que decidí comenzar- señala Sonia Rodríguez.-. Al principio era más un laissez faire, pero he ido aprendiendo algunas cosas porque se me morían. Vivo en un sitio muy húmedo que es un reto añadido para algunas plantas. Por ejemplo, cuando me mudé me compré una pasiflora y le hice una red en una de las paredes del balcón para que se fuera enredando ahí. En teoría a la pasiflora le van bien los entornos húmedos cercanos al mar. Nada, se terminó muriendo. Eso sí, antes me regaló la apertura de dos muy efímeras flores. La concepción decorativa a veces es el camino inicial hacia la jardinería, pero para mí las plantas aportan un aprendizaje diario sobre la vida, es decir, sobre el cuidado”, resume

Álvaro Zarzuela es uno de los fundadores de Gnomo, veterana tienda especializada en “Objetos absolutamente imprescindibles para la supervivencia contemporánea”, pero, además, es un apasionado de la galaxia vegetal. En su caso, el fervor botánico llegó por una cuestión logística: al trasladar su comercio de su antiguo local a una ubicación mucho más amplia, decidieron recurrir a las plantas como decoración. Pero mantener esos tallos en todo su esplendor para el disfrute visual de los clientes implicaba adquirir un puñado de conocimientos botánicos. “No éramos especialmente aficionados, pero nos pusimos a aprender sobre cómo cuidarlas y acabamos por querer llenar también nuestra propia casa de vegetales. Las plantas tienen algo de adictivo, muy poca gente tiene una sola, es como si la propia maceta te pidiera que le buscaras amigas con las que convivir”, apunta. Y en un último tirabuzón, convertidos ya en auténticos amantes de la clorofila, decidieron también incorporar productos de jardinería a su inventario comercial. “Hay una planta para cada persona, pero quizás no has acertado todavía con la tuya porque no controlas bien en qué espacio debes colocarla, cuánta luz y sombra le debe dar, cómo y regarla…”, subraya.

De viveros hogareños y vástagos vegetales preferidos

Si tuviera que elegir una planta favorita, María Martínez lo tendría claro: “me encantan los potos en todas sus variedades porque son muy agradecidos si te olvidas de regarlos y les das una buena iluminación. Aunque tengo una especial debilidad por la monstera y esos agujeritos de sus hojas tan preciosos”. En el caso de Rodríguez, tiene dos ejemplares que son las niñas de sus ojos “un aloe que me regalaron y me ha dado muchos hijitos que he ido a su vez regalando, y una Costilla de Adán, que es mi favorita y a la que más cariño tengo, porque he ido salvándola y ahora está preciosa. En general, cuido de variedades que son fáciles y se reproducen fácilmente, como la ‘planta del dinero’ o las cintas. Engancha ver cómo van creciendo”.

“Tengo palmeras, una ‘oreja de elefante’, tomates, fresas, hierbabuena, una malvarrosa, una hiedra, una buganvilla, bulbos de lirio y freesia, rosales…”, explica la periodista y experta en redes Paula García, quien lleva en la sangre esa pasión por la botánica. De hecho, no ha conocido una vida alejada del microcosmos botánico: “en casa de mis padres y mis abuelos siempre ha habido plantas, para mí es lo normal”.  Ese ADN ‘verdólatra’ también es compartido por su tocaya Paula Sancho: “empecé en el mundo de la jardinería gracias a mis padres, son los dos especialistas en el tema. Al independizarme mi madre me regalo una planta que tenía casi la misma edad que yo y la maté. Me dio mucha pena, así que empecé a leer e investigar sobre el tema. Una vez te vas metiendo en el mundillo, descubres algunas que son muy difíciles de encontrar, variedades que tienen diferentes tonos y nunca sabes cómo va a ser la próxima hojita que saque… Hay un punto de coleccionista”.

Y a ver, de todo ese exuberante vergel domiciliario que ahora mismo tiene en marcha García, ¿cuáles son los ejemplares más amados? “Estoy especialmente orgullosa de las fresas: compré una mata el año pasado ¡y este verano se ha reproducido hasta llegar a tener 15! También le tengo especial cariño a la malvarrosa porque viene de un esqueje que consiguió mi abuelo en Altea”. Aquí Sancho esboza las dos grandes vertientes de la fitología hogareña: “hay una parte que es cuidarlas, pero tienen otra faceta fundamentalmente decorativa, ya que resultan muy estéticas, aportan un componente ornamental importante”.

De fotosíntesis, estrés y cuidados

Las lógicas contemporáneas, con su ansia por la hiperproductividad, con esa desquiciada exigencia de mantenerse siempre ocupado, siempre en movimiento, chocan de frente con las necesidades que demanda la jardinería casera. Dile tú a un ficus que sea más dinámico y proactivo, a ver qué pasa. “Las plantas tienen su propio ritmo y no lo puedes forzar, tienes que adaptarte a él. Así que, en cierta manera, dedicarte a la jardinería te obliga a parar y adoptar unos tiempos más sosegados. Es una mezcla de arte, ciencia y paciencia. Además, ¡es muy fácil quedarte mirándolas!”, defiende Álvaro Zarzuela. Una opinión que comparte Maria Martínez, al señalar que muchas veces buscamos aficiones “que actúan como contrapeso de todo ese estrés voraz que nos genera el día a día, y la jardinería es una: calma desde ver crecer las plantas hasta buscar un sustrato adecuado”. Aun así, la docente avisa que no todo son brotes verdes: “requieren dedicación y, sobre todo, paciencia. El trasiego vital de mucha gente no es compatible con el ciclo de las plantas”. 

Como señala Rodríguez, en estos tiempos de cabalgada incesante “lo queremos todo rápido y estamos acostumbradas a consumir y poseer. Sin embargo, las plantas, el mundo de la vida, imponen un ritmo más lento y, o lo aceptas, te relajas y disfrutas del proceso de cuidado, o se te terminarán muriendo. Ahí la lógica del consumo y la propiedad no explica nada”. “Dicen que disponer de plantas a casa aumenta la capacidad de concentración y rendimiento, ayuda a relajarse y, sobre todo, mejora el estado anímico de las personas”, señala Martínez, para quien cuidar de cada ser vegetal “ver cómo crece, cómo florece o cómo regala brotes nuevos o incluso frutos, produce un bienestar emocional casi mágico”

Santiago Beruete, filósofo y autor de Verdolatría (Turner), explicaba el año pasado a Culturplaza que la jardinería requiere “paciencia, humildad, constancia y gratitud, cualidades todas ellas que forman parte de la receta de una buena vida”. En ese mismo sendero transita Paula Sancho, empleada en una tienda de servicio técnico informático: “mi trabajo diario me exige un ritmo muy alto de actividad y, en contraste, las plantas me generan paz: llegar a casa, ponerte a mirarlas tranquilamente, trasplantarlas, quitarles las hojas que están secas… El plantfullness que lo llaman jajaja”.

Intercambiar trucos…y esquejes

El entusiasmo por la investigación es uno de los placeres colaterales que invaden a los fans de la botánica amateur: encontrar trucos para revivir algún ejemplar pocho, hallar especies desconocidas que se transforman en instantáneo objeto de deseo… No resulta, por tanto, nada sorprendente que en las redes sociales hayan surgido un buen puñado de perfiles dedicados al universo planta. El fervor por el verde en todos sus matices se ha desvelado como un espacio de compartición de saberes. Una permuta que puede darse entre desconocidos que se han encontrado a través de las pantallas y se convierten en colegas del mundo vegetal “o con vecinos de toda la vida”, subraya Álvaro Zarzuela. En ese sentido, para Rodríguez, tiene “mucho sentido” que se cree toda una red de aficionados al cuidado de las plantas, “es como una comunidad que comparte el valor de la vida”.  

“Instagram ha hecho mucho por popularizar el mundo de la jardinería en casa y del cuidado de las plantas. Además, ha sido muy útil para recuperar especies que muchas de nuestras abuelas cultivaban, pero habían caído en el olvido entre los más jóvenes”, indica Paula Sancho, para quien “es genial encontrar a otras personas con las que consultar dudas, averiguar dónde puedes conseguir una variedad difícil de encontrar, intercambiar esquejes o simplemente ver fotos de cómo van creciendo sus ejemplares”. Esta red social también le ha sido muy útil a Maria Martínez en sus pesquisas verdes: “he aprendido muchísimo indagando en sus hashtags hasta el punto de crear una cuenta exclusiva para charlar sobre plantas, @_elbotanic”. Además, este trueque de consejos botánicos también favorece la comunicación intergeneracional, la transmisión de sabidurías ancestrales a través tallos y peciolos. Esos geranios que cuidaba tu abuelo, esas manchitas blancas en las hojas que tantas amarguras le daban a tu madre, esas camelias a las que tanto mimaba tu tía... Incluso hay quienes han ido más allá del simple hobbie y han encontrado en el asesoramiento fitológico un campo de desarrollo profesional, como la consultora Eva Durán o Ceci Bernard y Meena Ferrea, integrantes de Compañía Botánica, una plataforma de talleres 2.0 que tienen al mundo vegetal como eje vertebrador y que hace poco publicaron un manual divulgativo de nombre homónimo. Por cierto, información de servicio: Álvaro Zarzuela regala cachorros de poto a todo aquel que se lo solicite.

De precariedad habitacional, gentrificación y macetas

Alquileres pantagruélicos, barrios gentrificados, cuchitriles a precio de oro, incertidumbre laboral y financiera, imposibilidad de acceder a una vivienda propia… El tema de encontrar una madriguera digna va complicándose a velocidades hipersónicas, pero en medio de esta salvaje coyuntura habitacional las plantas pueden salvarnos un poco la existencia. O, al menos, mejorarla. Contaba al inicio de este reportaje Maria Martínez que esa primera maceta buscaba convertir en refugio acogedor lo que hasta entonces era un simple domicilio. Y resulta que el experimento funcionó: “de repente sentí que la relación con la casa cambiaba y empezaba ser un espacio propio en que podría permanecer más tiempo del previsto porque había un poco de vida. Supongo que incluir plantas en pisos de alquiler, la duración de los cuales es muy incierta para muchos de nosotros, además de proporcionarnos un espacio más amable, también es nuestra forma inconsciente de decir ‘aquí me quedo’”.  Con la precariedad y la incertidumbre como común denominador en gran parte de las trayectorias vitales contemporáneas, las plantas se erigen como un pequeño rincón de esperanza: “quizás no puedes comprarte muebles de buena calidad, hacer una reforma o decorar tu vivienda como te gustaría, pero sí puedes ir añadiendo plantas”, apunta Zarzuela.

Por su parte, para Sonia Rodríguez, esta alquimia de hojas y raíces aporta “mucha vitalidad y sensación de hogar” a cualquier espacio, “sin importar si es interior, exterior, grande o pequeño”. “Eso sí, se necesita luz, y desgraciadamente creo que muchas casas del mercado del alquiler hoy en día no cuentan con una buena iluminación”, recuerda. En la misma línea, Paula Sancho lanza una oda al mundo vegetal como elemento imprescindible en nuestro día a día: “meterme en un piso en el que no pudiera tener ningún contacto con la naturaleza sería terrible”. Y ahora, la redactora aquí presente se va a regar su clivia familiar, que esas hojas piden agua.

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